Literatura

lunes, 3 de septiembre de 2012

Gerard Schaefer "El Carnicero de Blind Creek"





Gerard John Schaefer, nace en Nueva York el 25 de Marzo de 1945. Se sabe que Gerard era un chico que gozaba torturando animales, y que también sentía atracción por la ropa interior de mujer. Se graduó de la Universidad, en donde demostró ser un gran estudiante. Luego se casó y comenzó una carrera como maestro; sin embargo sería despedido por "comportamiento totalmente inapropiado"

Schaefer, finalmente, decidió ingresar a la policía, en donde se convirtió en oficial y fue ayudante de sheriff. Con su ropa de oficial de policía, y una eterna y cínica sonrisa en el rostro, Gerard John Schaefer comenzó a buscar a sus víctimas entre las cientos de chicas que hacían autostop en la carretera, o las que caminaban por un costado, solas o en parejas.



El modus operandi del asesino era inconfundible, pues casi siempre mataba a dos chicas a la vez. Luego de que recogía en su patrulla a chicas que hacían autostop en la carretera, a punta de pistola, las obligaba a adentrarse en el bosque. Las ataba a los árboles, les tomaba fotografías, para luego torturarlas y matarlas. Aun así, la tortura psicológica era su especialidad... jugaba con ellas, diciéndoles que ellas debían dar las razones de por qué la otra debía morir primero. Mientras las chicas lloraban e imploraban por sus vidas y pedían no ser la primera en morir, Schaefer sentía un enorme placer sexual. Después de matarlas, las descuartizaba y enterraba en el bosque.

El 21 de Julio de 1972, Schaefer atacó a dos muchachas de 17  y 18 años, las ató a unos árboles 
con sogas atadas a sus cuellos y los pies apoyados en las raíces. Si resbalaban de su punto de apoyo, morirían ahorcadas. y las abandonó, prometiéndoles que volvería pronto. Luego de dar un paseo, el asesino volvió por sus presas, pues encontró interesante correr el riesgo de dejarlas abandonadas en el bosque; sin embargo las chicas se habían librado de sus ligaduras y habían huido. Schaefer comprendió que esto lo podía meter en problemas, así que llamó inmediatamente al sheriff y le comentó que había hecho algo estúpido... que se había sobrepasado con dos chicas, al tratar de "asustarlas" para que dejaran de hacer autostop. El sheriff sospechó de Schaefer; pero accedió a salir en busca de las niñas desaparecidas.

Después de este incidente, Schaefer fue expulsado de la policía y quedó con libertad bajo fianza. Pocos meses después, volvía a las andadas; pero esta vez no como oficial de policía. Uno de estos "crímenes dobles", quedó al descubierto en 1973, cuando se encontraron los cuerpos en estado de descomposición de dos chicas. Los cadáveres descuartizados, mostraban rasgos de haber sidos atados a unos árboles, lo que recordó a los investigadores el caso Schaefer. Luego de una orden de cateo en la casa del ex policía, se hallaron cientos de aretes y anillos de mujeres desaparecidas, además de escritos y dibujos de Gerard Schaefer, que lo delataban como un sádico psicópata. En ellos, describía cómo asesinar "putas", torturarlas, desmembrarlas y abandonarlas en el bosque.

EVIDENCIAS


Aretes y anillos de mujeres desaparecidas



Escritos y dibujos sadicos





Schaefer parecía tener una respuesta para todo. Decía que esos escritos, eran parte de un libro que estaba escribiendo, el cual estaba basado en la vida de un asesino en serie; pero que no correspondían a sus sentimientos ni su modo de pensar. El tribunal no le creyó y se probó su conexión con los asesinatos de las dos chicas halladas en el bosque. Le dieron cadena perpetua, y la policía aun sospechaba que Schaefer había cometido más de 30 asesinatos.

Los noticieros intentaron difundir la noticia del cruel asesino serial; pero Schaefer era un hábil extorsionador y estafador, todo un experto en demandar personas. Desde su celda, inició procesos contra todos los escritores, investigadores y conferencistas que mencionaran su nombre, aunque fuera de pasada. Perdió todos los juicios, pero hizo gastar a sus acusados cantidades considerables de dinero. Los medios de comunicación decidieron vetarlo, para evitar los costosos juicios. También se dedicó a estafar por teléfono durante su estadía en la cárcel, enviándole ropa interior femenina a pervertidos. Se hacía pasar por una mujer que cobraba dinero para que otros hombres lavaran su ropa interior... y luego se la enviaran de vuelta por correo, además de una buena cantidad de dinero.

También fue abogado de varios reclusos en su estadía en prisión; pero luego los traicionaba y delataba de sus crímenes a la policía, por lo que se ganó mala fama dentro del penal, e incluso llegó a enviar a uno de sus propios "clientes" al pasillo de la muerte. También tramó varias formas de escapar y generar conspiraciones dentro de la cárcel, las cuales casi pasan desapercibidas por la policía. Como si fuera poco, se dedicaba a escribir falsas cartas de amor a otros presos. En ellas, se hacía pasar por "el gran amor de sus vidas", mientras se reía de ellos a sus espaldas.

Ted Bundy, el famoso, inteligente y carismático asesino en serie, trataba de conseguir regalías en la cárcel luego de ser arrestado y condenado por varios asesinatos. Se ofreció para ayudar a las autoridades en algunos crímenes sin resolver y aportó algunos datos importantes para el estudio del comportamiento psicópata/criminal. Mientras asimilaba su condición de asesino serial famoso y la cuestionable "celebridad" que esto le brindaba; había algo que lo perturbaba. Gerard John Schaefer, se reía constantemente de él. Schaefer era un ex oficial de policía que estaba preso por asesinar a varias mujeres jóvenes, y Ted solía hablar con él... hasta que comenzaron a sincerarse. Bundy admitió que se sintió influenciado por la idea de Schaefer, de matar a dos mujeres al mismo tiempo (Schaefer, quien estaba acusado de haber matado a dos muchachas jóvenes; era sospechoso de al menos 30 asesinatos, y aseguraba haber cometido "asesinatos dobles"; pues le parecía más entretenido) Es así como en 1974, Bundy asesinaría a dos mujeres el mismo día (Janice Ott y Denisse  Naslund), con el fin de emular a Schaefer.

Ted le contó esto a Gerard, quien lo tomó como un halago; por lo que también decidió sincerarse con él. Le dijo: "Ted... tú no eres el mejor. Yo lo soy" Bundy, intrigado, le preguntó a Schaefer cuantas mujeres había asesinado en realidad (Bundy decía haber matado a más de 30... según algunas entrevistas, en algún momento llegó a insinuar que su conteo de crímenes llegaba casi a los tres dígitos) Gerard, ante la incredulidad de Bundy, sólo sonreía y miraba fijamente, lo cual terminó por desquiciar a Bundy. Como estaban en celdas contiguas, Schaefer continuó burlándose de Ted, diciéndole que el número de asesinatos que había cometido, no era suficiente. Por aquel entonces, a Schaefer se le había juzgado por dos asesinatos comprobados; sin embargo, en su casa se encontraron cientos anillos y aretes de posibles víctimas. Esto, sumado a varias notas encontradas en donde Gerard había descrito cientos de asesinatos y torturas, indicaba a la policía que Schaefer habría podido asesinar a más de ciento diez mujeres, lo que lo convertiría (definitivamente) en el más prolífico asesino serial de los Estados Unidos, algo que Bundy no podía soportar.

Gerard decidió conceder una entrevista, pocos años antes de su muerte, para un documental acerca de su caso. En ella, se mostró como un monstruo cruel y despiadado; pero sin dejar de lado la cínica sonrisa que lo caracterizaba, y una mirada tan recalcitrante, como intimidante. Disfrutó cada minuto de la entrevistas, jactándose de sus crímenes y sacando a relucir su indudable capacidad de hacer sufrir a los demás... sobre todo cuando reconoció haber torturado psicológicamente al mismo Ted Bundy, uno de los más célebres asesinos en serie de Norteamérica. Según algunas fuentes, Bundy habría solicitado, en algún minuto, que lo alejaran de Schaefer; pues ya no lo soportaba. Lo cierto es que se sentía perturbado al saber que Schaefer era, por lo visto, más cruel que él mismo. Un ejemplo interesante de esta situación, son las declaraciones de Bundy y Schaefer, con respecto a sus crímenes. El primero, Bundy, decía estar arrepentido... obviamente un arrepentimiento falso; pero sabía que debía actuar como si esto le afectara, ante la sociedad. Esta actitud la tomó poco antes de ser ejecutado, y existe un documental ampliamente difundido, en el cual pide perdón a los familiares de sus víctimas y "lamenta" lo ocurrido; a pesar de haber hecho todo lo posible, años antes, por salir airoso de la situación. 






















