Es un psicopata religioso, de apariencia inofensiva,
que se convertiria en el asesino brasileño mas infame. Hijo de una familia de inmigrantes del noreste de
Brasil, Marcelo vivia en el barrio de Rocinha, cerca de Rio de Janeiro. En este
sitio no había servicios basicos, durante su infancia su abuelo, su madre y su
padrastro lo golpeaban con regularidad. Cuando tenia 10 años fue abusado
sexualmente, lo que lo marcaría de por vida.
A los 14 años comenzo a prostituirse para ganar
algo de dinero y poder vivir. Fue llevado por esto a un reformatorio de donde escapo.
A los 16 comenzo una relacion homosexual con un hombre mayor, a los 17 Marcelo
intento violar a su hermano menor (10).
Cuando cumplio 23 termino su relacion con el hombre
mayor, por lo que tuvo que regresar a vivir al lado de su madre y sus hermanos
quienes ahora vivian en Itaborai, un barrio cercano a Guanabara Bay. Ahi
comenzo a trabajar distribuyendo volantes de una tienda de Copacabana. Ingreso a la Iglesia Universal
del Reino de Dios a la que asistia 4 veces a la semana, a pesar de que desvariaba
y se reia sin motivo, su vida parecia normal.
En Abril de 1991, a la edad de 24 años, comenzo a matar. Durante un periodo de 9 meses Marcelo asesino a mas de 14 niños de entre 6 y 13 años. Llevaba a sus victimas con engaños a sitios apartados, donde los violaba y estrangulaba. Practicaba necrofilia con los cuerpos, decapito a uno de ellos, destrozo la cabeza de otro y en al menos 2 ocasiones bebio la sangre de sus victimas. Despues confesaria que la sangre lo mantenia "Bello y joven". En Rio de Janeiro la violencia contra menores es frecuente, por lo que la policia no sospechaba que habia un asesino en serie libre.
En Diciembre de 1991 Marcelo estrangulo a Ivan de Abreu (6), a quien recogio junto a su hermano Altair (10), en una terminal de autobuses, mientras violaba y mataba a Ivan, Altair comenzo a llorar, Marcelo lo miro y le dijo que lo amaba, y le pidio que viviera con el. Altair llorando se fue con el asesino de su hermano, pero a la mañana siguiente logro escapar, aviso a su madre y comenzo la busqueda del asesino.
Marcelo Andrade fue arrestado en la tienda donde trabajaba, confeso 14 asesinatos y llevo a la policia a los lugares donde habia dejado los cadaveres.
Marcelo declararía despues "Yo prefiero a los niños jovenes por que se ven mejor y su piel es mas suave, ademas el padre dice que los niños que mueren antes de los trece años se van al cielo automaticamente, por eso yo les hago el favor de enviarlos al cielo".
Marcelo Costa de Andrade fue recluido en un Hospital Psiquiatrico.
Felícitas Sánchez Aguillón Conocida como "la Ogresa de la Colonia Roma", "la Trituradora de ángelitos","la Descuartizadora de la Colonia Roma" o "la Espanta-cigüeñas". nació en Cerro Azul, Veracruz (México). Algunas fuentes citan que su segundo apellido era Neyra. Estudió Enfermería y se dedicó a partera. Se casó con Carlos Conde en su pueblo natal; al poco tiempo, Felícitas dio a luz a unas gemelas. Como no deseaba cuidarlas, Felícitas convenció a su esposo de que vendieran a las niñas; así obtendrían algo de dinero. Al principio él no quería, pero ella insistió hasta que él cedió. Cuando él se arrepintió, ella se negó a decirle a quién se las había vendido. Ese hecho destrozó el matrimonio. Se separaron y ella se marchó a vivir a la Ciudad de México. Allí se dedicó a traficar con niños: las madres solteras le daban a sus bebés y ella se los vendía a parejas que no podían tener descendencia. Fue un pingüe negocio durante muchos años. Felícitas se mudó entonces a la Colonia Roma, una de las zonas más elegantes de la Ciudad de México desde los tiempos del Porfiriato. La policía la arrestó en una ocasión por la venta de un bebé, pero Felícitas pagó una fianza y salió libre nuevamente. Regresó a su departamento en la Colonia Roma.
Allí inició una nueva clase de negocio: un día, una mujer casada le pidió que le practicara un aborto; se había embarazado de su amante. Ella lo hizo. Como no sabía qué hacer con el feto, lo tiró a la basura en una de las calles cercanas. La joven le pagó bien y la recomendó con sus amigas. Pronto, Felícitas se halló atendiendo a las mujeres que deseaban abortar, solteras o casadas, muchas de ellas parte de las familias más ricas de la Ciudad de México. En ocasiones hacía visitas a domicilio. Luego expandió su negocio; algunas veces, no encontraba a nadie que quisiera comprar a los bebés recién nacidos. Los tenía con ella una semana y, si no conseguía venderlos, entonces los mataba.
