7 de Mayo del año 2007 la
policía fue alertada por un vecino del pueblo de Kurim, cerca de
Brno, República Checa. El hombre, espantado, aseguró haber comprado
una cámara de seguridad para su hogar, la cual por coincidencia había
intervenido la señal de la cámara de sus vecinos. En su televisor, en vez
proyectarse las imágenes de su casa, se veía el interior del sótano de la casa
aledaña. En la grabación hecha por el vecino, dos niños de corta edad parecían
encerrados en unas jaulas metálicas y estaban siendo sometido a torturas por
dos mujeres. De inmediato, los policías entraron a la casa de Klara y Katerina
Mauerová, dos hermanas que vivían en la casa que registraba las perturbadoras
grabaciones. Lo primero que encontraron al entrar a la casa, fue a una chica de
13 años, llamada Anicka, quien aseguraba haber sido adoptada por Klara y que
corrió a los brazos de los policías, contando cómo Klara y Katerina la
torturaban. La niña, entre sollozos, fue llevaba a un centro de protección de
menores; pero desaparecería misteriosamente 24 horas más tarde.
De izquierda a derecha, Klara, Anicka, Ondrej y Jakub |
Mientras la policía
registraba el sótano, encontraron a los dos niños encerrados en unas aparatosas
y estrechas jaulas de metal. Ondrej, de 7 años, y su hermano Jakub, de 9,
estaban desnudos y con graves lesiones; sobre todo en las extremidades, donde
parecían haberles arrancado varios pedazos de carne. El hedor era insoportable,
pues los niños llevaban más de un año completo encerrados en tan inhumanas
condiciones. Las fecas y la orina, estaban esparcidas por el oscuro y húmedo
sótano de las hermanas Mauerová, las que fueron detenidas inmediatamente.
Debido a las diversas
infecciones, uno de los niños murió en el hospital. Sus cuerpos carcomidos,
eran la evidencia de que, posiblemente, estaban siendo devorados por su madre y
su tía, Klara y Katerina.
El caso horrorizó
a República Checa, y el repudio se centró sobre las hermanas
Mauerová, quienes mostraron tener graves problemas psicológicos. Lo que nadie
sabía, era que esta terrible noticia de abuso a menores, sólo era el comienzo
de una verdadera historia de terror.
Klara Mauerová, nació en
Kurim, en 1975. Desde su adolescencia, mostró claros rasgos de sufrir
esquizofrenia. Solía tener visiones extrañas y se convirtió en una desadaptada.
Su hermana, Katerina, padecía de una enfermedad mental y, al parecer, también
tenía visiones extrañas que la perturbaban. Ambas hermanas, estaban convencidas
de que sus visiones eran muy similares a las que sufría Juana de Arco, y que
tendrían una misión espiritual que cumplir cuando llegara el momento.
Klara Mauerová |
Durante el juicio, Klara y
Katerina afirmaron haber adoptado a una chica de 13 años, llamada Barbora
Skrlová. La niña (que se había presentado ante los policías como Anicka) se
había fugado del centro de menores, y estaba siendo buscada por la policía para
testificar contra las mujeres más odiadas de República Checa; sin embargo, las
hermanas comenzaron a desesperarse y acusaron a la pequeña Barbora de
"lavarles el cerebro" e incitar a cometer las torturas sobre los dos
niños.
Anicka (Barbora Skrlová), la niña de 13 años desaparecida del centro de protección de menores. |
La espeluznante verdad fue
que Barbora Skrlová, resulto ser una mujer de treinta y tres años, quien
estudiaba en la universidad padecía una extraña enfermedad glandular: su
aspecto era el de una niña de doce años y constantemente se había hecho pasar
por menor de edad para escapar de castigos o inclusive de enfrentar acciones
legales en su contra. Barbora inclusive había sido adoptada por un matrimonio,
que la había tomado por una niña. De carácter violento, Barbora permaneció
mucho tiempo en una institución psiquiátrica, de la cual escapó.
La presencia de Barbora
Skrlová cambió muchas cosas. Las psicopatías de Klara y Katerina estallaron
gracias al sutil lavado de cerebro que Barbora, con su aspecto infantil,
practicó con ellas. Según las declaraciones del psiquiatra Zdenek Basný, que la
atendió, los cambios de identidad de la mujer con aspecto de niña se debían a
una grave enfermedad mental: “Toda la historia de Barbora Skrlova está
rodeada de un enigma en el que ella participa de manera extraña. No existe una
clara explicación, pero si debiera dar una hipótesis, diría que se trata de una
disociación psíquica grave con perturbación de identidad”.
Barbora además
experimentaba un doble carácter: por una parte era una mujer adulta y por otro
se comportaba como una niña. Tenía celos de la atención que Klara prodigaba a
sus dos hijos. Poco a poco, comenzó una sutil campaña contra ellos. Los acusaba
de cometer travesuras, de romper cosas, de comportarse mal.