Muy por el contrario, Schaefer, narraba con placer el cómo asesinaba y torturaba a sus víctimas. No le importaba quedar bien con nadie, pues su placer radicaba en el espanto que provocaban sus declaraciones y su personalidad retorcida. Disfrutaba de ser un asesino y narrar sus sórdidas historias; con la astucia suficiente como para no volver a ser condenado por otros crímenes... después de todo, sabía bastante sobre las leyes. El periodista que lo entrevistó, diría más tarde que Schaefer era el peor asesino que le había tocado entrevistar en su vida. Otro policía, ex compañero de Schaefer, lo calificó como "la peor persona que jamás había conocido"

Entre las más aterradoras declaraciones de Schaefer, además de insinuar constantemente que asesinó a más víctimas que Bundy, dice haber leído tanto sobre Albert Fish (asesino en serie canibal), que decidió devorar a dos de sus víctimas y comerlas con pimientos y cebollas. El número total de víctimas de Schaefer se desconoce. Él argumentaba que fueron entre 80 y 110, que en una ocasión una mujer se ahogó en su propio vómito mientras veía cómo mataba a su amiga y se preguntaba, irónica y cruelmente: Una vez maté a una mujer embarazada, ¿Eso cuenta como dos asesinatos? efectivamente contaba como dos asesinatos a la vez. En todo momento las trató de "putas" y no mostró un solo ápice de arrepentimiento.

Luego de que su caso se hizo público, una ex novia que tuvo Schaefer en la secundaria, Sondra London, lo visitó. Le propuso tomar sus escritos y publicarlos como cuentos de horror, y él aceptó. Una vez más, el espeluznante mundo interior de Gerard Schaefer quedaba expuesto... y en él, quedaba claro que su inicio como asesino serial comenzó cuando contaba con a penas 19 años, pues estos cuentos eran, decididamente, una autobiografía camuflada. En 1991, Schaefer y London retomaron su relación amorosa; pero al poco tiempo, Sondra decidió terminar la relación, pues se había enamorado de otro asesino en serie, Daniel Harold Rolling* (A este tipo de mujeres, se les denomina "Serial Groupies", que son aquellas que suelen perseguir y enamorarse de asesinos seriales) Schaefer se enfureció y la demandó por el "robo" de sus cuentos. Más tarde, llegaría a amenazarla de muerte, pues se sentía traicionado.

En 1995, Schaefer fue encontrado muerto. Había sido salvajemente apuñalado cuarenta veces por su compañero de celda Vincent Faustino Rivera. Este jamás mencionó el motivo; sin embargo, muchos aseguran que varios reclusos lo querían ver muerto debido a que "vendía" información a la policía para obtener beneficios... o por el simple hecho de sentir que podía seguir atormentando a las personas, aún estando tras las rejas.


Vincent Faustino Rivera

“Hacer ‘dobles’ es mucho más difícil que hacer sencillos, pero por otra parte eso lo pone a uno en la posición de obtener el doble de diversión. Puede haber vívidas discusiones sobre cuál de las víctimas debe ser asesinada primero. Cuando ti
enes un par de pimpollos atadas de pies y manos y listas para una lección con el cuchillo para despellejar, ninguna de las dos diablillas quiere ser la primera en irse. Y no se lo piensan dos veces para decirte por qué su mejor amiga es la que debe morir”.
Gerard Schaefer


ENTREVISTA







*Daniel Harold Rolling The Gainesville Slasher ( El Acuchillador de Gainesville), también conocido como El Destripador de Gainesville, fue un asesino en serie estadounidense que asesinó a cinco estudiantes en Gainesville, Florida. Rollings más tarde confesó haber violado a varias de sus víctimas, la comisión de un adicional de 1,989 triple homicidio en Shreveport, Louisiana, y de intentar asesinar a su padre en mayo de 1990. En total, Rolling confesó haber matado a ocho personas.  fue ejecutado por inyección letal en 2006.)

viernes, 31 de agosto de 2012

WESTLEY ALLAN DODD, EL DEPREDADOR DE NIÑOS





Westley Allan Dodd nació en Richland, Washington, el 03 de julio 1961. fue un asesino en serie, abusador de menores y pederasta. A diferencia de la mayoría de los asesinos en serie, Dodd dijo que nunca fue abusado o descuidado. pero aseguró que nadie se dirigía palabras de afecto o cariño, lo que provocó en Westley un temple frío. A pesar de todo, era una familia unida y feliz.


Desde pequeño, Dodd mostró ciertas conductas exhibicionistas. Mostraba sus genitales por la ventana de la casa o salía a andar en bicicleta desnudo. Estos actos, generalmente son un indicador de un sadismo latente; en menor grado claro está. Sin embargo, muchos psicólogos piensan que el exhibicionismo es forzar a otro a ver algo que hubiese preferido ahorrarse. Ese acto es el génesis del sadismo. Obviamente, en el caso de Dodd (un chico pequeño, menudo y de rostro fino) pasaba a ser más llamativo que grotesco y nadie lo tomó como algo realmente grave. Pero también cometía actos de masoquismo sin que nadie sospechara, como introducirse varas de madera por el recto o agujas por el pene, para ver hasta donde podía soportarlo. sus primeras víctimas fueron sus propios primos. 


Ya con 17 años, Dodd se inscribió como guía de los Niños Exploradores, lugar donde podía estar más cerca de ellos y buscar la instancia para sodomizarlos. También solía entrar a los cines en los que se exhibían películas para menores de edad, en donde se sentaba tranquilamente a esperar a que un niño fuera al baño. Entonces lo seguía, lo violaba en el baño y huía. Hasta entonces, Dodd no usaba la violencia. Se aprovechaba de que eran niños muy pequeños (de 2 a 8 años) para engañarlos, ofreciéndoles dulces, juguetes o dinero. Y es que Dodd no parecía una amenaza ni de lejos.

En un par de ocasiones, ya siendo mayor de edad, fue detenido por conductas sospechosas con menores. Incluso en una ocasión, intentó raptar a dos niñas pequeñas para violarlas, y a pesar de ser detenido, fue puesto en libertad. La segunda detención registrada, explica cómo había ofrecido 50 dólares a dos menores, para ir a un motel a jugar strip-póker. El mismo Dodd reconoció que su deseo era violarlos; pero de forma incomprensible volvió a salir a la calle. tambien para estar más cerca de sus risueños objetos de deseo, se alquilaba de niñero. Todas sus víctimas (más de 50 en total) eran niños menores de 12 años, algunos de ellos tan jóvenes como de dos años. Sus fantasías sexuales se fueron haciendo cada vez más violentas en los últimos años (incluso escribió sobre el deseo de comer los genitales de sus víctimas pero no pudo llevar a cabo su plan.
).


Después aparecieron en su mente otras imágenes, más agresivas y audaces, implorando una nueva satisfacción. Fue entonces que empezó a llevar una bitácora de sus más caros deseos. “Deberá morir de esta manera:”, escribió. “Será amarrado en el suelo. En vez de colocar una bolsa sobre su cabeza, como previamente lo había planeado, taparé su boca con cinta adhesiva. Entonces, cuando esté listo, utilizaré la tela de su ropa para taponarle la nariz. De esa manera me podré sentar, tomar fotografías y verlo morir, en lugar de concentrarme en mis manos o en la ropa alrededor de su cuello”


los hermanos Cole y William Neer, de 11 y 10 años, respectivamente, desaparecieron en el parque David Douglas en Vancouver. El hombre los raptó y los llevó a su casa, donde los torturó y violó repetidamente. Cuando se aburrió de sus presas, los llevó al bosque, los amarró con unas agujetas, volvió a violarlos y finalmente los asesinó a cuchilladas.

