Literatura

domingo, 10 de febrero de 2013

Ilse Koch y sus macabras manualidades


 " [...] Era una mujer muy hermosa de largos y rojos cabellos, pero con la suficiente sangre fría como para disparar a cualquier preso en cualquier momento. Tenía en mente fabricar una pequeña lámpara de piel humana, y un día en el ‘Appellplatz’ se nos ordenó a todos desnudarnos hasta la cintura. Los que tenían tatuajes interesantes fueron llevados ante ella, para escoger los que le gustaban. Esos presos murieron y con sus pieles se hicieron lámparas para ella. También utilizaron pulgares momificados como interruptores [...] "

Declaración de Kurt Glass, preso jardinero de los Koch y testigo en los juicios de Dachau de 1947


Su nombre es Ilse Koch, t
ambién se le conoce con el apodo de "La bruja de Buchenwald", Nació en Dresde, empieza a familiarizarse con los dirigentes nazis y tiene aventuras con varios de ellos hasta llegar a convertirse
 en secretaria de los nazis y fue personalmente elegida por Heinrich Himmler, jefe de las temidas SS y de la Gestapo, para luego casarse con el sanguinario Karl Koch, su ayudante principal. Con el tiempo, Karl es nombrado coronel del campo de concentración de Sachsenhausen, construido en las proximidades de la ciudad capital.

Karl Otto Koch


En 1936, a medianoche y en medio de un rosedal segun se cuenta, el sanguinario Karl e Ilse Koch contrajeron matrimonio. Pese a la fama que tenía Karl Koch, (se contaba que golpeaba a los prisioneros con un látigo lleno de navajas de afeitar, además, solia decir a algunos prisioneros que le mostraran el pene, para golpearlo con una vara pequeña) a Ilse no le importaba, y además estaba orgullosa de tener por esposo a un coronel Nazi, ya que habia pasado de ser una campesina a una persona importante y respetada

En 1939, Karl es ascendido a Coronel del campo de concentración de Buchenwald, uno de los primeros y más grandes del régimen nazi. Además también era conocido por ensayarse diversos métodos de experimentación médica con los prisioneros. Ilse aplico diversas técnicas de castigo y tortura, ganándose una fama de sádica.


fosa común de victimas de los experimentos en Buchenwald



cabezas reducidas, lampara y objetos fabricados con despojos humanos


Obsesionada con su aspecto, Ilse se daba baños en vino de Madeira mientras miles de prisioneros morían de hambre a pocos metros de la entrada de su casa. De día caminaba por el campo, armada de un látigo y pegando a los detenidos cuyo aspecto no le gustaba. Azuzaba a los perros contra las embarazadas y chillaba encantada al comprobar que se asustaban. De noche organizaba orgías lésbicas con las esposas de los oficiales. Luego se dedicó a los subordinados de su marido y llegó a tener aventuras con doce a la vez. Ilse quedó fascinada con las técnica de castigo y la tortura y no tardo en ganarse la fama de ninfómana y sádica. Uno de sus múltiples y retorcidos placeres consistió en permanecer a la entrada del campo a medida que llegaban nuevos prisioneros, los esperaba con los pechos desnudos, los acariciaba y gritaba comentarios subidos de tono, si alguno cometía el error de mirarla lo golpeaba hasta perder el sentido.




adornos, cuadros y lamparas creadas con piel humana

También le encantaba adornar su hogar con trofeos, digamos... peculiares. Un día ordenó que decapitaran a varios prisioneros y encogiesen químicamente sus cabezas para que quedaran del tamaño de un pomelo, docenas de esas cabezas decoraban su comedor, en el que cada día comían ella y sus hijos.





Cierto día se le ocurrió una idea, ordenó que desollaran a varios prisioneros y que con su piel la costurera preparara cubiertas para libros, billeteros, guantes y pantallas. Mientras la mayoría de las madres alemanas tejían para sus hijos bufandas y calcetines de lana, Ilse producía artesanías con restos humanos. Muchas de ellas terminaron en Berlin como regalos a altos mandos Nazis. En 1945, cuando se aproximaban las tropas de la Unión Soviética, huye al lado occidental de Alemania. Dos años después es capturada y encarcelada

El fiscal que le acusó en el juicio, dijo: "Fue uno de los elementos más sádicos del grupo de delincuentes nazis. Si en el mundo se oyó un grito, fue el de los inocentes torturados que murieron en sus manos".



Tatuajes arrancados a prisioneros

En 1967, desde la cárcel de Aichach, escribió a su hijo una carta donde no manifiesta remordimientos ni la menor pena por los crímenes que supuestamente habría cometido. A los sesenta y un años Ilse Koch ató varias sábanas, las sujetó de la lámpara que colgaba encima de su cama y se ahorcó. En su última carta escribió: "No hay otra salida para mí, la muerte es la única liberación".







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