A algunos los estrangulaba; a otros les daba un destino más cruel. Poseía un enorme calentador de agua: allí los arrojaba bañados en gasolina, como si fueran pedazos de leña, para que se quemaran vivos. Las paredes de su departamento eran muy gruesas y los gritos de dolor de los bebés no se escuchaban. Cuando terminaban de quemarse, tomaba los huesos calcinados y los tiraba a la basura. Al terminar, se duchaba largamente con el agua que había calentado con los bebés quemados vivos. Victimas (IMAGENES FUERTES)
Felícitas se hizo dueña de una tienda en la calle de Guadalajara nº 69, llamada “La Quebrada”. Luego emprendió otro pingüe negocio: había madres solteras que, agobiadas por las deudas y el señalamiento social, ya no querían tener con ellas a sus hijos pequeños. Las edades variaban entre uno y tres años de edad. Ofrecía sus servicios como supuesta partera en los anuncios clasificados de los periódicos. Felícitas les cobraba a las mujeres una buena cantidad de dinero, bajo la promesa de que les conseguiría un nuevo hogar. Los conservaba unos días, alimentándolos con atole y comida descompuesta. Gozaba golpeándolos.
A los fetos los llevaba a su cocina y, con un cuchillo, los descuartizaba para luego arrojarlos por el inodoro. Si tampoco lograba venderlos, llevaba a los niños a la cocina, les hundía el enorme cuchillo en la nuca y luego los descuartizaba. Tiraba los pedazos en los basureros o en el inodoro. Cuando se tapaba, llamaba a un plomero cuyo silencio tenía comprado.
A medida que iba matando a más y más niños, comenzó a volverse más cruel: ahora prefería amordazar a los niños y destazarlos vivos con sus cuchillos de cocina. Les cortaba primero las piernas, después los brazos, y finalmente los decapitaba; todo mientras los niños estaban vivos. Luego los descarnaba, extraía los ojos, los órganos internos y las vísceras para dárselos a su perro, pelaba los huesos y los quebraba, para finalmente envolverlos en papel periódico y llevárselos en costales a tirar en alguno de los lotes baldíos en las calles de la Colonia Roma. La ropa la donaba a orfanatos.
En 1940, la policía detectó los restos de fetos, recién nacidos y niños pequeños en los basureros de las calles de la Colonia Roma. La situación se prolongó hasta el año siguiente. El 8 de abril de 1941: una llamada telefónica al reportero de policía del periódico La Prensa lo puso sobre aviso: en la cerrada de Salamanca número 9, en el departamento 3, le dijo su interlocutor, acaban de ser encontradas en un caño “unas piernitas de niños”. La dirección correspondía a un estanquillo llamado “La Imperial”. El dueño era un joven llamado Francisco Páez.
Le contó que se habían tapado los caños del drenaje y, al mandar destaparlos, aparecieron huesos y trozos de carne descompuesta. Primero, el tendero había supuesto que se trataba de restos de un perro o de un gato, pero también había trozos de algodón lleno de sangre y luego apareció un pequeño cráneo. Cuando el drenaje volvió a taparse, llamó a unos albañiles; ellos se encontraron con trozos de cadáveres de niños, entre ellos dos piernas putrefactas pertenecientes a distintos cuerpos.
El reportero avisó a la policía. Acudieron al departamento y entraron para registrar las habitaciones. En un buró hallaron una calavera humana. Había también velas, agujas, retratos de niños pequeños, ropa de bebé.
La policía se trasladó a la tienda “La Quebrada”. En la tienda sólo estaba la dependienta, María González. Dijo que Felícitas había salido desde las 06:00 horas, pero varios clientes aseguraron haberla visto quince minutos antes. La policía admitió que la mujer había escapado.
El 11 de abril de 1941, la policía detuvo al plomero Salvador Martínez Nieves. Ante el agente del Ministerio Público declaró que era llamado frecuentemente por Felícitas para destapar las cañerías. La primera vez que vio los trozos de cadáveres infantiles, se negó a seguir trabajando. Pero “La Ogresa de la Colonia Roma” lo amenazó con implicarlo como cómplice y lo mejor: le ofreció una buena paga. Ese mismo día, Felícitas Sánchez Aguillón fue detenida en la calle Bélgica, de la Colonia Buenos Aires, a bordo de un automóvil. La acompañaba su amante, Roberto Sánchez Salazar, quien pensaba trasladarla a Veracruz.
Felícitas fue recluida en una celda. Pasó parte de la noche llorando, totalmente vestida de negro, con señales de gran agotamiento físico, en un estado cercano a la inconsciencia. Se le vio temblar, saltar, luchar con seres imaginarios, rodar agotada en el lecho. Los médicos de la Inspección prefirieron sedarla. Pasó varios días casi sin comer. Sólo quería dormir.
“Jamás el Dante soñó escribir páginas tan negras como las de esta embaucadora, ‘La Ogresa de la Colonia Roma’”, clamaba el periódico La Prensa el 12 de abril de 1941. El detective José Acosta Suárez, que un año más tarde descubriría la identidad de Gregorio “Goyo” Cárdenas, “El Estrangulador de Tacuba”, se hizo cargo de la investigación. Felícitas había torturado y matado a casi un centenar de bebés y niños pequeños, además de los innumerables abortos practicados. Un chico que la conocía dijo que ella llevaba mucho tiempo “ejerciendo como trituradora de angelitos”.
Mientras, los periódicos publicaron una nota que causó revuelo: “'La Ogresa de la Colonia Roma' denunciará a todas las señoras que fueron a solicitarla”. Felícitas ingresó en prisión el 26 de abril de 1941 por los delitos de asociación delictuosa, aborto, violación a las leyes de inhumación y responsabilidad clínica y médica.