Semanas después, cuando la urgencia regresó, Dodd visitó Vancouver con una sola idea en la cabeza: encontrar una nueva víctima. Era Lee Lesli, a quien secuestró del patio de la escuela elemental Richmond. El niño también fue conducido a la casa de su verdugo, donde fue violado, torturado y fotografiado desnudo. Lee murió por asfixia y su cuerpo fue colgado en un armario durante varias horas, hasta que amaneció y Dodd decidió tirar el cadáver cerca del Lago Vancouver.

Después de que Dodd fue arrestado por tratar de secuestrar a un niño de una sala de cine, la policía encontró en su casa un potro de tortura, listo para utilizar. Fue detenido por la policía local en Camas, Washington y entrevistado por los detectives del grupo de tareas.



El potro de tortura




las autoridades acudieron al departamento del detenido y encontraron una serie de evidencias que corroboraban parte de la declaración, entre otras, instrumentos utilizados para torturar, así como una maleta con decenas de fotografías de niños en poses sexuales, Dodd tenía guardada la ropa interior de Spiderman de Lee Islei y fotos de el ahorcado en su clóset.

Dodd fue condenado a muerte en 1990 por abusar sexualmente y luego matar a puñaladas a Cole Neer (edad 11) y su hermano William (10) cerca de un parque de Vancouver, Washington en 1989, así como por la violación por separado y el asesinato de Lee Iseli.


Menos de cuatro años transcurrieron entre los asesinatos y la ejecución de Dodd. Se negó a apelar su caso o la pena capital, afirmando que "tengo que ser ejecutado antes de que tenga una oportunidad de escapar o de matar a alguien dentro de la prisión. Si logro escapar, yo les prometo que voy a matar a los guardias de las prisiones, tengo que violarles y disfrutar de cada minuto."




Mientras que en la corte dijo que, si se escapaba de la cárcel, inmediatamente volvería a "matar y violar niños." Dodd fue ejecutado en la horca a las 12:05 am del 05 de enero 1993 en la Penitenciaría del Estado de Washington, en Walla Walla. Por ley del estado de Washington, Dodd tuvo que elegir el método de su ejecución, y la ley estatal dio Dodd dos opciones: la inyección letal o ser ahorcado. Dodd decidió que lo colgaran, en entrevistas declaro que él eligió ese método "porque esa es la forma en que Iseli Lee murió."

VIDEO EN INGLES: 



domingo, 26 de agosto de 2012

Dean Corll, "Candy Man"


Dean Corll nació en Fort Wayne, Indiana (Estados Unidos), el 24 de diciembre de 1939. En la década de los cincuenta, la madre de Corll inició una pequeña empresa de golosinas, principalmente dulces de nuez, junto con su segundo marido. La tenían en el garaje de su casa. Dean Corll trabajaba allí día y noche, mientras seguía asistiendo a la escuela. Cuando cumplió diecinueve años, la familia se trasladó a Houston, donde abrieron una nueva dulcería.

Tras el segundo divorcio de su madre en 1963, Dean Corll se mudó a un departamento encima de la tienda. La tienda de dulces ya tenía algunos empleados y Corll pasaba mucho de su tiempo libre en compañía de los niños del barrio. Les daba caramelos gratis y ellos lo conocían con el sobrenombre de "Candy Man: El Hombre de los Dulces”.

Dean Corll fue reclutado en el ejército en 1964, donde asumió que era homosexual. Después de diez meses obtuvo una licencia para poder ayudar a su madre con el negocio de dulces. El 25 de septiembre de 1970, Jeffrey Konen, de dieciocho años de edad, desapareció mientras hacía autostop en la carretera. Era estudiante de la Universidad de Texas y se dirigía a casa de sus padres en Houston. Fue la primera víctima. Dean Corll lo recogió, le dijo que se dirigía a Houston y lo llevó a su domicilio. En el camino, le regaló al joven unos dulces. Cuando llegaron a casa de Corll, lo invitó a tomar una cerveza antes de llevarlo a casa de sus padres. El chico, no queriendo parecer descortés, aceptó. Una vez adentro, Dean Corll lo golpeó en la cabeza, dejándolo inconsciente. Después lo amarró a una silla y empezó a torturarlo. La agonía de Jeffrey Konen duró varias horas. Corll se ensañó con él. Tras desnudarlo, lo violó varias veces. Después lo golpeó en la cabeza hasta destrozársela.

A diferencia de Jeffrey Konen, las siguientes víctimas de Corll fueron secuestradas en Houston Heights, que era entonces un barrio de bajos recursos al noroeste del centro de Houston. Su segunda víctima fue Homero García, un niño hispano de bajos recursos a quien le prometió dinero. Tras darle los consabidos dulces, lo llevó a su casa. Lo violó. Luego le cortó el cuello hasta que el pequeño se desangró. Otras dos víctimas, Malley Winkle y Billy Baulch, habían trabajado para el negocio de los dulces Corll, como repartidores del producto a las tiendas.

Los introducía en una caja de madera, donde permanecían sin poder sentarse ni recostarse, sufriendo terribles calambres en todo el cuerpo. Les arrancaba el vello púbico, uno por uno. Les metía varillas de acero analmente. Cada vez era más cruel. Les hacía cortes en el cuerpo, les partía los dedos, les rompía los huesos de brazos y piernas a martillazos, les quebraba los omoplatos o los asfixiaba con bolsas de plástico. A otros los castraba utilizando cuchillos, tijeras o navajas de afeitar.

Corll raptaba a chicos de entre trece y veinte años. Siempre les ofrecía y regalaba dulces en el trayecto a su domicilio. Según la edad de las víctimas, prometía comprarles ropa, juguetes o darles dinero. Además, acondicionó uno de los cuartos de su casa como cámara de tortura. Allí llevaba a los niños. Después de desnudarlos y violarlos, los atormentaba. Les metía gruesos dildos por el ano y se los dejaba dentro todo el tiempo.

La policía consideraba a los chicos fugitivos, a pesar de las protestas de los padres que insistían en que sus hijos no se escaparían de casa. Con el tiempo, Corll conoció a otros dos pederastas: David Owen Brooks y Elmer Wayne Henley. Ellos se dedicaban además a asaltar y secuestrar personas. Corll comenzó a pagarles para que le llevaran niños. Así lo hicieron. Durante su relación, estos hombres le vendieron a Corll a veintisiete niños, mismo que terminaron en el cuarto de torturas. Cada uno costaba $200.00 dólares.

El trío del mal: David Owen Brooks (izquierda), Dean Corll (centro) y Elmer Wayne Henley (derecha)


Otras víctimas de Dean Corll fueron Danny Yates, de catorce años, y su amigo James Glass de la misma edad. Los secuestraron el 15 de diciembre de 1970. David Owen Brooks los llevó al departamento de Corll en la calle Columbia, mientras este asistía a una manifestación religiosa. Ambos eran conocidos de Corll. A su regreso, pagó $400.00 dólares y se dedicó a violar y torturar a los chicos antes de estrangularlos.

Luego, el 30 de enero de 1971, le tocó el turno a Donald Waldrop, de quince años, y a su hermano Jerry, de trece. Iban rumbo al boliche. Según declararía Brooks tiempo después, el padre de Donald, que era constructor, trabajaba en la casa que había junto a la de Corll, en el momento en que sus hijos eran violados, torturados y asesinados. Ese tipo de detalles macabros excitaban a Corll.

El 9 de marzo mató a Randall Lee Harvey, de quince años, mientras se dirigía a su casa. Su cadáver fue enterrado por Corll en un descampado. La policía lo hallaría treinta y siete años después, en 2008. El 29 de mayo, Corll secuestró a David Hilligeist, de trece años, quien iba a nadar en una piscina pública. El 17 de agosto, “Candy Man” atrapó a Rubén Watson, de diecisiete años, mientras iba rumbo al cine.

El 24 de marzo de 1972 mató a Frank Aguirre, de dieciocho años. Frank Aguirre tenía una novia: Rhonda Williams, una chica de quince años que le gustaba muchísimo a Elmer Wayne Henley, uno de los dos secuestradores a quienes Corll les compraba víctimas. Corll no lo sabía, pero esa chica sería su perdición. Aguirre fue enterrado en la playa de Isla Alta.


