Pablo Emilio Escobar Gaviria nació el 1 de diciembre de 1949 en El Tablazo,
Vereda de Río Negro, Colombia. Desde niño mantuvo una relación casi edípica con
su madre, Hermilda Gaviria, quien lo regañaba constantemente; ya adolescente,
fumaba a escondidas cigarrillos de marihuana para relajarse.
Empezó su
carrera criminal robando lápidas de los cementerios, regrabándolas y
vendiéndolas nuevamente. Un tiempo se dedicó a robar autos en las calles de
Medellín, pero pronto se involucró en el tráfico de marihuana hacia los Estados
Unidos.
Introducido
en el negocio del tráfico de cocaína por su primo Gustavo Gaviria, la visión
empresarial, la inteligencia y la ambición de Pablo Escobar lo convirtieron
rápidamente en líder. Primero se desempeñó como intermediario que compraba la
pasta de coca en Perú para venderla a traficantes que la llevaban a Estados
Unidos.
Libros huecos: antiguo método utilizado por Escobar para enviar armas escondidas |
En 1971,
estuvo involucrado en el secuestro y homicidio del industrial colombiano Diego
Echeverría y del capo del narcotráfico Fabio Restrepo en 1975. Para 1976, fue
el responsable del asesinato de dos policías que deseaban extorsionarlo: Luis
Fernando Vasco Urquijo y Jesús Hernández Patiño. También comenzó su campaña
contra los ricos hacendados de Colombia, que se le oponían de alguna forma. Su
lema era “Plata o Plomo”, haciendo alusión a que las cosas podían resolverse
con “plata” (dinero) o con “plomo” (con balas). Jhon Jairo Velásquez Vásquez
“Popeye” (sic), el lugarteniente de Pablo Escobar y su principal sicario,
escribió años después sus memorias junto con la periodista Astrid Legarda, en
un libro titulado El verdadero Pablo: sangre, traición y muerte,
donde narra la historia del Cártel de Medellín. Le llamaban “Popeye” por dos
razones: su parecido físico con el personaje de historieta y el haberse
enrolado en la Marina
cuando era adolescente.
Escobar
siempre fue benefactor de los pobres: les daba casa, comida y trabajo. Muchos
de ellos lo protegieron de la justicia por años; muchos otros votaron por él en
las elecciones; otros se convirtieron en sus sicarios. Pero a todos brindó
apoyo y protección, dinero en efectivo, les construyó hospitales, escuelas y
canchas deportivas, servicios de electricidad y agua potable, viviendas y
fuentes de empleo, a veces sin relación alguna con el narcotráfico. Creó un
barrio con trescientas casas que regaló a los habitantes del basurero de la
ciudad y a los indigentes que vagaban por las calles; se llamó “Medellín sin Tugurios”
y los pobladores siempre veneraron a Escobar. Hasta el día de hoy, un gran
sector de la población lo extraña y hablan de él con cariño, respeto y
admiración. “Muchas veces hacemos el bien sólo para poder hacer el mal
impunemente”, dirían sus detractores, citando a La Rochefoucauld. Pero
la opinión de la gente que por fin recibía ayuda social era otra y con el
pueblo no valían aforismos, sino acciones.
Ya en la
década de los setenta, se convirtió en una pieza clave para el tráfico
internacional de cocaína. Asociado con Gonzalo Rodríguez Gacha, Carlos Lehder,
Jorge Luis Ochoa y sus hermanos Fabio y Juan David, fundó el Cártel de
Medellín. Nadie discutía nunca su asumido liderazgo en el grupo. Se adueñó de
pistas, rutas, laboratorios y monopolizó el comercio ilegal desde la producción
hasta el consumo. Escobar llegaría a acumular una fortuna superior a los tres
mil millones de dólares y a ser el séptimo hombre más rico del mundo, según la
revista Forbes. Parte de las rutas las hacía a través de Nicaragua,
estando de acuerdo con Daniel Ortega y los sandinistas. Una fotografía tomada
por la DEA donde
aparecen Escobar, miembros del gobierno nicaragüense y un piloto estadounidense
cargando cocaína en una avioneta, destapó un escándalo.
El lugarteniente
y sicario de Escobar
“Popeye” recuerda en sus memorias:
“Las fotos de Pablo Escobar, de ‘El Mexicano’, de Federico Vaughan y de los funcionarios nicaragüenses, cargando con cocaína el avión piloteado por Barry Seal, fueron contundentes en el desarrollo de los hechos. Los sandinistas recibían de Pablo Escobar entre quinientos y mil dólares por cada kilo de cocaína, dependiendo del tamaño del embarque. Aparte de esto, cobraban doscientos dólares por el almacenamiento y custodia de cada kilo de coca. Lo que no veían era que se estaban fraguando su propia muerte política y el principio del fin dela Revolución Sandinista ”.
“Las fotos de Pablo Escobar, de ‘El Mexicano’, de Federico Vaughan y de los funcionarios nicaragüenses, cargando con cocaína el avión piloteado por Barry Seal, fueron contundentes en el desarrollo de los hechos. Los sandinistas recibían de Pablo Escobar entre quinientos y mil dólares por cada kilo de cocaína, dependiendo del tamaño del embarque. Aparte de esto, cobraban doscientos dólares por el almacenamiento y custodia de cada kilo de coca. Lo que no veían era que se estaban fraguando su propia muerte política y el principio del fin de
El Cártel
de Medellín de Pablo Escobar creó en 1981 el primer grupo paramilitar moderno
de Colombia, llamado MAS (siglas de “Muerte A Secuestradores”), como respuesta
a los secuestros y acciones guerrilleras en su contra, incluido el del padre de
Pablo Escobar, que terminó cuando el capo recuperó a su padre y asesinó a todos
los secuestradores, menos a uno que consiguió escapar. De acuerdo con documentos
de la DEA , al MAS
se vincularon también Carlos Castaño y su hermano Fidel, luego conocidos
comandantes paramilitares. La fotografía de su primera ficha policial de 1976,
le muestra como un joven confiado. El hombre que llegaría a ser el enemigo público número uno de Colombia y
número uno de la lista de los más buscados por el FBI se retrataba ante la
policía como responsable de un delito contra la salud pública: un pequeño alijo
de cocaína.
El primer arresto de Escobar |
Escobar
lidera una campaña denominada “Medellín sin Tugurios”, durante la que organiza
actos benéficos, ochocientos partidos de fútbol y corridas de toros para
cosechar votos. Es un momento dulce y el prólogo de su debut como filántropo y
constructor de un barrio de viviendas sociales para cuatrocientas familias
pobres, que se entregan en mayo de 1984.
Paralelamente,
Escobar (a quien ya apodaban “El Patrón”) amasaba una fortuna traficando con
cocaína, un producto que, está convencido, acabará vendiendo legalmente, bajo
la marca “Cocaína Escobar”, cuando la droga se legalice. Escobar realizaba
fiestas de disfraces: le encantaba representar a personajes violentos, sobre
todo gángsters o revolucionarios zapatistas, ya que admiraba al revolucionario
mexicano Emiliano Zapata.
Son los
años de gloria de un ecologista convencido que planta más de un millón de
árboles en sus propiedades de Antioquia: según unos, por un desprendido impulso
ambiental; en opinión de otros, "para que le sirvieran de
protección frente a los helicópteros de la policía y le permitieran una huida
rápida y segura".
Son
tiempos también de extravagancias fomentadas por el flujo incesante de
narcodólares. Escobar hace de la Hacienda Nápoles el epicentro de su imperio: 3,000 hectáreas de
terreno boscoso, mansiones de lujo, lagos artificiales, una cancha de football
donde equipos profesionales iban a practicar, una plaza de toros, helipuerto y
dos pistas de aterrizaje.