En el juicio
En el expediente aparece un trozo de hoja papel bond, escrito a mano con tinta sepia, y fechado el 26 de abril, en el que sólo alcanza a leerse: “Puede quedarse la niña de la reclusa Felícitas Sánchez para remitirla al kínder el lunes próximo”. En un oficio fechado el 1º de mayo de 1941, se asienta, sorprendentemente, que el Juez Tercero de la Primera Sala Penal se declara incompetente para seguir llevando el proceso. En el documento siguiente, fechado el 10 de mayo, el juez octavo determina dejar a la partera en libertad bajo fianza, mediante el pago de $600.00 pesos. “¡La descuartizadora saldrá en libertad!”, clamaron los medios al conocer la resolución.
Los abogados de Felícitas se habían aprovechado de vacíos legales “para exigir que se comprobara el cuerpo de sus delitos”. Pero el cuerpo de sus delitos no estaba en ningún lado: habían desaparecido “las piernitas de niños”, no había acusaciones, todo se fundaba en dichos. Y efectivamente, fue dejada en libertad.
La policía acababa de capturar a una célula de espías alemanes nazis, que operaba con un radiotransmisor también en la Colonia Roma, lo que robó la atención de la opinión pública. Los rumores afirmaban que las familias de las mujeres implicadas con Felícitas habían pagado sobornos para que el Juez cerrara el caso: grandes reputaciones, se decía, procuraban impedir que se dieran a conocer los nombres de las distinguidas clientas de “La Ogresa de la Colonia Roma”.
Ella sabía que todo había terminado, aunque no pudieran volverla a enjuiciar ya no podría seguir con su estilo de vida (de hecho ya no podría siquiera vivir en el país) Dejó tres cartas postumas: una dirigida a su ex-abogado, otra a su actual abogado y una última a su pareja. En ellas no había ninguna expresión sentimental (sin culpa, sin dolor, sin tristeza y sin lazos afectivos de ningún tipo, en ningún momento menciona a su hija). Al final de cuentas parecía haberse cosificado a sí misma, su propia muerte no pareció producirle ningún sentimiento.
El 16 de junio de 1941, Felícitas se levantó de su cama a la medianoche. Llevaba días sin poder dormir. Su amante le preguntó a dónde iba. “Voy a escribir unas cartas a la cocina”, respondió. “¿Por qué a la cocina?”, preguntó él. Felícitas ya no le contestó. Él volvió a dormirse. Cuando despertó, ya había amanecido. Felícitas no estaba en la cama. Fue a buscarla a la cocina y la encontró tirada en el suelo: se había tomado un frasco completo de Nembutal. Estaba muerta. Sobre la mesa había tres cartas postumas escritas a lápiz.
La primera, para su abogado, el licenciado Enríquez: “Yo nunca le he firmado ningún traspaso, pues usted sabe de sobra que no son propiedades mías. Por mi parte, hasta aquí fui su víctima”. La segunda, para el abogado Martín Silva: “En sus manos todo va bien y le tengo confianza. No lo hago por cobardía o duda de que me salvará. Ya me cansé de luchar. Ya no puedo. Don Carlos me ha ganado. Pero no tanto porque si usted puede hacer la denuncia penal, por lo menos me habré vengado”. La tercera, un recado para su amante: “Beto: dirás al licenciado que el traspaso no se efectuó y el que verdaderamente va a traspasar se llama Ponce, que el dueño de la casa ya le había hecho contrato porque a él lo engañaron diciendo que yo decía. Adiós, Beto”. Sus notas de despedida eran indicaciones sobre propiedades y asuntos legales; En ellas no había ninguna expresión sentimental (sin culpa, sin dolor, sin tristeza y sin lazos afectivos de ningún tipo, en ningún momento menciona a su hija). Al final de cuentas parecía haberse cosificado a sí misma, su propia muerte no pareció producirle ningún sentimiento. Un distanciamiento total hacia la muerte, la suya incluida. Un reportero del periódico La Prensa escribió: “La esperaban los angelitos a los que no dejó nacer. La habían rodeado alegres, visiblemente alegres…”
Su hija pasó a la tutela del Estado, fue llevada a un hosipicio, creció hasta convertirse, (hasta donde se sabe), en un miembro "funcional" de la sociedad.
Pedro Rodrigues Filho (n. 1954, conocido como Pedrinho Matador, fue un asesino en serie brasileño que fue condenado en 2003 a 128 años de prisión por el asesinato de 71 personas. Dentro de las penitenciarias por las cuales pasó, llegó a matar alrededor de 47 presidiarios, pero, aún no responde por todos los crímenes. Entre sus víctimas está su propio padre que lo destazo a machetazos.
Pedrinho comenzó su carrera homicida a los 14 años, la víctima fue el vice-presidente de Alfenas, que había acusado a su padre de robo; luego mató a quien se cree fue el verdadero ladrón.
Después se dedicó a robar y asesinar traficantes, luego a vender droga y a eliminar a la competencia y así sucesivamente hasta convertirse en uno de los criminales más temidos de su país.
Pedrinho fue acusado por Minerva Regordete, su vecina, al haber cometido el homicidio de 34 personas de las cuales 12 fueron envenenadas, 15 fueron descurtizadas y el resto fueron incineradas.
Pedro secuestró a la mitad de sus víctimas, que todas eran mujeres mayores de 50 años, estaban solas, sin familia, Pedro las enamoraba a todas y a todas las mató. Minerva Regordete vio en el patio de su vecino 5 cadáveres cubiertos por una capa y en una bodega vio sangre y armas. Tres meses después vio a 7 mujeres carbonizadas y fue cuando hizo la denuncia.