Desde ese momento, Corll y sus cómplices casi siempre enterrarían los cadáveres en la arena de la playa o en un granero junto a la casa de Corll. Pero antes de hacerlo, Corll desarrollaba un extraño ritual: echaba cal sobre los cuerpos, luego envolvía los cadáveres en plástico transparente y ataba los extremos, dejando un pedazo de fuera en cada uno: estaba imitando la envoltura de un caramelo. Los ex empleados de la dulcería recordarían que Corll compraba rollos de plástico transparente, el mismo utilizado para envolver a sus víctimas antes de enterrarlas.

El 21 de mayo de 1972 desaparecieron Johnny DeLôme, de dieciséis años, y Billy Baulch, de diecisiete, mientras se dirigían a la tienda. Tras torturarlos y violarlos, Corll estranguló a Billy y le disparó en la cabeza a Johnny. Como no murió, Henley lo estranguló. El 2 de octubre de 1972, Wally Jay Simoneaux, de catorce años, y su amigo Richard Hembree, de trece, desaparecieron mientras caminaban por una acera. Fueron vistos por última vez subiendo a una furgoneta blanca aparcada frente a una tienda de comestibles. El 22 de diciembre de 1972, un amigo de Henley y Brooks, Mark Scott, de dieciocho años, fue vendido a Corll.

El 4 de junio de 1973 entregaron a Billy Ray Lawrence, de quince años. Corll lo mantuvo vivo durante cuatro días, violándolo y torturándolo reiteradamente. Lo castró utilizando un cuchillo de cocina. Luego lo asfixió antes de envolverlo como a un caramelo. Lo enterró a la orilla del lago de Sam Rayburn. El 15 de junio mató a Ray Blackburn, un joven de veinte años originario de Louisiana. Estaba casado y tenía un hijo. El 19 de julio, Corll asesinó a Tony Baulch, de quince años; un año antes, había matado a Billy, su hermano mayor. El 25 de julio ejecutó a dos más: Marty Jones, de dieciocho años, y Charles Tizon, de diecisiete. El 3 de agosto, Corll mataría a su última víctima: James Dreymala, de trece años de edad. Fue atraído al departamento con el pretexto de recoger botellas vacías de Coca Cola para venderlas.

“Candy Man” ya era responsable de los asesinatos de casi cuarenta niños y jóvenes de Houston. Los vecinos hablaban de Corll como de un hombre ejemplar. Su opinión inicial había cambiado y ahora les encantaba que les obsequiara dulces a sus hijos. Los niños lo seguían y él siempre los trataba bien cuando estaban en su tienda. Nadie se imaginaba lo que ocurría en el aislado cuarto de torturas, ni que muchos de los chicos que desaparecían terminaban allí.

Aproximadamente a las 03:00 horas del 8 de agosto 1973, Henley llegó a la casa de Corll acompañado por un niño de trece años llamado Tim Kerley, quien iba a ser la próxima víctima. Con ellos estaba Rhonda Williams, la chica de quince años que había sido novia de Frank Aguirre y que ahora era novia de Henley. Brooks no estaba presente en ese momento. Dean Corll se puso furioso de que Henley hubiera llevado a una niña: él quería chicos. Henley le explicó que Rhonda era su amante, no una víctima. Finalmente se calmaron, Corll llevó al niño al cuarto de torturas y lo dejó allí amarrado. Luego los tres se pusieron a beber. Henley y Rhonda se emborracharon y se quedaron dormidos.

Cuando despertaron, estaban amarrados. Corll estaba frente a ellos, con una pistola calibre .22 en la mano. “Los voy a matar”, dijo, apuntándoles. Henley trató de razonar con él. Le dijo que, si lo mataba, no volvería a tener chicos para sus juegos. Tras un rato, Corll cedió. Desató a Rhonda y luego a Henley. Corll también estaba borracho y comenzó a insistir en que mientras él violaba y mataba al niño, Henley hiciera lo mismo con Rhonda Williams. Henley se negó, y pronto se desató una pelea entre él y Corll.

“Candy Man” estaba muy violento y cuando la situación se hizo incontrolable, Henley tomó el arma y le disparó a Corll seis veces en la cabeza, espalda y hombro. Dean Corll estaba muerto. Rhonda insistió en que Henley liberara al niño, lo cual hizo. Después llamaron a la policía.

Se criticó duramente al Departamento de Policía de Houston, que había clasificado a los niños desaparecidos como fugitivos, y no como víctimas de secuestro. El caso de Corll era el peor en muchos años y los cadáveres no dejaban de aparecer.

cadaveres

Corll no solo era el Candy Man por engañar a sus jóvenes víctimas con caramelos y dulces: también lo era por enterrar a sus cadáveres de forma particular (abajo): cubriéndolos con cal, apretándolos, envolviéndolos en rollos de plástico que ataba en ambos extremos para que el cadáver pareciese un macabro caramelo gigante…




Los periódicos tomaron de inmediato el nombre que los niños le habían puesto: “Candy Man”. Esa contradicción entre un hombre afable repartiendo golosinas y un asesino brutal y torturador encontró su lugar en el imaginario popular. Desde entonces, se lanzó una campaña permanente para advertirles a los niños que nunca aceptaran dulces de extraños.

domingo, 8 de julio de 2012

Karl Grossman "El carnicero de Berlin" (Alemania)




Grossman era un monstruo en la vida real y estaba dominado por perversiones tan depravadas que parecen sacadas de las películas gore más atroces. fue un degenerado sexual y un sádico desde jovencito. Cuando murió había cumplido 3 condenas por abusos sexuales y físicos a niños algunos de los cuales acabaron con la muerte de la infantil víctima. En su juicio Georg declaró que también se había entregado a la bestialidad y la necrofilia.

Georg Karl Grossman nació en Neuruppin cerca de Berlín en 1863. No se sabe gran cosa de sus primeros años, excepto que, tuvo encuentros sexuales de carácter sádico. Veinte y cinco detenciones a lo largo de su carrera delictiva. Aunque trabajó de carnicero, Grossmann prefirió vivir de la mendicidad en las calles, y su dinero lo gastaba en prostitutas.

Protegido por su hoja de veterano de la Primera Guerra Mundial, Grossman mataba a sus víctimas y vendía la carne en el mercado negro, cerca de la terminal del ferrocarril de Silesia, mientras que lanzaba sus huesos al río. La guerra y la posterior depresión de la República de Weimar, hizo que el hambre fuera un elemento habitual en las calles de Alemania, por lo que el pasado carnicero de Grossmann le facilitó la venta de sus piezas de carne.

En agosto de 1921, Grossman fue arrestado en su apartamento de Berlín después de que los vecinos escucharan gritos y de lucha violenta antes de que llegara el silencio más absoluto. La policía registro su apartamento y encontraron a una mujer recientemente asesinada en la cama. Grossman fue arrestado y acusado de asesinato. Los vecinos explicaron que subía habitualmente acompañada de mujeres, jóvenes en su mayoría durante los últimos años. Nadie vio salir a alguna de ellas.



Cuántas víctimas cayeron en las manos de Grossman es una dato que no se sabe con certeza. Solo se encontró el cuerpo de su última víctima. Según sus propias declaraciones una vez detenido, el asesino confesó que había aniquilado al menos unas cincuenta mujeres, habiendo abusado de ellas sexualmente antes de matarlas.

Grossman se colgó en la celda de la cárcel mientras esperaba la ejecución de su pena de muerte.

sábado, 7 de julio de 2012

Dennis Nilsen, "El Estrangulador de Muswell Hill"



“Una mente puede ser perversa sin tener que ser anormal”.
                                           Croom-Johnson, magistrado

Dennis creció con su madre, su hermano mayor y su hermana pequeña, pero la influencia más fuerte era la de sus severos, estrictos y cariñosos abuelos. Eran pescadores descendientes de varias generaciones de marineros. Estas familias de los pueblos pescadores de Aberdeenshire eran fatalistas en cuanto a su visión del mundo; la mayoría había perdido a algún miembro de la familia en el mar. El océano ejerció una extraña fascinación sobre Nilsen. A los ocho años fue rescatado de morir ahogado en el puerto de Fraserburgh por un desconocido. Recordaba la experiencia con placer.