Había comprado la propiedad en 1979 por 63 millones de dólares; en los años de mayor bonanza, hacia 1983, la finca llegó a operar como un aeropuerto internacional "con tres o cuatro vuelos al día de aviones llenos de coca", como declaró “El Profe”, uno de sus amigos íntimos. Sobre la puerta de entrada, Escobar colocó la primera avioneta con la que hizo un vuelo lleno de droga hacia Estados Unidos.
En los jardines hizo construir enormes dinosaurios de tamaño natural, para que su hijo jugara con ellos. Pero el colmo de la excentricidad fue el zoológico de la hacienda, en el que reunió la mayor colección de aves en cautiverio de Colombia; también elefantes, jirafas, canguros, cebras, búfalos, gacelas, ciervos, avestruces, tortugas, ñus, venados, faisanes, hipopótamos, leones, tigres, canguros y rinocerontes. Escobar reprodujo enla Hacienda Nápoles
todos los elementos de su hábitat natural. La gente podía visitar el lugar y
los domingos, las familias colombianas disfrutaban con el paseo. El mismo
Escobar se les unía en varias ocasiones. Uno de los canguros se hizo famoso
porque jugaba al football.
Había comprado la propiedad en 1979 por 63 millones de dólares; en los años de mayor bonanza, hacia 1983, la finca llegó a operar como un aeropuerto internacional "con tres o cuatro vuelos al día de aviones llenos de coca", como declaró “El Profe”, uno de sus amigos íntimos. Sobre la puerta de entrada, Escobar colocó la primera avioneta con la que hizo un vuelo lleno de droga hacia Estados Unidos.
En los jardines hizo construir enormes dinosaurios de tamaño natural, para que su hijo jugara con ellos. Pero el colmo de la excentricidad fue el zoológico de la hacienda, en el que reunió la mayor colección de aves en cautiverio de Colombia; también elefantes, jirafas, canguros, cebras, búfalos, gacelas, ciervos, avestruces, tortugas, ñus, venados, faisanes, hipopótamos, leones, tigres, canguros y rinocerontes. Escobar reprodujo en
La
voluntad de Escobar se hacía tan patente como su violencia. "Plata
o plomo" era una de sus frases favoritas; a menudo, las últimas
palabras que sus víctimas oían. "Los secuestros fueron la base de
todos los crímenes de Escobar en Medellín; la droga no fue el negocio más
importante, sólo el más rentable. Pero él secuestraba a gente, le pedía dinero
y con frecuencia la mataba igualmente", declaró años después el
general Hugo Martínez.
Para
comunicarse con sus hombres, utilizaba palomas mensajeras especialmente
entrenadas: nadie sospechaba de los pájaros y podían llegar incluso al interior
de las prisiones.
Alberto
Santofimio Botero, quien fue Senador, se unió a Escobar y se convirtió en su
principal contacto en el poder, al grado de que Santofimio lo convenció, años
después, de asesinar a varios políticos prominentes, entre ellos un candidato
presidencial.
“Popeye” recuerda en sus memorias:
“Pero las recomendaciones de Alberto Santofimio Botero van más allá: pensando en sacar del camino a adversarios más fuertes, para así facilitar su acceso al poder, azuza a Escobar utilizando la frase que tantas veces repetiría en el futuro: ‘¡Mátalos, Pablo!’”
“Popeye” recuerda en sus memorias:
“Pero las recomendaciones de Alberto Santofimio Botero van más allá: pensando en sacar del camino a adversarios más fuertes, para así facilitar su acceso al poder, azuza a Escobar utilizando la frase que tantas veces repetiría en el futuro: ‘¡Mátalos, Pablo!’”
Como
congresista fue invitado por el empresario español Enrique Sarasola, quien
tenía negocios importantes en Medellín, a la toma de posesión de Felipe González
como Jefe de Gobierno en España, en 1982.
De esta
forma, en su mejor momento Pablo Escobar logró acumular gran influencia en
múltiples estamentos legales, civiles, económicos, religiosos y sociales de
Colombia, sobre todo en Bogotá, Antioquia y Medellín.
En abril
de 1983, Escobar fue proclamado pomposamente "Robin Hood de
Antioquia" por la revista Semana, la más importante del país.
Por entonces, un kilo de cocaína se pagaba a 80.000 dólares en Nueva York, y
algo menos (50.000) en Miami.
Era aficionado
a los carros lujosos. Guardaba más de cuarenta autos deportivos en el
estacionamiento del Edificio Mónaco en Medellín, donde vivía parte de su
familia. Sus bienes raíces incluían edificios, oficinas, fincas, locales
comerciales y casas. Tenía más de quinientos predios de su propiedad.
También poseía helicópteros, motocicletas, lanchas y varias avionetas para transportar la droga a través de la difícil geografía colombiana. Incluso llegó a enviarla a través de submarinos, un método innovador que pronto sería imitado por otras organizaciones delictivas.
Gaviria fundó la cultura del narco, que luego se extendería a varios países: la narcotectura (la arquitectura de las mansiones hiperlujosas y vulgares); la literatura del narco (que convierte a los traficantes en el centro de sus historias); el narcocine (donde películas baratas y de pésima manufactura dan cuenta de incontables balaceras y ejecuciones); el narcoarte (pinturas y esculturas destinadas a ellos o que los retratan); y la narcomúsica (canciones que cuentan sus andanzas, amores, vidas y muertes).
También poseía helicópteros, motocicletas, lanchas y varias avionetas para transportar la droga a través de la difícil geografía colombiana. Incluso llegó a enviarla a través de submarinos, un método innovador que pronto sería imitado por otras organizaciones delictivas.
El interior de uno de los submarinos de Pablo Escobar |
Gaviria fundó la cultura del narco, que luego se extendería a varios países: la narcotectura (la arquitectura de las mansiones hiperlujosas y vulgares); la literatura del narco (que convierte a los traficantes en el centro de sus historias); el narcocine (donde películas baratas y de pésima manufactura dan cuenta de incontables balaceras y ejecuciones); el narcoarte (pinturas y esculturas destinadas a ellos o que los retratan); y la narcomúsica (canciones que cuentan sus andanzas, amores, vidas y muertes).
Gaviria también sentó las bases
que después utilizarían los narcotraficantes de casi todo el mundo. Los
cárteles de la droga que surgieron después de él en países como México,
Venezuela, Estados Unidos y Colombia, usaron sus métodos y aprendieron sus
tácticas de quien fuera el gran innovador. Fue Escobar quien comenzó a ejecutar
a los traficantes traidores o rivales, él quien cortó las primeras cabezas y
las envió a las autoridades, él quien retomó un viejo método de ejecución de
los cincuenta, llamado “La Corbata Colombiana ”, una tortura mediante la cual
a la víctima se le abría la garganta y se le sacaba la lengua por el orificio,
estirándola para que le colgara sobre el cuello.
Escobar envolvió los cadáveres en bolsas de plástico, dio tiros de gracia, ejecutó a docenas simultáneamente y los tiró en parajes y basureros. En Colombia, las autoridades colocaban letreros donde se pedía a la gente que no arrojara los cadáveres en ciertos lugares como los basureros, como si se tratase de algo normal. Pero la cotidianeidad del horror había empujado a los colombianos a ello.
Escobar envolvió los cadáveres en bolsas de plástico, dio tiros de gracia, ejecutó a docenas simultáneamente y los tiró en parajes y basureros. En Colombia, las autoridades colocaban letreros donde se pedía a la gente que no arrojara los cadáveres en ciertos lugares como los basureros, como si se tratase de algo normal. Pero la cotidianeidad del horror había empujado a los colombianos a ello.