Los cadáveres los exhumaron y encontraron en la casa de Pedrinho armas y cosas con las que estaban sus huellas digitales. Fue comprobado: él asesinó a las 34 mujeres, incluída su madre descuartizada.
Lo arrestaron en 1973 y en 2003 concluía su sentencia, sin embargo, debido a que incluso encerrado su número de asesinatos no se detuvo (terminó con la vida de más de 80 policías, quien murieron carbonizados, decapitados y fusilados), se le añadió una sentencia en la que se le condenó la mayor condena de América Latina de 890 años de cárcel.
Los motivos de sus asesinatos eran múltiples y bastante simples y, para ahorrarse explicaciones, se tatuó en uno de sus brazos la leyenda “Mato por Placer” que resume su trabajo. En la cárcel siguió matando gente, 15 en total, a lo que la condena máxima de América le aumentó a una pena mayor de la que se esperaba: 945 años en prisión.
Pedro no respetaba a nadie incluso decapitó a uno de “sus amigos” y compañero de celda en una prisión de Araraquara tras enterarse que este último había asesinado a su propia hermana, a lo cual el homicida dijo:
“Él era mi amigo pero simplemente lo tenía que matar estoy justificado”
Para el 24 de Abril de 2007 Rodríguez Filho estaba nuevamente en las calles debido a que la justicia brasileña no permite que una persona pase más de 30 años en la cárcel y el homicida llevaba ya 34 años preso.
Se tatuó en uno de sus brazos la leyenda “Mato por Placer”
Dos años más tarde, cuando tenía 52 años, decidieron dejar su condena en cadena perpetua, podrá recibir su libertad condicional (si sobrevive) en el año 2254
Theresa Knorr nació en Sacramento, California el 12 de marzo de 1946 siendo la más joven de la familia y muy devota de su madre. Cuando su madre falleció en 1961 ella se sumió en una gran depresión.
El primer
asesinato de Theresa Jimmie Francine Cross (más conocida por su último nombre
de casada como Theresa Knorr) fue realizado cuando contaba con dieciocho años
de edad al descargar un rifle contra su esposo Clifford Clyde Sanders, quien
estaba por abandonarla. Fue absuelta de los cargos al alegar defensa propia.A
la muerte de su primer marido tenía un hijo, Howard y estaba embarazada de un
segundo varón, William. Posteriormente se casaría 2 veces más y de ambos
matrimonios nacerían Susan, Sheila, Robert y Theresa, conocida como Terry, la
menor de la familia Knorr.
Entre las torturas que
incluía Theresa estaba la de castigar a los niños sentándolos en el piso de la
cocina sin moverse, si acaso movían siquiera los ojos eran disciplinados con
golpes y bofetadas. Las palizas eran constantes, los encierros y hasta la
brutalidad de lanzarles cuchillos de cocina formaba parte de las actividades de
Theresa, algunas veces los sobrealimentaba hasta hacerlos colapsar. Un día su
furia le llevó a levantar a Terry de un brazo y ponerle una pistola calibre .22
en la cabeza a manera de amenaza. Terry sufrió de constantes pesadillas por
largo tiempo.
Theresa era madre soltera
de 6 hijos, viuda 1 vez y divorciada 2. Abusaba del alcohol y solía pasar el
tiempo descargando su coraje y frustración ante la vida con sus hijos. A medida
que aumentaba el consumo de alcohol aumentaban las brutalidades en la familia.
Theresa comenzó a engordar
desmedidamente a causa de su estilo de vida y culpó de esto a Susan,
argumentando que ésta estaba poseída por el Diablo y le lanzaba hechizos para
hacerla engordar. Como castigo Theresa cocinaba grandes ollas de pasta con
queso y obliagaba a su hija a comerlas para que engordara como ella. El ritual
consistía en sentarla en el piso de la cocina, poner la olla ardiente sobre las
piernas desnudas de Susan para quemarle y supervisar que terminara con la olla
entera. Un día Susan escapó de casa y denunció a su madre ante la policía local
confesando toda la clase de actos inhumanos que su madre le hacía a ella y a
sus hermanos, pero la madre alegó que eran mentiras, que su hija tenía
problemas mentales y necesitaba de ayuda psiquiatrica. Las autoridades dieron
veracidad a sus palabras y devolvieron a Susan al poder materno.
El primer castigo que
recibió Susan por su fallido intento de escape fue una paliza propinada por su
madre y hermanos. La Madre
compró unos guantes de cuero y obligó a sus hermanos a golpearla en el estómago
mientras se pasaban los guantes uno por uno, si no golpeaban lo suficientemente
fuerte a su hermana tenían que hacerlo una vez más, ella por supuesto también
tomo acción en la golpiza. Un tumor ovárico y múltiples hemorragias internas,
-decubiertas postmortem- aparecieron en el cuerpo de Susan consecuencia de
senda paliza.
La segunda etapa del castigo consistió en el
confinamiento. Susan permaneción esposada a su cama privada de su libertad,
mientras sus hermanos eran obligados a guardar vigilancia frente a su puerta
por turnos, y encargados de alimentarla 2 veces al día. Con el tiempo la
voluntad de Susan fue quebrantada hasta que su madre, convencida de que no
volvería a escapar la liberó del encierro. La escuela por otra parte había
quedado prohibida.
En el colmo de la insanidad
mental de Theresa, convencida de que Susan le estaba lanzando hechizos
demoniacos para hacerla ganar peso, estalló en un ataque de ira y ante la
negación de Susan al respecto de los actos terminó por dispararle en el pecho.