Las familias estaban también profundamente emparentadas. Después de siglos de matrimonios entre los miembros de la misma comunidad, había frecuentes casos de inestabilidad mental. Algunos de los antepasados de Dennis Nilsen, por el lado de su madre, sufrieron problemas mentales y hubo casos de suicidio.

Nilsen creció compartiendo una sola habitación con su madre, su hermano y hermana en Academy Road nº 47, la casa de sus abuelos. Era una familia feliz aunque muy disciplinada. La infancia de Nilsen transcurrió en un ambiente severo y represivo de acuerdo con los métodos pedagógicos de la época. Pasó su infancia en una atmósfera de fundamentalismo religioso. Era retraído, hosco e intratable. Se encerró en un intenso mundo privado en el que nadie podía penetrar, excepto su abuelo. Andrew Whyte era el héroe de Nilsen. Le contaba al niño cuentos sobre las olas del mar, le llevaba sobre sus hombros a dar largos paseos por la playa y volvían a casa cuando se dormía en sus brazos. Cuando el abuelo regresaba del mar toda la familia sabía que volvía a casa para estar con Dennis.

Andrew tuvo un ataque al corazón en el mar en 1951. Llevaron su cuerpo en un tren a Fraserburgh y de allí a la casa de la familia, donde pusieron su ataúd sobre la mesa del comedor. A Dennis no le advirtieron que su abuelo estaba muerto. Le dijeron que entrase y viera al abuelo, y a los dieciséis años tuvo la primera visión de un cadáver. Desde ese momento, las imágenes de muerte y amor se fusionaron en su mente. Quería estar con su abuelo. Quería estar muerto.

El chico se retiró aún más al secreto mundo de su imaginación. Tenía pocos amigos y no se consideraba digno de tener los que tenía. Al llegar a la pubertad se dio cuenta de que le atraían los chicos, y pensó que esto aún lo marcaba más como un ser diferente. Durante sus años en el colegio, Nilsen no tuvo relaciones de ninguna clase. En la escuela Strichen se mantenía apartado de los demás.

Desarrolló una obsesión por un chico de la clase de su hermana que era hijo de un pastor local. No se atrevía a acercársele y sólo lo miraba en el recreo y trataba de estar cerca de él. No habló con él nunca. Tuvo otra obsesión por un chico, Pierre Duval, que no era sino un grabado del libro que Nilsen utilizaba para las lecciones de francés.



Pierre Duval: enamorarse de un dibujo


Nilsen pronto dejó la escuela. Se alistó en el Ejército a los quince años y pasó los tres primeros años, de 1961 a 1964, en Aldershot, como soldado entrenador. Luego describiría estos años como los más felices de su vida. Pasados los exámenes, se unió al cuerpo de abastecimientos y fue destinado a Osnabruck en Alemania, donde empezó a beber. Después de un corto período en Noruega fue destinado a Aden, en Oriente Medio, donde los ingleses estaban metidos en una guerra antiterrorista. Hacia 1969 le enviaron a Berlín con los Highlanders, allí tenía la misión del abastecimiento para la comida de los oficiales. Doce meses después se encontró como responsable de la cocina para los mandos de la Guardia Real de la Reina en Balmoral, Escocia. En 1971, se unió a los 242 Signals en las islas Shetland. Aprendió a utilizar un cuchillo de trinchar y a descuartizar reses. La vida en el ejército lo convirtió en un compañero divertido y distinto, aunque nunca en un amigo íntimo. Había un soldado a quien él admiraba en particular. Nilsen le persuadió para que posara para fotografías en el campo tumbado como si hubiera caído en una batalla.


En el Ejército



En 1972 Nilsen se incorporó a la Escuela metropolitana de adiestramiento de Policía en Londres. Después de realizar un curso intensivo de dieciséis semanas fue destinado a la Comisaría de Willesden Green con el rango de Guardia Policía Q287. Parte de su adiestramiento incluía una visita al depósito de cadáveres, donde los guardias recientemente graduados se iniciaban en el hábito de ver muertos. Los cadáveres parcialmente disecados fascinaron a Nilsen. Apenas un año después dejó la Policía, cosa que sorprendió a sus colegas, quienes lo veían como un buen trabajador que disfrutaba con el oficio.

En la Policía


Su obsesión con la idea de la muerte asumió manifestaciones diversas. Pretendía ser él mismo un cadáver, tumbado frente a un espejo, e intentaba simular la muerte poniéndose maquillaje azul en los labios y haciendo que los ojos parecieran inyectados en sangre, y cubría su piel blanca con talco. Mientras se trató de fantasías privadas, estuvo a salvo, pero las presiones internas para hacer real la experiencia de la muerte crecían. los días libres volvía a la oficina con Bleep, una perra blanca y negra que tenía un ojo ciego, a la cual Nilsen adoraba.

Bleep, la mascota del asesino


Nilsen deseaba la seguridad de una compañía duradera. Una tarde, en 1975, conoció a un hombre joven, David Gallichan, a la salida de un pub, y al día siguiente decidieron instalarse juntos. Ambos se mudaron al piso con jardín de la Avenida Melrose nº 195, y con la perra Bleep y un gato formaron algo parecido a un grupo familiar que duró dos años. Estaba alborozado. Por fin había encontrado a alguien con quien compartir su vida. A Gallichan le apodaba «Twinkle». Mientras Dennis iba a la oficina, David se encargaba de decorar el piso. Pero la convivencia entre ambos era frágil y Gallichan se mudó en el verano de 1977. Nilsen entonces se convenció de que no era fácil vivir con él y cada vez más sus pensamientos eran dominados por un sentimiento de soledad y desesperación.

El 1 de enero de 1979, Dennis Nilsen se despertó y encontró a Stephen Dean Holmes, un chico irlandés de apenas catorce años, que había conocido la noche anterior, durmiendo. Se habían conocido en un pub y luego volvieron a la Avenida Melrose, donde había visto llegar el Año Nuevo juntos, bebiendo hasta quedar inconscientes. Nilsen tenía miedo de que cuando el chico se despertara lo dejase, pues él quería que se quedara. Las ropas del chico estaban en el suelo con la corbata del propio Nilsen. Vio la corbata y supo lo que tenía que hacer. Montándose sobre el chico en la cama, puso la corbata alrededor de su cuello y apretó fuertemente. Inmediatamente el joven despertó y comenzaron a luchar rodando por el suelo. Nilsen apretaba con fuerza. Después de aproximadamente un minuto, el cuerpo de la víctima estaba débil pero aún respiraba intermitentemente. Nilsen fue a la cocina y llenó un cubo con agua. Metió la cabeza del chico en el cubo hasta que se ahogó. Después Nilsen llenó la bañera y llevó el cuerpo al baño para limpiarlo. Pasó largo tiempo secándolo para asegurarse de que quedara sin manchas, y vistió el cuerpo con calzoncillos limpios y calcetines. Durante un tiempo se acostó en la cama abrazado al cadáver, luego lo colocó en el suelo y se puso a dormir.

Al día siguiente quería ocultar el cuerpo bajo las baldosas del suelo, pero el rigor mortis había comenzado y estaba rígido. Lo cogió otra vez y decidió esperar a que los miembros estuviesen más flojos, después de que el rigor mortis hubiera pasado. Sacó a su perra Bleep a pasear y se fue a trabajar. Cuando el cadáver pudo ser manejado, Nilsen lo limpió otra vez. Esperaba ser arrestado en cualquier momento y se quedó sorprendido al ver que nadie llamaba a su puerta. No parecía que nadie echase de menos a la persona cuya vida había arrebatado. La experiencia, aunque satisfizo las ahora necesidades dominantes de su fantasía, también lo asustó y estaba determinado a que no volviese a ocurrir. Decidió dejar de beber. Después de una semana viviendo con el cadáver, Nielsen lo ocultó bajo el suelo. El cuerpo permaneció allí casi ocho meses. Nilsen comenzó entonces la práctica de tomar fotografías de los cadáveres de sus víctimas.