Escobar
infiltró a todas las agencias de justicia, colocó a sus agentes, compró
funcionarios y políticos, sobornó autoridades, corrompió a militares, pactó con
empresarios. Escobar creó el concepto moderno del narcotraficante. Armó a sus
ejércitos con los equipos más modernos, puso de moda el uso de las AK-47 y los
fusiles automáticos, llevó la guerra a las calles. Se adueñó de un país y de
muchas regiones en el extranjero. Durante muchos años, Pablo Escobar Gaviria
fue el rey.
Pero
faltaba un elemento y pronto llegaría a sus manos. En sus memorias, su
lugarteniente “Popeye” recuerda un evento que cambiaría la historia de Escobar
y sobre todo, la de Colombia:
“‘El Negro’ le cuenta a Escobar que cuando estuvo preso en los Estados Unidos, conoció a un experto en explosivos (llamado Miguel), integrante dela ETA , el grupo terrorista del
País Vasco en España. A Escobar se le prende el bombillo y pregunta si lo
pueden ubicar. Pabón le pide dos días para indagar por él, con un amigo que
tienen en común. ‘El Negro’ Pabón se pone de lleno a buscar al experto en
explosivos. En diez días lo ubica, vía telefónica. Le envía diez mil dólares a
España; en quince días está en el apartamento del ‘Negro’ en Medellín. Pablo se
encuentra en la
Hacienda Nápoles (…) ‘El Negro’ llega a la Hacienda , por vía
terrestre, con Miguel. Lo lleva al comedor, le ordena un refresco y va por
Escobar a su habitación. ‘El Patrón’ no lo hace esperar y baja, frotándose las
manos como quien quiere conocer a una estrella de cine. Miguel, el terrorista
de ETA, ve venir al ‘Patrón’ con ‘El Negro’ y se levanta de su asiento
igualmente emocionado: ‘Hombre, Pablo, que gusto conocerte’, dice el terrorista
con su acento español. Se dan la mano. En ese apretón de manos está sellada la
más sangrienta guerra de la historia del país. La llegada a Colombia del
terrorismo indiscriminado. El destino permite una alianza tenebrosa. Un experto
dinamitero con mente de terrorista y Pablo Escobar Gaviria, un narcotraficante
sin escrúpulos. Cuando sueltan sus manos, ya la suerte está echada para miles
de colombianos (…) La reunión se prolonga por tres horas; Escobar llama a
Pinina; le pide un hombre inteligente y despierto para que tome un curso con
Miguel y aprenda la técnica de los carros bomba, activados tanto a control
remoto como por mecha lenta. ‘Tengo el hombre preciso, es un familiar mío que
estudia Ingeniería Electrónica en la Universidad de Antioquia’, le responde. Se le
asigna a Pinina la responsabilidad de mover a Miguel y de conseguirle todo lo
que necesite, incluso la dinamita. El destino no juega, está escribiendo el
temible libreto. Miguel es hospedado en una de las fincas de Pablo Escobar, con
todo tipo de comodidades. El terrorista es ordenado, meticuloso y muy
profesional. Nada de drogas, mujeres, ni de bebidas. Actúa como un científico”.
Es entonces cuando comienza realmente la historia negra de Escobar. El periodista Guillermo Cano, dueño y editor del diario El Espectador, se atrevió a abrir el debate sobre el origen real de sus bienes, mientras subrayaba el negativo impacto que las actividades del narcotráfico tenían para la imagen de Colombia, a la sazón primer país productor de cocaína en el mundo. Los acontecimientos se precipitaron. A raíz de las investigaciones del periódico, el debate sobre el dinero del narcotráfico llegó al Parlamento.
“‘El Negro’ le cuenta a Escobar que cuando estuvo preso en los Estados Unidos, conoció a un experto en explosivos (llamado Miguel), integrante de
Es entonces cuando comienza realmente la historia negra de Escobar. El periodista Guillermo Cano, dueño y editor del diario El Espectador, se atrevió a abrir el debate sobre el origen real de sus bienes, mientras subrayaba el negativo impacto que las actividades del narcotráfico tenían para la imagen de Colombia, a la sazón primer país productor de cocaína en el mundo. Los acontecimientos se precipitaron. A raíz de las investigaciones del periódico, el debate sobre el dinero del narcotráfico llegó al Parlamento.
Diana Turbay, su muerte y la de Guillermo Cano fueron los atentados más grandes que recibió el periodismo colombiano de parte del narcotráfico.
A
principios de agosto de 1983, Rodrigo Lara Bonilla, Ministro de Justicia,
demostró que la fortuna de Escobar no era tan limpia; el 25 del mismo
mes, El Espectador secundó la denuncia mostrando por vez
primera su ficha policial de 1976.
Pese a que Escobar ordenó a sus hombres que recorrieran la ciudad "y compraran todos los diarios disponibles", la noticia le costó un tirón de orejas precedido por una imprecación enérgica de parte de su madre: "¡Pablo! ¡Levántate! ¡Tengo que hablar contigo!", le dijo su madre. Ella no sabía de su detención. La opinión materna pesaba como ninguna otra en Escobar y nunca perdonaría al periódico por aquella humillación ante su progenitora.
Pese a que Escobar ordenó a sus hombres que recorrieran la ciudad "y compraran todos los diarios disponibles", la noticia le costó un tirón de orejas precedido por una imprecación enérgica de parte de su madre: "¡Pablo! ¡Levántate! ¡Tengo que hablar contigo!", le dijo su madre. Ella no sabía de su detención. La opinión materna pesaba como ninguna otra en Escobar y nunca perdonaría al periódico por aquella humillación ante su progenitora.
La
factura se pagó poco después. El respetado periodista Guillermo Cano, dueño del
periódico, fue asesinado poco después. Era apenas el inicio. La afrenta a
Escobar acabó volviéndose contra el Estado
Los
colegios de pago se negaban a escolarizar a sus hijos, los clubes sociales no
le aceptaban como miembro. Esa marginación de las clases altas colombianas
encendió su furia.
La maquinaria de Escobar producía
entre cuatro mil y cinco mil kilos de cocaína al mes. Cada vez que un
cargamento de cocaína entraba a Estados Unidos, se lanzaban al aire fuegos
artificiales; los traficantes decían que habían “coronado”. Al mismo tiempo,
Medellín se convirtió en la ciudad más violenta del mundo: hubo 1,698
asesinatos en 1985 y 3,500 al año siguiente.
Los narcos se disparaban en la
calle, frente a todos, a cualquier hora. Nadie se metía. Años después, el
escritor Fernando Vallejo retrataría esta realidad en su novela La
virgen de los sicarios, la cual sería llevada al cine. Otra historia
enmarcada en esa etapa fue Rosario Tijeras, novela de Jorge Franco,
también adaptada al cine, supuestamente basada en la historia de una de las
amantes de Escobar.
Escobar
decidió entonces dar otro paso. Antes de su muerte en agosto de 1984, Iván
Marino Ospina, comandante del grupo guerrillero colombiano M-19, le comentó a
Pablo Escobar que el M-19 tenía la intención de tomar el Palacio de Justicia
para juzgar al presidente y llevarse a los magistrados a otro país. La
ilegalidad en la que se movían había permitido que ambos hombres se
relacionaran. A Escobar le encantó la idea y vio en ello la oportunidad de
tomar venganza y hacer sentir su poder al estado colombiano. Les prestó a los
guerrilleros la pista de la hacienda Nápoles para que importaran de Nicaragua
los fusiles y el explosivo C-4 que utilizarían. Les dio además dinero: cinco
millones de dólares.