Theresa no quería a la policía entrometida en el asunto así que hizo que sus
hijos tomaran el cuerpo de su hermana y lo metieran en una bañera, allí limpió
la herida y la curó con vendas y gasas. Las hermanas de Susan se turnaban para
bañarla y alimentarla hasta que se recupero y volvió a la vida normal, pero la
bala no atravesó el cuerpo de Susan, sino que quedó alojada en su espalda,
detalle que provocaría un destino mucho más aterrador para está joven
adolescente. En una ocasión -después del balazo- Susan y Theresa entablaron una
acalorada discusión y esta última apuñaló a su hija en la espalda con unas
tijeras. Las heridas no eran mortales pero no dejaban de ser graves. El
calvario de Susan no termina aquí.
Cansada de los abusos pidió
permiso para mudarse de casa y sorprendentemente su madre estuvo de acuerdo,
pero antes la bala que había quedado alojada en su espalda debía ser removida.
Susan resignadamente -o movida por la ilusión de abandonar esa casa del horror-
accedió. Días después la operación sería realizada. Theresa drogó a su hija con
pastillas y alcohol lo que mantuvo a Susan inconsciente por largo tiempo.
Obligó a sus hijos varones a ayudarla en la operación. Con un cuchillo de
cocina hizo que su hijo de 15 años Robert cortara la espalda de su hermana y
extrajera la bala. Theresa gritaba órdenes por doquier mientras él practicaba
la incisión. Después de cortar varias capas de piel y tejido muscular, Robert
usando sus dedos buscó dentro y alrededor de la herida hasta localizar la bala
y la extrajo. Al día siguiente Susan despertó en medio de un dolor
indescriptible. Theresa le dio antibióticos e ibuprofeno pero nada resultaba.
Después de algunos días se le tornaron los ojos amarillos y no era capaz de
controlar sus intestinos. El 16 de Julio de 1984 Theresa acalló a Susan
pegándole cinta adhesiva en la boca y atándola de manos y pies. Juntó todas sus
pertenencias en bolsas de basura y pidió a William y Robert que pusieran a
Susan en el auto. Manejaron hasta llegar cerca de un puente, en ese punto pidió
a sus hijos que sacaran a Susan del auto y la pusieran en el suelo, ella roció
gasolina sobre todas las cosas de Susan incluyendo su cuerpo y les prendió
fuego, todos subieron al coche sin decir palabra y sin mirar atrás, así Theresa
manejó de regreso a casa dejando a su hija quemándose viva.
El destino de Sheila no es mucho más alentador que
el de su hermana. Theresa buscando un ingreso mayor al de su pensión obligó a
Sheila a prostituirse. Sheila discrepó totalmente con la decisión de su madre
pero no se atrevió a desobeceder. Trabajando como protituta comenzó a traer
cientos de dolares a casa por lo que Theresa casi estaba orgullosa de ella.
Sheila podía ir y venir y hacer lo que quisiera, irónicamente trabajar como
prostituta le había concedido una ansiada libertad, pero en la familia Knorr no
existían los finales felices.
Theresa sospechaba que
Sheila estaba embarazada y la acusó de tener una enfermedad venerea. Primero la
golpeo hasta conseguir dejarla cubierta de moretones y finalmente la encerró en
un pequeño armario junto al baño. Debido a la localización y dimensiones este
cuarto diminuto era icreíblemente caluroso pero Theresa advirtió a sus otros
hijos que esa puerta debía permanecer cerrada en todo momento y tenían
prohibido llevarle comida o agua. Theresa quería que confesara y eventualmente
Sheila lo hizo, pero Theresa la acusó de mentir y el confinamiento siguió su
curso. Al tercer día de encarcelamiento se oyó un fuerte ruido dentro del
closet y ese sería el último sonido que escucharían. No fue hasta 3 días
después que abrirían el closet para descubrir el cuerpo en descomposición de
Sheila, quien tras desesperados intentos de escapar había muerte de hambre.
Theresa metió el cadaver en una caja vieja de correos y con ayuda de sus hijos
varones llevó el cuerpo a las montañas y lo abandonó. Temerosa de que en el
closet quedaran evidencias que la relacionaran con la muerte de Sheila, Theresa
decidió prender fuego a su propia casa. Obligó a Terry a verter fluido de
encendedores por todo el lugar y posteriormente incendiarlo con un cerillo. Los
bomberos descubrieron que el siniestro fue deliberado. A partir de este momento
la familia se separaría.
El destino de Howard, el
mayor de los hijos con 26 años es desconocido. William se mudó con su novia
teniendo 24 años y Terry a pesar de tener 16, utilizó la identificación de su
hermana Sheila para pasar como mayor de edad y conseguirse otra vida. Robert de
19, permaneción con su madre, pero desesperado por la falta de dinero robó un
bar y asesinó al dueño del mismo por lo que más tarde sería encarcelado y
condenado a 16 años de prisión por asesinato en primer grado.
Susan
Sheila
Terry Knorr: la última hija con vida
Después de 9 años, a partir de la muerte de Sheila
-2 años después de la de Susan-, Terry entonces casada fue finalmente a la
policía a confesar toda la historia Knorr y acusar a su madre de las muertes de
sus hermanas. Gracias a esta declaración Theresa fue atrapada y condenada a la
pena de muerte al declararse inocente de los cargos. Posteriormente se
declararía culpable de todos los cargos a cambio de su vida y sería condenada a
2 cadenas perpetuas. La sentencia de Robert fue reducida tras acceder a
testificar en contra de su madre. William fue puesto en libertad bajo palabra
por su participación en las muertes de sus hermanas y obligado a tomar terapia
psiquiatrica.