Nilsen con su cámara fotográfica


Pasó casi un año antes del segundo crimen, y la víctima iba a ser la única cuya desaparición tuvo eco en la prensa. Kenneth Ockendon era un turista canadiense que estaba de vacaciones en Inglaterra para visitar a su familia. El 3 de diciembre de 1979 conoció a Nilsen en un pub del Soho y empezaron a charlar pagando cada uno una ronda de cerveza. Ockendon aceptó ir al piso de Nilsen a comer algo. Pararon en una taberna, compartieron la cuenta, y volvieron a la Avenida Melrose, donde se sentaron frente al televisor. Ockendon miró varias veces un mapa de Londres y Nilsen le explicó cómo llegar a varios sitios de interés; las huellas dactilares quedarían en ese mapa, que Nilsen conservaría sin saber que se convertiría en una prueba en su contra.

Al ir pasando la tarde, Nilsen se iba dando cuenta de que Ockendon se iría y volvería a Canadá pronto. Sus sentimientos de un inminente abandono eran similares a los que tuvo cuando mató al chico irlandés. Era de noche y habían bebido grandes cantidades de ron. Ockendon estaba oyendo música por los auriculares. Nilsen afirmaría que no recordaba haber puesto el cable de los auriculares alrededor del cuello de Ockendon, pero sí haberle arrastrado y forcejeado en el suelo porque él también quería oír la música. La perra, Bleep, estaba ladrando frenéticamente en la cocina. Nilsen desenredó los auriculares del cuello de su amigo, se los puso y escuchó discos mientras se servía otra bebida. Después cargó el cadáver sobre sus hombros y lo llevó al baño para lavarlo y secarlo. Lo colocó a su lado en la cama y se puso a dormir.

Al despertarse a la mañana siguiente, guardó el cuerpo en un armario y se fue a trabajar. Cuando llegó al piso esa tarde, cogió el cadáver otra vez y lo sentó en una silla de la cocina mientras lo vestía con calcetines limpios, calzoncillos y camiseta. Hizo algunas fotos con su cámara Polaroid poniendo el cuerpo en varias posiciones, y luego lo colocó junto a él en la cama mientras se acostaba para ver la televisión. En las dos semanas siguientes, Nilsen se sentaba regularmente frente al televisor con el cuerpo de Ockendon en una butaca próxima a él. Luego le quitaba la ropa, lo envolvía en cortinas y lo ocultaba bajo las baldosas durante la noche. La desaparición del turista canadiense fue objeto de las noticias durante varios días. Nilsen pensó que debería haber varias personas que podían haberles visto juntos en el pub, en Trafalgar Square, o en la taberna. Esperó a que los policías llamaran a su puerta, lo interrogasen, y probablemente lo arrestasen. Pero otra vez nada sucedió.

Después de esto, la incidencia de los crímenes de Nilsen se hizo más frecuente. Durante los siguientes veinte meses en que fue inquilino del piso bajo de la Avenida Melrose nº 195, otros diez hombres murieron, a veces dos en el mismo mes. El asesinato se había convertido en un hábito, un placer ya no atemperado por inhibición o frenado por el miedo a ser descubierto. Era imposible predecir qué podía poner en movimiento un impulso asesino, aunque el encuentro que conducía a uno, casi siempre, ocurría en un pub, y especialmente en uno frecuentado por jóvenes homosexuales solteros, solitarios y sin hogar. Nilsen empezaba a entablar conversación con alguno, lo invitaba a beber, ofrecía consejo y buena compañía.

Martyn Duffey era el típico joven sin rumbo que podía ser fácilmente atrapado por un hombre como Dennis Nilsen. Conoció a Dennis Nilsen poco antes de su décimo séptimo cumpleaños: su compartida experiencia en cocina probablemente les dio algo de que hablar. Duffey se fue con Nilsen, bebió dos latas de cerveza y se arrastró hasta la cama. En la oscuridad, Nilsen se sentó a horcajadas sobre él y lo estranguló. Quedó inconsciente pero aún vivo. Nilsen lo llevó a la cocina, llenó el fregadero con agua y sumergió la cabeza del chico durante cuatro minutos. Luego lo arrastró hasta el cuarto de baño, lavó el cadáver y lo volvió a llevar al dormitorio. Nilsen declaró tras su detención que lo guardó también en el armario, pero que dos días después lo encontró hinchado y lo ocultó bajo las baldosas.


William “Billy” Sutherland tenía veintisiete años cuando conoció a Nilsen en un pub cerca de Circus. Procedía de Edimburgo. Los dos hombres pasaron la tarde de bar en bar, y acabaron cerca de Trafalgar Square. Entonces Nilsen, cansado de andar, dijo que se iba a casa. Se dirigió a la estación de metro de Leicester Square y compró un billete. Al darse la vuelta, vio a Sutherland detrás de él. Sutherland le dijo que no tenía a dónde ir, por lo que Nilsen compró otro billete y lo llevó a la Avenida Melrose. Sutherland murió porque era un estorbo. Nilsen no tenía un recuerdo especial de haberlo matado, sólo recordaba el estrangulamiento frente a frente y que a la mañana siguiente había un cadáver.

La muerte de Malcolm Barlow fue aún más casual. Tenía veinticuatro años y estaba completamente solo. El 17 de septiembre de 1981, estaba tirado en la acera de la Avenida Melrose, la espalda contra la pared del jardín, cuando Nilsen salía de su casa camino del trabajo. Nilsen le aconsejó que fuera a un hospital y ayudándolo lo llevó a su casa piso y le preparó una taza de café. Dejándolo allí con su perra, Nilsen se acercó a una cabina telefónica y llamó a una ambulancia. Llegó diez minutos después y se llevó a Barlow al hospital Park Royal. Barlow salió del hospital al día siguiente y firmó en la Oficina Local. A continuación volvió a la Avenida Melrose y esperó en las escaleras de la casa a que Nilsen volviera del trabajo. Cuando Nilsen le vio, se sorprendió: "Suponía que estabas en el hospital”, dijo. Cuando Barlow le contestó que ya se encontraba bien, Nilsen lo invitó a pasar. Nilsen preparó una comida para Barlow y se sentó con él a ver la televisión. Nilsen se sirvió una copa. Barlow pidió a su vez otra, pero Nilsen le dijo que no debería mezclar alcohol con pastillas. Barlow tomó dos rones con Coca-Cola y se durmió profundamente en el sofá. Aproximadamente después de una hora, Nilsen trató de reanimarle, dándole ligeras bofetadas, pero estaba demasiado atontado para moverse. Nilsen pensó que tendría que llamar a una ambulancia otra vez, pero no le importaba gran cosa. Estranguló a Barlow porque le estorbaba, y después siguió bebiendo hasta que llegó la hora de acostarse. A la mañana siguiente, no estando de humor para levantar las baldosas donde yacían seis cadáveres, puso el cuerpo debajo del fregadero de la cocina y salió a trabajar a la Oficina de Empleo. Barlow fue la última persona que murió en la Avenida Melrose. “Lamento que se las arreglara para encontrarme otra vez”, escribió su asesino en su diario.

Muchas víctimas nunca fueron identificadas. Había un hippie melenudo, un hombre joven demacrado, y un cabeza rapada con las palabras “Cortar aquí” tatuadas alrededor de su cuello. La muerte de otra de las víctimas sin nombre en 1981 era recordada por Nilsen con escrupuloso detalle: “Estaba retorciéndole el cuello y recuerdo que quería ver más claramente su aspecto. No sentía ninguna resistencia. Me senté en la silla y puse su cuerpo caliente, fláccido y desnudo entre mis brazos. Su cabeza, brazos y piernas colgaban fláccidamente y parecía estar dormido. Al levantarme a la mañana siguiente lo dejé sentado en el armario y me fui a trabajar. No volví a pensar en el asunto hasta que volví a casa esa tarde. Me puse unos jeans, comí y encendí la televisión. Abrí el armario y levanté el cuerpo. Lo lavé, lo vestí y lo senté frente al televisor. Le hablé de la jornada con comentarios irónicos acerca de los programas de la televisión. Recuerdo haberme asustado por tener un control absoluto sobre ese cuerpo tan bello. Estaba fascinado por el misterio de la muerte. Le susurraba porque creía que él todavía estaba realmente allí. Pensaba que él nunca habría sido tan querido antes en su vida. Después de una semana lo metí debajo de las baldosas”.