El 6 de
noviembre de 1985, los guerrilleros patrocinados por Escobar atacaron el
Palacio de Justicia. A las 11:30 de la mañana comenzó el tiroteo en las
inmediaciones de la Plaza
de Bolívar. Veintiocho guerrilleros del M-19 irrumpieron por el sótano en tres
vehículos. En la incursión asesinaron al admin istrador
del edificio y a dos celadores. Adentro los esperaban siete compañeros más.
Afuera se quedó otro grupo, con igual número de guerrilleros, que no alcanzó a llegar a tiempo. Así comenzó la “Operación Antonio Nariño por los Derechos del Hombre”, la acción armada por medio de la cual el M-19 pretendía juzgar al entonces presidente Belisario Betancur por haber traicionado el acuerdo de cese al fuego que había sido firmado por ambas partes el 24 de agosto de 1984.
Casi en el mismo instante en que los guerrilleros del M-19 irrumpieron, comenzó la reacción de las Fuerzas Armadas. El subteniente de la policía José Rómulo Fonseca intentó ingresar por el sótano a repeler el asalto y fue herido de muerte. A las 12:30 horas, una hora después del inicio de la toma, treinta y cinco guerrilleros controlaban el Palacio y tenían a trescientas personas como rehenes.
Afuera se quedó otro grupo, con igual número de guerrilleros, que no alcanzó a llegar a tiempo. Así comenzó la “Operación Antonio Nariño por los Derechos del Hombre”, la acción armada por medio de la cual el M-19 pretendía juzgar al entonces presidente Belisario Betancur por haber traicionado el acuerdo de cese al fuego que había sido firmado por ambas partes el 24 de agosto de 1984.
Casi en el mismo instante en que los guerrilleros del M-19 irrumpieron, comenzó la reacción de las Fuerzas Armadas. El subteniente de la policía José Rómulo Fonseca intentó ingresar por el sótano a repeler el asalto y fue herido de muerte. A las 12:30 horas, una hora después del inicio de la toma, treinta y cinco guerrilleros controlaban el Palacio y tenían a trescientas personas como rehenes.
Ataque al Palacio de Justicia
A las
13:30 horas, las tropas evacuaron a 138 personas y, según el testimonio que
rindió el general Miguel Vega Uribe, ministro de Defensa de entonces, en ese
momento los guerrilleros le prendieron fuego a los archivos. Cuando los
periodistas lograron contactar en medio de la toma a Luis Otero, el comandante
del M-19 que dirigió el operativo y le preguntaron por este hecho, les
respondió:"Nosotros no los hemos quemado, no tenemos ningún interés en
destruirlos". Por supuesto, no era verdad: a Escobar le interesaba que
todos los archivos sobre el narco fueran destruidos. Se quemaron allí seis mil
expedientes.
En la
conflagración y a causa de los incendios y el fuego de artillería, la
temperatura alcanzó los 3.500 grados centígrados. Durante el asalto murieron
los cuatro magistrados de la sala constitucional y Echandía, quien había sido
uno de los redactores del Código Penal de 1980 que autorizaba la extradición.
Palacio de Justicia en llamas
En sus
Memorias, “Popeye” rememora la actitud de Escobar mientras todo ocurría:
“El ejército combate por veintiocho horas, eliminando a los guerrilleros; veintiocho horas de felicidad para el capo de capos, observando, como un niño emocionado, por televisión, en vivo y en directo, la culminación del plan urdido por el M-19 y financiado por él. No sólo consigue desaparecer los expedientes por la quema, también evita el tener que cazar en la calle, a los firmantes de las extradiciones, quienes mueren incinerados y con una bala en su cerebro. El periódico El Espectador denuncia la mano de Escobar en la toma del Palacio; don Guillermo Cano vigila con lupa los hechos que tienen el sello del 'Patrón' y los denuncia sin ningún escudo”.
“El ejército combate por veintiocho horas, eliminando a los guerrilleros; veintiocho horas de felicidad para el capo de capos, observando, como un niño emocionado, por televisión, en vivo y en directo, la culminación del plan urdido por el M-19 y financiado por él. No sólo consigue desaparecer los expedientes por la quema, también evita el tener que cazar en la calle, a los firmantes de las extradiciones, quienes mueren incinerados y con una bala en su cerebro. El periódico El Espectador denuncia la mano de Escobar en la toma del Palacio; don Guillermo Cano vigila con lupa los hechos que tienen el sello del 'Patrón' y los denuncia sin ningún escudo”.
La acción
costó la vida al presidente del Tribunal Supremo y a once de sus jueces. Casi
un centenar de colombianos murieron durante las 28 horas que duró el combate
por el Palacio. Después del asalto, la extradición quedó herida de muerte y un
año después, la nueva Corte Suprema de Justicia la declaró inaplicable por un
vicio de procedimiento. Escobar había logrado su objetivo. Después de esto, el
presidente Betancur ya no tenía margen de maniobra. Se había jugado todo por la
paz sin ningún resultado. No le quedaba más alternativa que la guerra.
El
asesinato de jueces se convirtió en una sangría. Combinado con el secuestro,
acabó capturando a la nación entera. “Popeye”, el único lugarteniente de
Escobar que quedaría con vida, afirmó en una entrevista: "Un tipo
con un puñado de hombres como nosotros, en siete años puso al país de
rodillas".
El
siguiente objetivo de Escobar fue el periódico El Espectador. Tras
asesinar poco antes a su dueño, destruyó la redacción del diario con una bomba
de cien kilos de explosivos. Escobar no había perdonado el mal rato que el
diario le había hecho pasar ante su madre el día que publicaron su ficha
policial.
El
magnicidio de Luis Carlos Galán, candidato presidencial en las elecciones de
1990, fue otra vuelta de tuerca en su carrera criminal y un peldaño más en el
descenso a los infiernos de Colombia. Galán luchaba contra el narco. De llegar
al poder, hubiera combatido a Escobar como ningún otro. Fue el senador Alberto
Santofimio quien dijo solamente dos palabras: “¡Mátalo, Pablo!”,
sellando de esa forma el destino del candidato y hundiendo a Colombia en una de
las mayores crisis políticas de su historia.
"La
muerte que más afectó al país fue la del candidato Galán. Su asesinato cambió
el curso de la historia de Colombia", afirmó “Popeye”. El hecho acontecido ese viernes
cambió la noción que el país tenía de los narcos.
Colombia
era un lugar donde nadie podía vivir tranquilo; ya no se trataba solamente de
las guerras entre cárteles, sino del terrorismo que mataba civiles. En la
investigación del asesinato de Galán, Gilberto Orejuela, uno de los más acerbos
enemigos del líder del Cártel de Medellín, dijo a la policía: "Pablo
Escobar es un psicópata que sufre de megalomanía". Eso se reflejó inclusive
en su ofrecimiento, a Belisario Betancur y a Virgilio Barco, de pagar de su
bolsillo la deuda externa colombiana; algo que según la leyenda años después
otro narcotraficante, Rafael Caro Quintero, repetiría en México.
En su
vida íntima, Escobar amaba a su esposa, a quien llamaba cariñosamente “Tata”.
Abundaban las historias sobre el final amargo de algunas de las amantes de
Pablo Escobar, aspirantes a concursos de belleza o estrellas de televisión de
poca monta, algunas de las cuales le preguntaron: "¿Tata o
yo?". Pablo contestó rudamente a una amante llamada Sofía: "Tata,
porque tú me conoces desde hace dos días, pero ella ha estado a mi lado en lo
bueno y en lo malo".