Theresa podría ser elegida para libertad bajo
palabra en el 2027, tiempo en el que tendría -si sobrevive- 80 años. PELICULA
Largo camino se recorre para
llegar a la misantropía y el hartarse de la hipocresía es una de tantas
razones.
El misántropo, este guerrero sin espada ni armadura, equipado solo con un débil
escudo camina por la ciudad, a veces junto a su madre, a veces junto a su
padre, a veces junto a un amigo, o solo junto a el mismo. Mira las caras del
resto: Gente ocupada, vagando en sus vidas vacías, comprando objetos para llenar
ese agujero que tienen en el alma, mientras siguen modas para ser aceptados por
otros iguales que ellos. ¿Por qué necesitan de otros para vivir? es una
necesidad humana dicen, pero nadie sabe el verdadero por qué, solo buscan algo
real, algo que no les haga pensar en sus desdichadas vidas, soñando con mundos
que no existen, soñando con príncipes, princesas,
salvadores y profetas que jamás llegarán, pero están tan ensimismados en
aquellas ilusiones que al menor comentario que les destruya su castillo de arena
reaccionan como lo que son: Viles animales incivilizados.
Mientras todo esto pasa aún el misántropo pasea por
la calle, dirigiéndose a un lugar que ni el mismo sabe donde queda, el cual le
haga olvidar a esos demonios dentro de su cabeza, el cual le haga olvidar los
nombres de los amores que ha perdido, de los amigos que lo han traicionado, de
los errores que ha cometido, y, por sobre todas las cosas, una mujer que le
haga llenar el eterno vacío, cosa contradictoria, ya que siendo un antisocial y
un huraño aún desea por lo menos a alguien que comprenda el por qué de su
personalidad y de su desprecio por los hombres, alguien que le pueda entregar
lo que el mundo nunca le entregó.
Este guerrero sigue y sigue caminando por la
mañana, a veces por la tarde, a veces solo se queda en su habitación pensando
en cambiar, o en volver a ser como era, ese ser lleno de sarcasmo para combatir
esa hipocresía del mundo, donde todos le dicen hola y en el fondo desean verlo
bajo tierra, y en su cerebro siguen apareciendo las mismas escenas que lo hacen
sentir miserable, mientras su escudo se rompe, y muchas veces logra tocarlo el
resto hasta que el escudo necesita ser creado de nuevo, una y otra vez. Y sigue
caminando, pasando a través de esos rostros mentirosos e hipócritas, esos
desentendidos de su desolación, mezclándose con ellos para pasar desapercibido
y ver si es que por lo menos una sencilla persona entienda lo que pasa solo con
que lo miren.
Se hace tarde y es hora de que el diga adiós a
todos esas caras con máscaras, se quede en su cama y siga paseándose a través
del Internet para seguir viendo lo mismo que ve afuera, pero de una manera
peor, hasta que después de horas y horas de tratar de buscar un sentido a todo,
cierra sus ojos esperando por lo menos en sueños tener lo que quiere, y por lo
menos en el mundo irreal encontrar la comprensión que tanto necesita al igual
que los que odia y desea ver muertos cada día. Alexis Eduardo P.
Gerard John Schaefer, nace
en Nueva York el 25 de Marzo de 1945. Se sabe que Gerard era un chico que
gozaba torturando animales, y que también sentía atracción por la ropa interior
de mujer. Se graduó de la
Universidad, en donde demostró ser un gran estudiante. Luego
se casó y comenzó una carrera como maestro; sin embargo sería despedido por
"comportamiento totalmente inapropiado"
Schaefer, finalmente,
decidió ingresar a la policía, en donde se convirtió en oficial y fue ayudante
de sheriff. Con su ropa de oficial de policía, y una eterna y cínica sonrisa en
el rostro, Gerard John Schaefer comenzó a buscar a sus víctimas entre las
cientos de chicas que hacían autostop en la carretera, o las que caminaban por
un costado, solas o en parejas.
El modus operandi del
asesino era inconfundible, pues casi siempre mataba a dos chicas a la vez.
Luego de que recogía en su patrulla a chicas que hacían autostop en la
carretera, a punta de pistola, las obligaba a adentrarse en el bosque. Las
ataba a los árboles, les tomaba fotografías, para luego torturarlas y matarlas.
Aun así, la tortura psicológica era su especialidad... jugaba con ellas,
diciéndoles que ellas debían dar las razones de por qué la otra debía morir
primero. Mientras las chicas lloraban e imploraban por sus vidas y pedían no
ser la primera en morir, Schaefer sentía un enorme placer sexual. Después
de matarlas, las descuartizaba y enterraba en el bosque.
El 21 de Julio de 1972, Schaefer atacó a dos muchachas de 17 y 18 años, las ató a unos árboles con sogas atadas a sus cuellos y los pies apoyados en las
raíces. Si resbalaban de su punto de apoyo, morirían ahorcadas. y las
abandonó, prometiéndoles que volvería pronto. Luego de dar un paseo, el asesino
volvió por sus presas, pues encontró interesante correr el riesgo de dejarlas
abandonadas en el bosque; sin embargo las chicas se habían librado de sus
ligaduras y habían huido. Schaefer comprendió que esto lo podía meter en
problemas, así que llamó inmediatamente al sheriff y le comentó que había hecho
algo estúpido... que se había sobrepasado con dos chicas, al tratar de
"asustarlas" para que dejaran de hacer autostop. El sheriff sospechó
de Schaefer; pero accedió a salir en busca de las niñas desaparecidas.