Vivienne McStay y Monique Van Rutte eran vecinas de Nilsen. Dijeron que era"una persona maravillosa, un caballero de brillante armadura. Nos engatusó con sus palabras". Compartir el piso con varios cadáveres no le importaba a Nilsen. Sólo se convirtió en un problema cuando no hubo espacio libre para un nuevo cadáver. Su primera víctima fue incinerada en una hoguera en el jardín de la Avenida Melrose, después de haber estado bajo el suelo siete meses y medio. A finales de 1980 había acumulado otros seis cadáveres. Algunos yacían bajo las baldosas y otros habían sido troceados y metidos en maletas que había guardado en el cobertizo del jardín. Nilsen levantó las baldosas, dejó los cadáveres en el suelo de la cocina y después de un par de bebidas alcohólicas empezó la tarea de descuartizar los cadáveres y a colocar los trozos en bolsas. Los órganos internos fueron los más fáciles de desaparecer. Nilsen los esparció por la tierra entre dos cercados a un lado del jardín y en menos de dos días habían desaparecido, comidos por las moscas, las ratas y los pájaros.

A principios de diciembre de 1980, Nilsen encendió una hoguera enorme y fue echando trozos de los cadáveres, envueltos en pedazos de alfombra. Un viejo neumático de un coche fue colocado en lo alto para disimular el olor de la carne humana quemada. El fuego ardió durante todo el día y Nilsen siguió alimentándolo de vez en cuando. Los niños del lugar se reunieron alrededor para ver la cremación, celebrando con risas el fuego. Nilsen tuvo que encender una hoguera más en la Avenida Melrose antes de irse a su nuevo departamento y comenzar una nueva vida, en el número 23 de Cranley Gardens, en el barrio de Muswell Hill a finales de 1981. Pensó que el traslado era un buen augurio para el futuro: al estar el piso en el ático de la casa, no podría fácilmente seguir asesinando gente si no había baldosas donde colocarlos, ni jardín donde quemarlos.

El primero en morir en Cranley Gardens fue John Howlett. Nilsen lo estranguló con una correa, pero Howlett opuso tal resistencia que el asesinato duró mucho y tuvo que rematarlo ahogándolo.

Graham Allen murió cuando comía una tortilla preparada por Nilsen. Tras descuartizarlo, arrojó los trozos de carne al inodoro. Nilsen no lo sabía, pero los restos taparían el desagüe, lo que provocaría que un vecino suyo llamara a un fontanero y después avisara a la policía, apenas unos días después.


Stephen Sinclair fue la última víctima, Lo mató; días después, lo descuartizaría. Al hacerlo, le dijo a su perra Bleep que se fuera a la otra habitación.

“Yo estaba tranquilo. Nunca he pensado en la moralidad. Esto era algo que tenía que hacer. Consideraba todo ese potencial, toda esa belleza y todo ese dolor que es su vida. Tenía que matarlo. Terminaría pronto. No me sentí mal. No me sentía perverso. Me acerqué a él. Quité la corbata. Levanté una de sus muñecas y la dejé caer. Su brazo fláccido volvió a caer sobre su regazo. Abrí uno de sus ojos y no había ningún reflejo. Estaba profundamente inconsciente. Cogí la atadura y la coloqué alrededor de su cuello. Me arrodillé a un lado de la silla y me puse frente a la pared. Cogí los dos lados sueltos de la atadura y tiré con fuerza. El dejó de respirar. Sus manos lentamente alcanzaron el cuello mientras yo seguía apretando. Sus piernas se estiraron violentamente. Lo tuve así durante un par de minutos. Se quedó fláccido. Dejé de apretar y quité la cuerda y la corbata. Había dejado de respirar. Le hablé: ‘Stephen, eso no dolió nada. Ahora nada puede hacerte daño'. Deslicé mis dedos a través de su decolorado pelo rubio. Su cara parecía tener paz. Estaba muerto. Pensándolo, creo que Bleep sabía lo que iba a suceder. Incluso se había resignado a ello. Bleep se retiraba al jardín cuando yo descuartizaba un cadáver. Después de mi detención, podía escucharla gemir desde mi celda, pues la llevaron a la comisaría. Me avergüenzo de que sus últimos días sean tan dolorosos. Ella siempre me ha perdonado todo”.

Los desagües de Cranley Gardens nº 23 habían estado obstruidos durante cinco días cuando se envió a Michael Kattran a investigar. Llegó a la casa en Muswell Hill, el barrio del norte de Londres, a las 18:15 horas del martes 8 de febrero de 1983. Jim Allcock, uno de los inquilinos de la casa, lo dejó entrar. Cattran se dio cuenta rápidamente de que el problema estaba fuera de la casa, por eso él y Allcock se dirigieron hacia la alcantarilla y levantaron la cubierta del pozo de inspección que conducía a la misma. Había una bajada de aproximadamente 364 metros con travesaños de hierro. Allcock encendió una linterna mientras Cattran descendía. En el fondo encontró una gruesa masa pegajosa hecha de aproximadamente cuarenta trozos de una sustancia blanco-grisácea. El olor era nauseabundo. Al seguir avanzando, caía más de la cañería que salía de la casa. Cattran dijo a los inquilinos que los desagües tendrían que ser examinados de nuevo a la luz del día. Cuando llamó a su jefe le dijo que pensaba que la sustancia podría ser carne humana.





A las 09:15 horas de la mañana siguiente, Cattran volvió a la casa con su jefe y fueron directamente al pozo de inspección. Para su asombro, la masa había desaparecido totalmente. Sabía que por mucha cantidad de agua de lluvia que hubiera caído no podría haberlo desalojado y también notó que la llave de la cubierta del pozo apuntaba en una dirección diferente. Cattran metió la mano en una cañería y sacó algunos pedazos de carne y cuatro pequeños huesos. Decidieron llamar a la policía. El detective jefe, inspector Peter Jay, llegó a las 11 de la mañana. Inmediatamente llevó lo que parecían restos humanos al depósito de cadáveres de Hornsey para conocer su opinión, y luego al hospital de Chariring Cross para ser examinados por David Bowen, catedrático de medicina forense en la Universidad de Londres y especialista en patología. Bowen confirmó que la carne era tejido humano, probablemente del cuello, y que los huesos eran de la mano de un hombre. Peter Jay pronto descubrió que el ocupante del piso del ático era Dennis Nilsen, director ejecutivo de la Oficina de Empleo de Kentish Town. Vivía solo en el piso con una perra llamada Bleep y raramente hablaba con los otros inquilinos.





Nilsen salió a trabajar a las 8:30 horas esa mañana, después de sacar a Bleep de paseo; llevaba puesta la bufanda azul y blanca de su última víctima. Jay volvió a la casa con el detective inspector McCusker y el detective policía Bütler y esperaron a que Nilsen volviese a casa. Ese día, Nilsen presintió que algo ocurriría; le comentó a sus compañeros de trabajo que al otro día estaría muerto o en prisión. Ellos pensaron que se trataba de una broma.

A las 17:40 horas, Dennis Nilsen regresó a la casa. Peter Jay se presentó a sí mismo diciendo que había venido por el asunto de los desagües. Nilsen contestó que era extraño que la policía se interesara en desagües y le preguntó si los otros dos hombres eran inspectores de Sanidad. Jay dijo que eran inspectores de policía. Los cuatro hombres subieron al piso de Nilsen y entraron en la habitación del fondo, donde Jay reveló que los desagües contenían restos humanos. “¡Cielo Santo, qué horror!”, exclamó Nilsen. El inspector jefe le dijo que dejara de lamentarse y le preguntó: “¿Dónde está el resto del cuerpo?” Hubo una pequeña pausa antes de que Nilsen contestase: “En dos bolsas de plástico en el armario de la otra habitación. Se lo mostraré”. En la habitación, Nilsen le señaló el armario, ofreciendo sus llaves. El olor abrumador era confirmación suficiente. Jay declinó abrir el armario justo en ese momento, pero preguntó si había algo más. Nilsen respondió: “Es una larga historia. Se remonta a mucho tiempo atrás. Les diré todo. Quiero desahogarme, pero no aquí, sino en la comisaría”.