Con su amada esposa |
Sus
amantes fueron actrices de cine o televisión, modelos hermosísimas e incluso Elsy
Sofía, quien fue Señorita Medellín. También una ganadora de Miss Colombia. Pero
la única amante que tuvo algún peso en su vida fue Virginia Vallejo, conductora
de televisión y una de las mujeres más hermosas de Colombia. Ex modelo, había
aparecido en la portada de muchas revistas, entre ellas Cosmopolitan.
Pero la devoción por su familia, su amante y su pueblo no le impedía a Escobar reservar para quienes lo traicionaban el peor de los tormentos: la tortura y la mutilación de sus hijos pequeños, bebés algunos, delante de los horrorizados padres. Otras veces, ordenaba a los hijos que asestaran el tiro de gracia a sus progenitores, previamente torturados por sus hombres. Al hijo de nueve o diez años de edad de uno de sus enemigos, el mismo Escobar le puso la pistola en la mano porque el hombre tardaba en morir. Obligó al niño a dispararle a su padre. En otra ocasión, tras invitar a un guardaespaldas caído en desgracia a visitarle acompañado por su mujer y sus hijos, Escobar los capturó y amarró. Después comenzó a matar, uno a uno, a los niños: mientras los padres se debatían y gritaban de terror por sus hijos, ante ellos golpeó y ejecutó al bebé, que no llegaba a los seis meses de edad. Después torturó salvajemente a los otros dos hijos, de seis y siete años, antes de ejecutarlos. De allí golpeó, torturó y disparó a la esposa. El guardaespaldas fue el último en morir. Todas esas acciones le valieron el segundo sobrenombre con el cual se le conoció: “El Mataniños”.
Virginia Vallejo |
Pero la devoción por su familia, su amante y su pueblo no le impedía a Escobar reservar para quienes lo traicionaban el peor de los tormentos: la tortura y la mutilación de sus hijos pequeños, bebés algunos, delante de los horrorizados padres. Otras veces, ordenaba a los hijos que asestaran el tiro de gracia a sus progenitores, previamente torturados por sus hombres. Al hijo de nueve o diez años de edad de uno de sus enemigos, el mismo Escobar le puso la pistola en la mano porque el hombre tardaba en morir. Obligó al niño a dispararle a su padre. En otra ocasión, tras invitar a un guardaespaldas caído en desgracia a visitarle acompañado por su mujer y sus hijos, Escobar los capturó y amarró. Después comenzó a matar, uno a uno, a los niños: mientras los padres se debatían y gritaban de terror por sus hijos, ante ellos golpeó y ejecutó al bebé, que no llegaba a los seis meses de edad. Después torturó salvajemente a los otros dos hijos, de seis y siete años, antes de ejecutarlos. De allí golpeó, torturó y disparó a la esposa. El guardaespaldas fue el último en morir. Todas esas acciones le valieron el segundo sobrenombre con el cual se le conoció: “El Mataniños”.
Escobar
estableció una ruta a través de México y Cuba para hacer llegar la droga a
Estados Unidos. En sus memorias, su lugarteniente “Popeye” recuerda:
"Pablo Escobar siempre busca la forma de llegar con su droga a las calles norteamericanas, a través de gobiernos no aliados y enemigos de los Estados Unidos de Norteamérica. Lo quiere hacer a gran escala; ya lo ha hecho a través de Nicaragua, en la época que este país estuvo en manos del gobierno sandinista. Con ayuda de Jorge Avendaño, apodado ‘El Cocodrilo’, el Patrón llega a Fidel Castro, en la isla de Cuba. Éste lo conecta con su hermano Raúl y así se inicia una operación de tráfico de cocaína. Pablo Escobar conserva la amistad con Fidel Castro, desde su estadía en Nicaragua; nunca han hablado personalmente, pero sostienen permanente y fluida comunicación por cartas y terceras personas. La amistad se establece a través de Álvaro Fayad, el comandante del M-19, e Iván Marino Ospina. El trato se cierra y ‘El Cocodrilo’ viaja a la isla con un pasaporte falso, coordina todo en cabeza de Raúl Castro y por espacio de dos años, trabajan de la siguiente manera: la droga se empacaba en condones y luego se unían varios preservativos en paquetes de un kilo, envolviéndolos en bolsas plásticas que eran selladas con cinta adhesiva. Salía del puerto de Buenaventura navegando hasta las costas mexicanas, donde era recibida por los socios locales; inmediatamente llegaba, era subida a aviones con matrícula mexicana y despachada rumbo a Cuba. Con el apoyo de las autoridades cubanas, los aviones procedentes de México no tienen problema alguno. Allí, los militares cubanos, al mando del general Ochoa y el oficial Tony dela Guardia ,
bajo instrucciones directas de Raúl Castro, se hacían cargo de la mercancía,
custodiándola para posteriormente embarcarla en lanchas rápidas, tanqueadas con
gasolina por cuenta de los cubanos, con destino a Estados Unidos, entrando por
Cayo Hueso. Las lanchas iban y venían varias veces durante esas jornadas. Ya en
costas estadounidenses, la droga era recibida por El Mugre, quien con su gente
la trasladaba a varias caletas, situadas en Kendall, Boca Ratón y el mismo Cayo
Hueso. Estas caletas eran casas residenciales, en donde se perforaba el terreno
y, en tubos de PVC, para que no se humedeciera la cocaína, se enterraba la
droga, esperando a ser distribuida en pequeñas cantidades a los minoristas,
para ser comercializada en todo Estados Unidos.
“Cada caleta tenía capacidad de almacenamiento de hasta 2.000 kilos. Los cubanos reciben 2.000 dólares por cada kilo de droga transportada y 200 dólares por cada kilo custodiado. La tajada de la mafia en México, por el uso de su infraestructura, como puente a la isla, oscila entre 1.500 y 2.000 dólares por cada kilo, dependiendo de la importancia del embarque. La cercanía entre México y la isla cubana da margen para transportar más cantidades de cocaína y gastar menos combustible. Pablo estaba feliz con esta ruta. Decía que era un placer hacer negocios con Raúl Castro, pues era un hombre serio y emprendedor. Esta ruta llenó las arcas del Patrón, quien se encontraba ilíquido al comenzar negocios con los cubanos, pues la guerra con el Estado colombiano le había demandado muchos recursos. En cada envío, hacia Cuba, por avión, se cargaba un promedio de10.000 a
12.000 kilos. Durante este operativo y en varias oportunidades, los dos enlaces
cubanos el capitán Jorge Martínez Valdés y el oficial Amado Padrón viajaron a
Medellín; los movíamos con documentos falsos y para no llamar la atención, por
su acento, se los hacía pasar por costeños. Los viajes y la atención de éstos
en Colombia estaban totalmente a cargo del ‘Cocodrilo’. Al comienzo de los
negocios con los cubanos, los mexicanos se mostraron reacios a incluirlos,
alegando que ellos querían cobrar mucho por participar. Pablo se impuso, pues
de antaño, simpatizaba con la causa de la revolución y quería apoyar a Fidel.
Los dólares producto de la venta de esta droga en Estados Unidos, llegaban a
manos llenas, camuflados en electrodomésticos, que ingresaban a Colombia ante
la mirada complaciente de algunos funcionarios de la aduana, al servicio de
Escobar. Desde allí, se repartía su participación a los socios mexicanos y
cubanos.