Después de este incidente,
Schaefer fue expulsado de la policía y quedó con libertad bajo fianza. Pocos
meses después, volvía a las andadas; pero esta vez no como oficial de policía.
Uno de estos "crímenes dobles", quedó al descubierto en 1973, cuando
se encontraron los cuerpos en estado de descomposición de dos chicas. Los
cadáveres descuartizados, mostraban rasgos de haber sidos atados a unos
árboles, lo que recordó a los investigadores el caso Schaefer. Luego de una
orden de cateo en la casa del ex policía, se hallaron cientos de aretes y
anillos de mujeres desaparecidas, además de escritos y dibujos de Gerard
Schaefer, que lo delataban como un sádico psicópata. En ellos, describía cómo
asesinar "putas", torturarlas, desmembrarlas y abandonarlas en el
bosque.
EVIDENCIAS
Aretes y anillos de mujeres desaparecidas
Escritos y dibujos sadicos
Schaefer parecía tener una respuesta para todo. Decía que esos escritos, eran
parte de un libro que estaba escribiendo, el cual estaba basado en la vida de
un asesino en serie; pero que no correspondían a sus sentimientos ni su modo de
pensar. El tribunal no le creyó y se probó su conexión con los asesinatos de
las dos chicas halladas en el bosque. Le dieron cadena perpetua, y la policía
aun sospechaba que Schaefer había cometido más de 30 asesinatos.
Los noticieros intentaron
difundir la noticia del cruel asesino serial; pero Schaefer era un hábil
extorsionador y estafador, todo un experto en demandar personas. Desde su celda, inició procesos contra todos los escritores, investigadores y conferencistas que mencionaran su nombre, aunque fuera de pasada. Perdió todos los juicios, pero hizo gastar a sus acusados cantidades considerables de dinero. Los
medios de comunicación decidieron vetarlo, para evitar los costosos juicios.
También se dedicó a estafar por teléfono durante su estadía en la
cárcel, enviándole ropa interior femenina a pervertidos. Se hacía
pasar por una mujer que cobraba dinero para que otros hombres lavaran su ropa
interior... y luego se la enviaran de vuelta por correo, además de una buena
cantidad de dinero.
También fue abogado de varios reclusos en su estadía en prisión; pero luego los
traicionaba y delataba de sus crímenes a la policía, por lo que se ganó mala
fama dentro del penal, e incluso llegó a enviar a uno de sus propios
"clientes" al pasillo de la muerte. También tramó varias formas de
escapar y generar conspiraciones dentro de la cárcel, las cuales casi pasan desapercibidas
por la policía. Como si fuera poco, se dedicaba a escribir falsas cartas de
amor a otros presos. En ellas, se hacía pasar por "el gran amor de sus
vidas", mientras se reía de ellos a sus espaldas.
Ted Bundy, el famoso, inteligente y carismático asesino en
serie, trataba de conseguir regalías en la cárcel luego de ser arrestado y
condenado por varios asesinatos. Se ofreció para ayudar a las autoridades en
algunos crímenes sin resolver y aportó algunos datos importantes para el
estudio del comportamiento psicópata/criminal. Mientras asimilaba su condición
de asesino serial famoso y la cuestionable "celebridad" que esto le
brindaba; había algo que lo perturbaba. Gerard John Schaefer, se reía constantemente de él. Schaefer era
un ex oficial de policía que estaba preso por asesinar a varias mujeres
jóvenes, y Ted solía hablar con él... hasta que comenzaron a sincerarse. Bundy
admitió que se sintió influenciado por la idea de Schaefer, de matar a dos
mujeres al mismo tiempo (Schaefer, quien estaba acusado de haber matado a dos
muchachas jóvenes; era sospechoso de al menos 30 asesinatos, y aseguraba haber
cometido "asesinatos dobles"; pues le parecía más entretenido) Es así
como en 1974, Bundy asesinaría a dos mujeres el mismo día (Janice Ott
y Denisse Naslund), con el fin de emular a Schaefer.
Ted le contó esto a Gerard, quien lo tomó como un halago; por lo
que también decidió sincerarse con él. Le dijo: "Ted... tú no eres el
mejor. Yo lo soy" Bundy, intrigado, le preguntó a Schaefer cuantas mujeres
había asesinado en realidad (Bundy decía haber matado a más de 30... según
algunas entrevistas, en algún momento llegó a insinuar que su conteo de
crímenes llegaba casi a los tres dígitos) Gerard, ante la incredulidad de
Bundy, sólo sonreía y miraba fijamente, lo cual terminó por desquiciar a Bundy. Como
estaban en celdas contiguas, Schaefer continuó burlándose de Ted, diciéndole
que el número de asesinatos que había cometido, no era suficiente. Por aquel
entonces, a Schaefer se le había juzgado por dos asesinatos comprobados; sin
embargo, en su casa se encontraron cientos anillos y aretes de posibles
víctimas. Esto, sumado a varias notas encontradas en donde Gerard había
descrito cientos de asesinatos y torturas, indicaba a la policía que Schaefer
habría podido asesinar a más de ciento diez mujeres, lo que lo convertiría
(definitivamente) en el más prolífico asesino serial de los Estados Unidos,
algo que Bundy no podía soportar.