Klara empezó a
castigarlos. Sin embargo, la frecuencia de los regaños aumentó tanto que Klara,
desesperada por la supuesta mala actitud de sus hijos, le pidió consejo a la
misma autora de todo aquello. Barbora, feliz al ser dueña de la situación, le
hizo una sugerencia que a Klara y a Katerina les pareció muy natural: había que
construir una jaula de hierro para encerrar allí a los dos niños.
Los niños fueron
desnudados y metidos a la jaula. No lo sabían, pero permanecerían allí más de
un año. Barbora dio nuevas instrucciones que Klara y Katerina siguieron al pie
de la letra. Comenzaron a torturar a los niños. Les ponían cigarrillos encendidos
en brazos y piernas. Los amarraban y amordazaban cuando había visitas. Los
golpeaban. Les daban toques eléctricos a través de los barrotes de su jaula.
Los azotaban con cinturones e intentaron ahogarlos. Los mantenían desnudos todo
el tiempo. Les lanzaban cubetadas de agua fría para limpiarlos, aunque lo
hacían solamente una vez por semana y los niños tenían que dormir en el piso,
sin cobijas, junto a su orina y a sus excrementos. A veces no les daban de
comer. Si lloraban, los golpeaban a través de los barrotes.
Un día, Barbora tuvo una
idea novedosa. Comenzaron a darle de comer a los niños abundantemente. Subieron
de peso. Entonces, Klara tomó un cuchillo afilado, fue a la jaula y le pidió a
Ondrej que sacara una pierna. Una vez que lo hizo, Katerina y Barbora sujetaron
la extremidad mientras Klara, con el cuchillo, le arrancaba trozos de carne a
su hijo. El niño gritaba de dolor y terror, su hermano hacía otro tanto. Una
vez que le quitó varios trozos, las tres los comieron delante de él, burlándose
de los gritos del niño.
La siguiente ocasión le
tocó a él. Su madre le arrancó pedazos de un brazo. A partir de ese momento,
cada mes el sangriento ritual tenía lugar: las mujeres bajaban, Klara le
arrancaba pedazos de carne a uno de los niños y luego las tres los devoraban
allí mismo.
Barbora tuvo una idea para
controlar más a los niños, una idea que sería su perdición. Katerina compró en
una tienda de aparatos electrónicos una cámara de vigilancia inalámbrica, de
las utilizadas para supervisar a los bebés. La instaló en el sótano. A través
de ella, podían observar lo que los niños hacían. También veían cuando alguna
de ellas bajaba a torturarlos.
Como se conto al inicio, un
hombre que se mudó con su joven esposa a la casa de junto, instaló una cámara
igual para monitorear el cuarto de su bebé. Pero su sorpresa fue mayúscula
cuando, en vez de ver el cuarto de su hijo, lo que observó fue el ritual de las
tres mujeres, torturando a los niños. Pasaron días hasta que se dio cuenta de
que la señal que estaba interceptando provenía de la casa de sus vecinas.
El hombre grabó un video
con las imágenes. Luego avisó a la policía. El 10 de mayo de 2007 los agentes
llegaron a la casa y entraron. Klara y Katerina se colocaron ante la puerta que
conducía al sótano, tratando de que los agentes no entraran. Los policías las
esposaron y se las llevaron a una patrulla. Luego rompieron los candados y
entraron. Lo que allí encontraron los llenó de horror.
El hedor a sangre, mugre,
orina y excremento era insoportable. El piso estaba pegajoso y en las paredes
había manchas de sangre seca. Uno de los niños estaba desmayado; el otro se
hallaba en shock. Ambos presentaban heridas terribles, con el cuerpo carcomido
y algunas partes casi descarnadas.
Parada frente a la jaula
había una niña; sujetaba un osito de peluche. Al ver a los agentes, corrió a
sus brazos. Les dijo que se llamaba Anika, que tenía sólo doce años y que era
una hija adoptiva de Klara. Los agentes la sacaron de allí rápidamente. Una vez
en la calle, la supuesta niña aprovechó que los policías trataban
desesperadamente de abrir la jaula de hierro para escaparse: se trataba de
Barbora, quien había recurrido de nueva cuenta a su viejo truco consiguiendo
huir.
Pasó un año, y la policía
checa no tenía noticias del paradero de Barbora, hasta que fue detenida en
Noruega. Había sido adoptada por una pareja, pero ya no se estaba haciendo
pasar por Anicka; sino por Adam, un niño de 14 años. Fue extraditada a la República Checa
donde fue juzgada junto a Klara y Katerina.
BARBORA SKRLOVA EN SU FACETA COMO ADAM, UN NIÑO GENIO
Su huida y su extraña
personalidad inspirarían una película de terror: La huérfana, que se
centra en la capacidad de la protagonista para engañar a la gente haciéndose
pasar por menor de edad y en sus ataques psicopáticos.
PELICULA
No hay comentarios:
Publicar un comentario