El poder de Escobar impactó a todos, incluyendo a los intelectuales. El escritor y premio Nobel colombiano Gabriel García Márquez sería, según el testimonio del sicario y lugarteniente “Popeye”, uno de sus intermediarios:
“El último contacto que yo conocí entré Fidel Castro y ‘El Patrón’, fue con ocasión de haber sido enviado por él, a los Estados Unidos para comprar un misil Stinger tierra-aire. Dado que mi vuelo hacía escala enla Ciudad de México, Pablo
Escobar, conociendo la amistad de Fidel Castro con el escritor (y premio Nobel)
Gabriel García Márquez así como su importante papel como mediador de causas, le
solicita hacerle llegar una comunicación a él, que me entrega en un voluminoso
sobre sellado. Nunca supe lo que decía esta misiva, pues para mí las
comunicaciones del ‘Patrón’ eran sagradas y jamás se me habría ocurrido
conocerlas si él no me comentaba. Llegué al aeropuerto Benito Juárez de la Ciudad de México y el
escritor me estaba esperando, rodeado de gente, en la puerta de la sala. Me
saludó amablemente y le dije: ‘Maestro, aquí le envía Pablo Escobar para que
por favor le entregue esta carta al Comandante Fidel Castro’. Simplemente me la
recibe y me dice: ‘Así se hará’. De paso, me invita a una tertulia que se haría
esa noche en su casa. Gentilmente me excusé, pues debía continuar mi viaje
hacia los Estados Unidos, pasando por Tijuana, para concluir la misión que ‘El
Patrón’ me había encomendado”.
El final de la carrera de Pablo Escobar se inició con la guerra entre los Cárteles de Medellín y Cali. Como en una guerra, un comando del Cártel de Cali bombardeó el Edificio Mónaco, donde Escobar poseía un departamento, causando graves secuelas auditivas a su hija Manuela y dejando un cráter en el lugar.
Sus intentos de aniquilar al general Miguel Maza, el sabueso en jefe del Departamento Administrativo de Seguridad (DAS, la policía secreta colombiana), provocaron más devastación.
El 6 de diciembre de1989, a
las 07:30 horas, una carga explosiva de ocho mil kilogramos de dinamita,
camuflada en un autobús de la
Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá, detonó
frente a las instalaciones del DAS en el sector de Paloquemao, en Bogotá.
"Pablo Escobar siempre busca la forma de llegar con su droga a las calles norteamericanas, a través de gobiernos no aliados y enemigos de los Estados Unidos de Norteamérica. Lo quiere hacer a gran escala; ya lo ha hecho a través de Nicaragua, en la época que este país estuvo en manos del gobierno sandinista. Con ayuda de Jorge Avendaño, apodado ‘El Cocodrilo’, el Patrón llega a Fidel Castro, en la isla de Cuba. Éste lo conecta con su hermano Raúl y así se inicia una operación de tráfico de cocaína. Pablo Escobar conserva la amistad con Fidel Castro, desde su estadía en Nicaragua; nunca han hablado personalmente, pero sostienen permanente y fluida comunicación por cartas y terceras personas. La amistad se establece a través de Álvaro Fayad, el comandante del M-19, e Iván Marino Ospina. El trato se cierra y ‘El Cocodrilo’ viaja a la isla con un pasaporte falso, coordina todo en cabeza de Raúl Castro y por espacio de dos años, trabajan de la siguiente manera: la droga se empacaba en condones y luego se unían varios preservativos en paquetes de un kilo, envolviéndolos en bolsas plásticas que eran selladas con cinta adhesiva. Salía del puerto de Buenaventura navegando hasta las costas mexicanas, donde era recibida por los socios locales; inmediatamente llegaba, era subida a aviones con matrícula mexicana y despachada rumbo a Cuba. Con el apoyo de las autoridades cubanas, los aviones procedentes de México no tienen problema alguno. Allí, los militares cubanos, al mando del general Ochoa y el oficial Tony de
Raul y Fidel Castro |
“Cada caleta tenía capacidad de almacenamiento de hasta 2.000 kilos. Los cubanos reciben 2.000 dólares por cada kilo de droga transportada y 200 dólares por cada kilo custodiado. La tajada de la mafia en México, por el uso de su infraestructura, como puente a la isla, oscila entre 1.500 y 2.000 dólares por cada kilo, dependiendo de la importancia del embarque. La cercanía entre México y la isla cubana da margen para transportar más cantidades de cocaína y gastar menos combustible. Pablo estaba feliz con esta ruta. Decía que era un placer hacer negocios con Raúl Castro, pues era un hombre serio y emprendedor. Esta ruta llenó las arcas del Patrón, quien se encontraba ilíquido al comenzar negocios con los cubanos, pues la guerra con el Estado colombiano le había demandado muchos recursos. En cada envío, hacia Cuba, por avión, se cargaba un promedio de
El poder de Escobar impactó a todos, incluyendo a los intelectuales. El escritor y premio Nobel colombiano Gabriel García Márquez sería, según el testimonio del sicario y lugarteniente “Popeye”, uno de sus intermediarios:
“El último contacto que yo conocí entré Fidel Castro y ‘El Patrón’, fue con ocasión de haber sido enviado por él, a los Estados Unidos para comprar un misil Stinger tierra-aire. Dado que mi vuelo hacía escala en
Gabriel García Márquez |
El final de la carrera de Pablo Escobar se inició con la guerra entre los Cárteles de Medellín y Cali. Como en una guerra, un comando del Cártel de Cali bombardeó el Edificio Mónaco, donde Escobar poseía un departamento, causando graves secuelas auditivas a su hija Manuela y dejando un cráter en el lugar.
Sus intentos de aniquilar al general Miguel Maza, el sabueso en jefe del Departamento Administrativo de Seguridad (DAS, la policía secreta colombiana), provocaron más devastación.
El 6 de diciembre de
El
atentado fue devastador. Murieron más de cien personas entre funcionarios,
agentes de la DAS
y transeúntes así como algunos de los encargados de la instalación del coche
bomba. Hubo setecientos heridos. El edificio de la DAS quedó totalmente destruido;
parecía haber sido bombardeado. Colombia era ya una zona de guerra. Las
pérdidas materiales fueron millonarias, no sólo en el edificio de la DAS , sino también en las casas
y negocios aledaños. Sobre todo, el narcoterrorismo se había adueñado ya del
país. Colombia vivía un constante baño de sangre.
Medellín
siguió pulverizando récords: en 1991, 7,081 personas fueron asesinadas. Los
aliados de Escobar pronto comprendieron el papel que las bombas iban a
desempeñar en su declive. Había caído en la trampa del terrorismo.
El 27 de
noviembre de 1989, una bomba mata a 107 pasajeros del vuelo HK 1803 de Avianca,
en el que Escobar creía que viajaba el candidato presidencial César Gaviria.
“Los Extraditables” se adjudicaron el atentado mediante una llamada telefónica.
Aquello era inaudito y se convirtió en un escándalo mundial: volar un avión en
el aire era algo que se atribuía solamente a los fundamentalistas. Era un
crimen dirigido contra civiles inocentes; Escobar había llegado demasiado
lejos.
Tras la
victoria de César Gaviria en las elecciones de 1990, Pablo Escobar se confesó
con el sacerdote Rafael García. No parecía haber salida, pues el nuevo
presidente era un cruzado de la extradición. Pero Escobar necesitaba que la Constitución
colombiana se reformara y se derogara el artículo que autorizaba la extradición
de colombianos al extranjero. Decidió jugar una carta muy arriesgada e inició
una ola de secuestros; el primero fue el de la periodista y conductora de
televisión, Diana Turbay (hija del ex presidente de Colombia, Julio César
Turbay), junto con un equipo de reporteros. Secuestró casi enseguida a otros
miembros prominentes de las familias de la clase política colombiana. Otro fue
el hijo del director del periódico El Tiempo, Francisco Santos,
quien llegaría a ser vicepresidente de Colombia. El país volvió a estremecerse:
Escobar ponía en jaque a los políticos y a los periodistas.