Jay y McCusker llevaron a Nilsen en coche a la comisaría de Homsey. McCusker se sentó cerca de él en la parte de atrás del vehículo. Los dos policías tenían una sospecha que les preocupaba. McCusker fue el primero en preguntar: “¿Estamos hablando de un cuerpo o de dos?” “No, qué va. De quince o dieciséis. Desde 1978”, respondió Nilsen. Jay respondió bruscamente: “Vamos a aclarar esto. ¿Nos está diciendo que desde 1978 usted ha matado a dieciséis personas?”. “Sí”, contestó el detenido.“Tres en Cranley Gardens, en Muswell Hill, y unos trece en mi anterior dirección, Avenida Melrose nº 195, en Cricklewood”. No mostraba ninguna emoción mientras hablaba.

Aquella tarde el detective superintendente Chambers acompañó a Peter Jay y al profesor Bowen al piso de Nilsen. La puerta principal del número 23 de Cranley Gardens, en Muswell Hill, se abrió para mostrar dos tramos de escaleras. En lo alto del segundo tramo, la policía encontró una puerta en el ático que comunicaba con el piso de Nilsen. La cocina, que consistía en una estufa y un fregadero, estaba absolutamente llena de grasa humana. Detrás de la cocina estaba el baño. Dos cadáveres habían sido descuartizados en el baño, y las extremidades inferiores de Stephen Sinclair fueron halladas rígidas debajo.





A la derecha, sobre la calle, estaba la sala de estar, con dos sillones, una alfombra raída, un aparador en una esquina y un ropero. El aparador tenía vísceras y cráneos cubiertos con periódicos y una vieja cortina. En el ropero se encontraban dos bolsas negras con más vísceras y órganos internos.

Nilsen sugirió a la policía que mirase dentro del armario en la esquina de su habitación principal y debajo de un cajón en el baño. El baño contenía las piernas y la pelvis de Sinclair. En el armario había otro torso, un cráneo, huesos, bolas de naftalina y ambientadores. Con todos estos restos humanos, era posible para la policía comenzar la siniestra tarea de ensamblar los pedazos de Stephen Sinclair en el depósito de cadáveres. También encontraron las fotografías Polaroid de Nilsen.

Las bolsas con cadáveres
















Cabeza en un basurero





















El 11 de febrero, Dennis Nilsen fue con Jay y Chambers al 195 de la Avenida Melrose. Señaló un área del jardín donde podrían encontrar restos humanos. Había vivido en el piso bajo entre 1976 y 1981, y durante los últimos tres años había matado a doce o trece hombres. Los cadáveres habían sido cortados en pedazos y quemados en grandes hogueras.

Un equipo especial de investigadores de la policía acordonó el jardín y comenzó la laboriosa tarea de buscar en la tierra pistas de personas que habían desaparecido aparentemente sin dejar rastro. Encontraron gran cantidad de cenizas humanas y bastantes fragmentos de huesos como para permitir a los científicos forenses declarar que al menos ocho personas, probablemente más, yacían en la superficie del suelo de aquel jardín de Londres.

Las extensas excavaciones en los jardines de la Avenida Melrose desenterraron únicamente fragmentos de huesos. Era todo lo que quedaba de los doce hombres que murieron allí. Sin embargo, Cranley Gardens en Muswell Hill, el último apartamento de Nilsen, probaba plenamente la evidencia, desde el doble fondo de la papelera hasta los restos envueltos que fueron encontrados. El detective jefe superintendente Chambers y el detective jefe inspector Jay debían decidir el tipo de interrogatorio que usarían con Nilsen. El era virtualmente su única fuente de información y era crucial para ellos hacerle hablar sobre sus crímenes y conseguir que identificara las víctimas. La elección estaba entre un método de ataque firme o bien en una aproximación relajada y benévola. La larga carrera militar de Nilsen podría hacerle respetar la autoridad, pero pensaron que podría resistirse ante la coacción. Decidieron ser más familiares. De tal forma que el interrogatorio comenzó entre bromas, cigarrillos y tazas de café.

El defendido apareció ante los magistrados en Highgate a la mañana siguiente y fue obligado a llevar vigilancia policial durante tres días. En el transcurso del interrogatorio el acusado indicó que no podía identificar a la mayoría de sus víctimas. Todos ellos eran puntales de sus fantasías más que personas, y no estaba interesado ni en quiénes eran, ni de dónde provenían.

Una semana después del arresto de Nilsen, su perra Bleep fue sacrificada con una inyección de anestesia. Eso fue un golpe demoledor para Nilsen, quien fue enviado a la prisión de Brixton, en el sur de Londres. Era un preso de categoría A, de máxima seguridad, lo cual quería decir que tenía que pasar casi 24 horas al día confinado en su celda, con sólo media hora para ejercicios vigilados. Se quejó de su situación. Según su punto de vista, había cooperado con la policía y debería, pues, gozar de mejor trato. Se le castigó durante 56 días por agredir a los funcionarios de la prisión porque no habían vaciado su cubo de agua sucia. A veces caía en una gran depresión, pero su amistad con otro recluso, David Martin, elevó su ánimo y le ayudó a pasar los días y los meses que esperaba en prisión preventiva.

El detective jefe superintendente Chambers pasó toda una tarde y la mañana siguiente leyendo en voz alta la transcripción de la confesión del acusado en la comisaría de Homsey. La terrible descripción de las decapitaciones, los descuartizamientos y los cadáveres quemados, con una voz inalterada, como ajena a lo que allí se iba relatando, estremeció a toda la sala. Una mujer del jurado se desmayó, otra hundía repetidamente la cabeza entre las manos. Una tercera lloraba, a lágrima viva, mientras miraba al acusado en el banquillo, con verdadero odio. Era para Nilsen el momento de la más cruda realidad y, sin embargo, se pasó el tiempo corrigiendo la copia de su transcripción para asegurarse de que no hubiera ningún error.

Sus armas eran lo primero que tenía a la mano. Generalmente corbatas. Durante el proceso, Nilsen dijo que había empezado con quince corbatas, y que cuando lo detuvieron ya sólo le quedaba una. Kenneth Ockendon fue estrangulado con el cable de los auriculares mientras escuchaba música. Después de quitar el cable del cuello de Ockendon, Nilsen se los puso. Los auriculares estaban en la lista de objetos presentados al jurado durante el juicio de Nilsen. También estaba la última arma asesina de Nilsen: la corbata atada a un trozo de cuerda con la que estranguló a Stephen Sinclair. Los dos cuchillos de cocina que usó para descuartizar a las víctimas, junto con una larga tabla de madera para picar carne, también fueron presentados. Pero lo que más horrorizó al jurado, fue la cazuela donde Nilsen había cocido a fuego lento las cabezas de sus últimas víctimas, al parecer para comérselas.

El juez condenó a Dennis Nilsen a cadena perpetua con la recomendación de que eso significara no menos de veinticinco años. En el verano de 1984, Nilsen fue trasladado otra vez, esta vez a Wakefield Cuando estaba en su celda pasaba el tiempo escuchando la radio y leyendo. Le gustaban sobre todo los libros sobre la historia de Escocia. Generalmente sacaba dos o tres libros por semana, de la bien equipada biblioteca de la prisión. También acudía a las conferencias ocasionales que daban los profesores visitantes.



Nilsen en prisión


El escritor Brian Master, autor del best-seller Killing for company (Asesinando por compañía), describió su relación con Dennis Nilsen: “Lo visitaba dos veces a la semana en Brixton mientras estuvo bajo custodia, y se creó una cierta confianza que nos permitió discutir su pasado y los delitos con completa franqueza. De vez en cuando tenía que mirar las fotos de la policía para recordarme a mí mismo lo que este hombre inteligente y divertido había hecho. Nilsen escribió un diario de la prisión de cincuenta cuadernos, único en la historia de la psicología criminal por su sinceridad y asombrosa voluntad de examinar los crímenes desde dentro. Dijo a su abogado que me diera esos diarios y me asignó el copyright. Estuve con él en el juicio y le vi inmediatamente después de su condena. Fue entonces cuando me dijo que tenía que confesarlo todo y admitir que disfrutaba matando. Le repliqué que eso era obvio, pero que quería saber por qué disfrutaba. ‘Tendrás que averiguarlo tú’, dijo”.