Gerarddecidió conceder una
entrevista, pocos años antes de su muerte, para un documental acerca de su
caso. En ella, se mostró como un monstruo cruel y despiadado; pero sin dejar de
lado la cínica sonrisa que lo caracterizaba, y una mirada tan recalcitrante,
como intimidante. Disfrutó cada minuto de la entrevistas, jactándose de sus
crímenes y sacando a relucir su indudable capacidad de hacer sufrir a los
demás... sobre todo cuando reconoció haber torturado psicológicamente al mismo
Ted Bundy, uno de los más célebres asesinos en serie de Norteamérica. Según
algunas fuentes, Bundy habría solicitado, en algún minuto, que lo alejaran de
Schaefer; pues ya no lo soportaba. Lo cierto es que se sentía perturbado al
saber que Schaefer era, por lo visto, más cruel que él mismo. Un ejemplo
interesante de esta situación, son las declaraciones de Bundy y Schaefer, con
respecto a sus crímenes. El primero, Bundy, decía estar arrepentido...
obviamente un arrepentimiento falso; pero sabía que debía actuar como si esto
le afectara, ante la sociedad. Esta actitud la tomó poco antes de ser ejecutado,
y existe un documental ampliamente difundido, en el cual pide perdón a los
familiares de sus víctimas y "lamenta" lo ocurrido; a pesar de haber
hecho todo lo posible, años antes, por salir airoso de la situación.
Muy por el contrario, Schaefer, narraba con placer el cómo asesinaba y
torturaba a sus víctimas. No le importaba quedar bien con nadie, pues su placer
radicaba en el espanto que provocaban sus declaraciones y su personalidad
retorcida. Disfrutaba de ser un asesino y narrar sus sórdidas historias; con la
astucia suficiente como para no volver a ser condenado por otros crímenes...
después de todo, sabía bastante sobre las leyes. El periodista que lo
entrevistó, diría más tarde que Schaefer era el peor asesino que le había
tocado entrevistar en su vida. Otro policía, ex compañero de Schaefer, lo
calificó como "la peor persona que jamás había conocido"
Entre las más aterradoras
declaraciones de Schaefer, además de insinuar constantemente que asesinó a más
víctimas que Bundy, dice haber leído tanto sobre Albert Fish (asesino en serie
canibal), que decidió devorar a dos de sus víctimas y comerlas con pimientos y
cebollas. El número total de víctimas de Schaefer se desconoce. Él argumentaba que fueron entre 80 y 110, que en una ocasión una mujer se ahogó en su propio vómito mientras veía cómo mataba a su amiga y se preguntaba, irónica y cruelmente: Una vez maté a una mujer embarazada, ¿Eso cuenta como dos asesinatos? efectivamente contaba como dos asesinatos a la vez. En todo momento las trató
de "putas" y no mostró un solo ápice de arrepentimiento.
Luego de que su caso se hizo público, una ex novia que tuvo Schaefer en la
secundaria, Sondra London, lo visitó. Le propuso tomar sus escritos y
publicarlos como cuentos de horror, y él aceptó. Una vez más, el espeluznante
mundo interior de Gerard Schaefer quedaba expuesto... y en él, quedaba claro
que su inicio como asesino serial comenzó cuando contaba con a penas 19 años,
pues estos cuentos eran, decididamente, una autobiografía camuflada. En 1991,
Schaefer y London retomaron su relación amorosa; pero al poco tiempo, Sondra
decidió terminar la relación, pues se había enamorado de otro asesino en serie,
Daniel Harold Rolling* (A este tipo de mujeres, se les denomina "Serial
Groupies", que son aquellas que suelen perseguir y enamorarse de asesinos
seriales) Schaefer se enfureció y la demandó por el "robo" de sus
cuentos. Más tarde, llegaría a amenazarla de muerte, pues se sentía traicionado.
En 1995, Schaefer fue
encontrado muerto. Había sido salvajemente apuñalado cuarenta veces por su
compañero de celda Vincent Faustino Rivera. Este jamás mencionó el motivo; sin embargo, muchos aseguran
que varios reclusos lo querían ver muerto debido a que "vendía"
información a la policía para obtener beneficios... o por el simple hecho de
sentir que podía seguir atormentando a las personas, aún estando tras las rejas.
Vincent Faustino Rivera
“Hacer ‘dobles’ es mucho más difícil que hacer sencillos, pero por otra parte eso lo pone a uno en la posición de obtener el doble de diversión. Puede haber vívidas discusiones sobre cuál de las víctimas debe ser asesinada primero. Cuando ti
enes un par de pimpollos atadas de pies y manos y listas para una lección con el cuchillo para despellejar, ninguna de las dos diablillas quiere ser la primera en irse. Y no se lo piensan dos veces para decirte por qué su mejor amiga es la que debe morir”. Gerard Schaefer ENTREVISTA
*Daniel Harold Rolling The Gainesville Slasher ( El Acuchillador de Gainesville), también conocido como El Destripador de Gainesville, fue un asesino en serie estadounidense que asesinó a cinco estudiantes en Gainesville, Florida. Rollings más tarde confesó haber violado a varias de sus víctimas, la comisión de un adicional de 1,989 triple homicidio en Shreveport, Louisiana, y de intentar asesinar a su padre en mayo de 1990. En total, Rolling confesó haber matado a ocho personas. fue ejecutado por inyección letal en 2006.)