La jugada
salió perfecta: Escobar consiguió que la Constitución se
reformara y se derogara la extradición; había puesto de rodillas al estado
colombiano. Ningún criminal, antes o después de él, consiguió nada semejante.
Luego, durante un año, el equipo de abogados de Escobar negoció las condiciones
de su entrega con el Ministro de Justicia. Escobar ofreció al Gobierno su
propia granja, La Catedral ,
para que instalaran allí la prisión donde quedaría recluido. El Gobierno aceptó
que confesase los crímenes que quisiera, y él asumió que había colaborado en la
exportación de veinte kilos de cocaína, pero de manera indirecta. El Gobierno
lo consideraba implicado en casos más importantes, como los asesinatos de Luis
Carlos Galán y Guillermo Cano, pero aceptaron el trato: no tenían más opciones.
El 19 de junio de 1991, Pablo Escobar Gaviria entregaba su pistola Sig Sauer al
procurador Carlos Arrieta: "Es un símbolo de mi deseo de someterme
a la justicia", dijo. Con él se entregaron once de sus lugartenientes,
incluido “Popeye”. No pasaría mucho tiempo antes de que Escobar recuperara su
arma y la conservara hasta el día de su muerte.
Enseguida se convirtió en un recluso de oro, rodeado de una guardia pretoriana fiel y con todas las comodidades que un preso o un hombre libre pudiera desear: piscina, discoteca, champagne francés, restaurante abierto las veinticuatro horas del día, muñecas inflables y un catálogo de prostitutas hermosísimas. Escobar encargaba directamente sardinas, chicas de quince o dieciséis años y organizaba orgías, con shows lésbicos y vibradores.
Enseguida se convirtió en un recluso de oro, rodeado de una guardia pretoriana fiel y con todas las comodidades que un preso o un hombre libre pudiera desear: piscina, discoteca, champagne francés, restaurante abierto las veinticuatro horas del día, muñecas inflables y un catálogo de prostitutas hermosísimas. Escobar encargaba directamente sardinas, chicas de quince o dieciséis años y organizaba orgías, con shows lésbicos y vibradores.
También
había un campo de football, al que acudían a jugar los tres equipos
de Medellín. Escobar jugó allí varios partidos con René Higuita, uno de los
jugadores colombianos más famosos del mundo. Más protegido que encerrado,
reconstruía su imperio, seguía masacrando enemigos y repartía generosos
sobornos entre los policías que se encargaban de la seguridad exterior de la
finca.
Escobar
abusó de sus privilegios, ejecutando incluso a viejos compañeros del Cártel en
sus instalaciones, entre ellos los hermanos Moncada Galeano.
El
asesinato de los Moncada Galeano hizo que varios narcos y paramilitares,
principalmente los hermanos Fidel y Carlos Castaño (quienes años después
fundarían las AUC), conformaran un grupo que se hizo llamar "Los
Pepes" ("Perseguidos Por Pablo Escobar") y que utilizó las
mismas tácticas para enfrentar al capo. Pusieron bombas en sus edificios,
asesinaron a sus abogados y profundizaron el baño de sangre que sufría
Colombia. A través de una carta anónima, el Gobierno tuvo conocimiento de los
privilegios que disfrutaban los doce internos y de que la maquinaria criminal
del clan Escobar seguía en marcha. Habían hecho la vista gorda, pero el asunto
llegó a conocimiento de la DEA
y los estadounidenses se indignaron. El presidente decidió endurecer el trato y
Escobar planeó su fuga para evitar ser trasladado a una prisión de máxima
seguridad. En julio de 1992, pese al destacamento de cuatrocientos policías en
torno a La Catedral ,
Escobar se fue. Pero nada más escapar reanudó su contacto con el gobierno para
negociar otra rendición. Esta vez, sin embargo, recibió una respuesta negativa. "No,
no, no. Nada de pactos esta vez. Vamos a matarlo", se oyó decir en el
despacho presidencial según testigos.
Pablo Escobar estaba solo, oculto en algún lugar de Medellín. Viejos sistemas de telecomunicaciones le permitían mantenerse en contacto con su familia. Gracias a un cruce de líneas, Escobar fue localizado. Hugo Martínez, responsable del Bloque de Búsqueda (unidad de élite creada en 1989 para capturarle), vivió a diario, durante tres años, la experiencia de la persecución: cuando parecía estar a punto de alcanzarle, Escobar se esfumaba. Pero, tras más de catorce mil intentos frustrados, y por culpa de las llamadas telefónicas a su familia, Escobar se colocó en la mira.
Pablo Escobar estaba solo, oculto en algún lugar de Medellín. Viejos sistemas de telecomunicaciones le permitían mantenerse en contacto con su familia. Gracias a un cruce de líneas, Escobar fue localizado. Hugo Martínez, responsable del Bloque de Búsqueda (unidad de élite creada en 1989 para capturarle), vivió a diario, durante tres años, la experiencia de la persecución: cuando parecía estar a punto de alcanzarle, Escobar se esfumaba. Pero, tras más de catorce mil intentos frustrados, y por culpa de las llamadas telefónicas a su familia, Escobar se colocó en la mira.
Comenzaba
el mes de diciembre de 1993. La justicia colombiana ofrecía una recompensa de
millón y medio de dólares por él. Su familia voló a Alemania en busca de asilo
político, pero fue devuelta en el acto a Colombia.
El 1 de
diciembre, Escobar celebra su cumpleaños en la soledad de su escondite. Esa
tarde habla con su mujer por teléfono durante un buen rato, más de los dos
minutos a que se ciñe siempre para evitar que la llamada sea localizada. Lo
hace en marcha, a bordo de un taxi, para que los sistemas de detección del
Bloque no puedan triangular la señal.
Al día siguiente, 2 de diciembre, vuelve a llamar a su familia varias veces, pero en esta ocasión no desde el taxi, sino desde su escondite, que los policías sitúan en un vulgar edificio de dos pisos de un barrio de clase media de Medellín. La última llamada, a las 14:56, es con su hijo. Sus últimas palabras son: "Te dejo porque aquí está pasando algo raro".
Pese a que estaba acompañado sólo por un escolta, quien también murió en el operativo, Escobar opuso resistencia y disparó al tiempo dos pistolas mientras trataba de escapar por el tejado de la casa en la finalmente fue muerto por la Policía.
Al día siguiente, 2 de diciembre, vuelve a llamar a su familia varias veces, pero en esta ocasión no desde el taxi, sino desde su escondite, que los policías sitúan en un vulgar edificio de dos pisos de un barrio de clase media de Medellín. La última llamada, a las 14:56, es con su hijo. Sus últimas palabras son: "Te dejo porque aquí está pasando algo raro".
Pese a que estaba acompañado sólo por un escolta, quien también murió en el operativo, Escobar opuso resistencia y disparó al tiempo dos pistolas mientras trataba de escapar por el tejado de la casa en la finalmente fue muerto por la Policía.
Fuerzas
especiales de la policía rodean el inmueble, ubicado en la calle Carrera 79-A.
Al verse rodeado, Escobar intenta escapar por el patio, pero cae abatido sobre
el tejado, con tres impactos de bala en su cuerpo: uno en la pierna, otro en el
hombro y otro más, el definitivo, con orificio de entrada y salida
frontolateral en la cabeza.
Su
cadáver, exangüe y barbado, es sometido a autopsia, a la que asisten su hermana
Luz María y la viuda de su lugarteniente Limón, que cayó con él en el asalto.
Un agente de la DEA
corta pedazos de la barba del cadáver como recuerdo y trofeo.
Su
presencia en la mesa de autopsias no basta para que las interpretaciones sobre
la muerte proliferen; Luz María lanza la hipótesis de un improbable suicidio.
La leyenda empieza un segundo después de que el suceso sea hecho público con
esta declaración del policía Hugo Aguilar: "Larga vida a Colombia,
Pablo Escobar ha muerto".
Su
lugarteniente “Popeye”, preso, se entera de la noticia por medio de la
televisión. En sus memorias, cuenta el suceso:
“La noticia recorre el mundo, anunciando la muerte del Capo. Cuando me entero, se me embota la cabeza; Iván Urdinola me llama a su celda, se le ve contento y dice: ‘Popeye, esto es lo mejor que nos pudo pasar a todos. Esta aseveración muestra lo que la mafia siente por el hombre que tumbó la extradición. Los policías bailan en un solo pie, un agente dela DEA corta medio bigote del
cadáver de ‘El Patrón’ y lo toma como recuerdo o quizá como un trofeo. Iván
Urdinola llama a Cali y la fiesta es total; los mafiosos del Cártel de Cali en
la cúspide del poder. Miguel Rodríguez, llorando de la felicidad, abraza a sus
amigos. Gilberto Rodríguez y Pacho Herrera (del Cártel de Cali) le acaban de
ganar la guerra a Pablo Escobar Gaviria. Los tontos no saben que esos mismos
agentes norteamericanos van más tarde por ellos. Los ricos festejan en las
calles, la euforia llega a la clase política, a los empresarios, a la justicia,
a la embajada norteamericana. Todos paran sus actividades y arman una fiesta.
El Presidente de la
República , César Gaviria Trujillo, se pronuncia ante el país,
con una sonrisa en sus labios; anuncia de forma ilusa e ingenua el final del
terrorismo y la violencia, avizorando un gran futuro para Colombia; los
militares de plácemes; ministros y altas personalidades del país en euforia
colectiva. Los informativos enloquecidos; la prensa hablada vuelca todo su odio
contra el abatido Pablo Escobar.
“La noticia recorre el mundo, anunciando la muerte del Capo. Cuando me entero, se me embota la cabeza; Iván Urdinola me llama a su celda, se le ve contento y dice: ‘Popeye, esto es lo mejor que nos pudo pasar a todos. Esta aseveración muestra lo que la mafia siente por el hombre que tumbó la extradición. Los policías bailan en un solo pie, un agente de
“Los
gobiernos felicitan al Presidente Gaviria. Iván llama de nuevo a Cali y le
informan que la mafia ha organizado una gran fiesta; miles de botellas de licor
se destapan a nombre del recién caído Pablo Escobar. El Presidente recobra su
prestigio político, perdido el día de la fuga de La Catedral y pasa a la
historia como el mandatario que abate al temible capo. Los Estados Unidos lo
premiarán por eso. Los altos funcionarios estadounidenses, a la cabeza del
Presidente de la Nación ,
se pronuncian complacidos ante los medios de comunicación; George Bush padre da
un parte de victoria. La
Policía Nacional recobra su tranquilidad y credibilidad a
nivel mundial. Pero no todos en Colombia festejan la muerte. Lo lloran su viuda
María Victoria Henao, su bella hijita Manuela, su afligido hijo Juan Pablo
quien, en su dolor, se lanza a los medios de comunicación prometiendo venganza
por la muerte de su padre. La congoja invade a sus hermanos, sus sobrinos, su
sufrida madre doña Hermilda, don Abel su padre, los habitantes del barrio ‘Pablo
Escobar’ y los humildes de Antioquia y el resto del país. Lo lloramos sin
lágrimas los hombres que lo dejamos solo y ahora estamos en prisión. Yo miro
con pena a todos por haberlo abandonado a su suerte, me doy cuenta de lo grande
y poderoso que era ‘El Patrón’; cuando andábamos juntos lo miraba con respeto y
admiración, porque en realidad era un gigante. Un visionario de la dignidad
nacional…”
Su tumba, situada en el cementerio Jardines de Montesacro, cerca de Medellín, sería considerada una de las más visitadas de Colombia. Se encuentra al lado de la tumba de su padre, Abel de Jesús Escobar, quien falleció en 2001 y pidió como último deseo ser sepultado junto con su hijo. Nunca le faltan flores frescas. El epitafio en la lápida de Escobar, una cita de Confucio, es enigmático: “Cuando veas a un hombre bueno, trata de imitarlo. Cuando veas a un hombre malo, examínate a ti mismo”.
Pablo Escobar estaba muerto y nadie terminaba de creerlo. “El Mataniños”, el hombre responsable de más de diez mil asesinatos, dejaba vía libre a otros narcos tan sanguinarios como él, pero también menos carismáticos. Tras Escobar se acentuaron la guerrilla, los grupos paramilitares, la guerra sucia. Pero no todo era ruina. Su leyenda engordaba en los suburbios de Medellín y su imagen alimentaba interpretaciones artísticas que lo mostraban como un Corazón de Jesús con túnica de camuflaje y una granada en el pecho, o como uno de los héroes del siglo XX, junto a Lady Diana y Carlos Gardel.
Su tumba, situada en el cementerio Jardines de Montesacro, cerca de Medellín, sería considerada una de las más visitadas de Colombia. Se encuentra al lado de la tumba de su padre, Abel de Jesús Escobar, quien falleció en 2001 y pidió como último deseo ser sepultado junto con su hijo. Nunca le faltan flores frescas. El epitafio en la lápida de Escobar, una cita de Confucio, es enigmático: “Cuando veas a un hombre bueno, trata de imitarlo. Cuando veas a un hombre malo, examínate a ti mismo”.
Pablo Escobar estaba muerto y nadie terminaba de creerlo. “El Mataniños”, el hombre responsable de más de diez mil asesinatos, dejaba vía libre a otros narcos tan sanguinarios como él, pero también menos carismáticos. Tras Escobar se acentuaron la guerrilla, los grupos paramilitares, la guerra sucia. Pero no todo era ruina. Su leyenda engordaba en los suburbios de Medellín y su imagen alimentaba interpretaciones artísticas que lo mostraban como un Corazón de Jesús con túnica de camuflaje y una granada en el pecho, o como uno de los héroes del siglo XX, junto a Lady Diana y Carlos Gardel.
Mucha
gente afirma que Pablo Escobar Gaviria sigue vivo. Tienen la foto de Escobar
entre las de sus hijos y las estampitas de vírgenes y cristos, mientras
aguardan la vuelta de su mesías y le rezan ante hornacinas saturadas de velas.
Los Tigres del Norte, grupo musical mexicano, le compusieron en homenaje un
corrido titulado “Muerte anunciada”, que en su estrofa inicial afirma:
“Era una muerte anunciada
desde que ganó la cima;
puso el mundo de cabeza
el Zar de la Cocaína,
pero cayó en Medellín
don Pablo Escobar Gaviria...”.
“Era una muerte anunciada
desde que ganó la cima;
puso el mundo de cabeza
el Zar de la Cocaína,
pero cayó en Medellín
don Pablo Escobar Gaviria...”.
O, en las
propias palabras del capo, pronunciadas ante su lugarteniente poco antes de su
muerte: “’Este es el epitafio que quiero para mi tumba: ‘Fui todo lo
que quise ser: un bandido’”.
“Prefiero una tumba en Colombia que una cárcel en EE.UU.”.
MUSICA