Literatura

domingo, 30 de septiembre de 2012

Aileen Wuornos: "La Mujer Araña"


Aileen Carol Wuornos nació en Rochester, Michigan, el 29 de febrero de 1956. Hija de padres adolescentes que se separaron meses antes de su nacimiento, Aileen quedó al cuidado de su madre, Diane, al igual que su hermano mayor Keith. Pero la joven madre fue incapaz de criar a la niña. Aileen fue abandonada cuando era niña, en marzo de 1960. Nunca conoció a su padre, un pedófilo alcohólico. Su madre dejó a sus hijos en manos de los abuelos, Lauri y Britta Wuornos. Su abuela sufría un severo problema de alcoholismo y era una mujer muy violenta. Su abuelo empezó a abusar de ella sexualmente. 

A los seis años de edad, en 1962, Aileen sufre severas quemaduras en el rostro cuando jugaba junto a su hermano y nueve años más tarde, queda embarazada de un padre que permaneció sin identificar, entregando a su hijo recién nacido a un hogar de Detroit. 


En esos mismos días, Aileen y su hermano dejaron la casa de los abuelos. Ella comenzó a viajar por todo el país e incapaz de mantenerse, empezó a trabajar en la calle como prostituta. Sus clientes la maltrataban frecuentemente: recibió abusos y golpizas de parte de sus clientes. Sus hermanos también le dieron la espalda. 


En 1974, usando el alias de “Sandra Ketsch”, Aileen Wuornos fue encarcelada en Colorado por conducta impropia, conducir ebria y disparar una pistola calibre .22 desde un vehículo en movimiento. 


Para 1976, de vuelta en Michigan, Aileen fue arrestada en Antrim County por golpear la cabeza de un barman con una bola de billar. Pocos días después, su hermano Keith murió de cáncer en la garganta y Aileen heredó los $10,000.00 dólares de su seguro de vida. Con el dinero, se compró un auto nuevo y viajó a Florida en busca de una vida mejor. 


En 1981 Aileen cayó de nuevo en la cárcel, esta vez en Edgewater, Florida, por robar a mano armada una tienda. Salió de prisión trece meses más tarde, en junio de 1983. Siguieron detenciones por conducir sin licencia, robar un automóvil, resistirse al arresto, obstruir a la justicia y amenazar a un hombre con una pistola calibre .22 para robarle 200 dólares. 


A finales de 1986, en un bar de Daytona, Aileen Wuornos conoció a quien sería el amor de su vida: Tyria Jolenne Moore, una jovencita desubicada que la sedujo. Se enamoró de ella inmediatamente, creyendo que aliviaría su soledad y no la rechazaría como habían hecho los hombres, incluido su padre. 


Aileen quería tener un animalillo doméstico y mimaba a “Ty”, como la llamaba, disfrutando del poder que ejercía sobre su joven amiga. Ambas se hicieron amantes; su relación fue siempre tormentosa. 

Tyria Jolenne Moore

Aileen, una empedernida delincuente, sólo tenía un medio de conseguir el lujo que ansiaba proporcionar a Ty, y era el robo. Iba a combinar su inclinación al delito, su amor por Ty y su odio a los hombres, en un brebaje letal que diera satisfacción a sus apetitos emocionales. “Voy a desquitarme de este mundo podrido de los hombres”, dijo jactándose a Cannonball, el tabernero de “El último recurso”, un bar para motociclistas e integrantes de la pandilla “Ángeles del Infierno” que siempre frecuentaba.
































Por esa época la bautizaron como "La Mujer Araña", por su afición a vestirse con prendas de cuero negro y su odio a los hombres. El barman, un hombretón de casi dos metros, tenía la misma opinión sobre la Mujer Araña. “Yo sabía desde el principio que odiaba a los chicos. Aunque eso era asunto suyo. Tenía una boca terriblemente sucia, pero no le hacíamos caso”.


De ahí en adelante las andanzas delincuentes de la pareja se multiplicaron con rapidez. Aileen recurrió a varios nombres falsos y junto a Tyria sumaron incidentes de todo tipo con la policía, desde conducir sin licencia hasta amenazas telefónicas a empleados de supermercado. 




Para 1989, Aileen Wuornos era una mujer de carácter agresivo y fácilmente irritable, que viajaba siempre con una pistola en su bolso y que trabajaba en forma esporádica en bares y paradas de camiones. 



El 30 de noviembre de ese año, un electricista de 51 años de nombre Richard Mallory, conocido por su afición al alcohol y a las mujeres, fue visto con vida por última vez. Al día siguiente su coche fue encontrado junto a su billetera, documentos personales, una botella vacía de vodka y varios condones. Fue hallado en los bosques cercanos a Daytona Bech con tres disparos en el pecho efectuados por una pistola calibre .22. 



El caso se archivó y permaneció sin novedades hasta el 1 de junio de 1990, cuando un hombre desnudo fue hallado muerto cerca de Tampa, con seis disparos de una pistola calibre .22. Cuando la policía lo identificó como David Spears, de 43 años de edad, ya había aparecido un tercer cuerpo desnudo de un hombre de 40 años asesinado con nueve tiros de un arma del mismo calibre. 



La cuarta víctima se llamaba Peter Siems y era un hombre de 65 años, que fue visto por última vez cuando salió de su casa en Florida para ir a visitar a unos parientes en Arkansas. Su coche aparecería un mes más tarde, chocado y abandonado. Testigos contaron a la policía que a bordo del auto iban dos mujeres, una rubia y otra de pelo castaño oscuro, y entregaron información para realizar un retrato hablado. La mujer rubia iba herida, y una huella de su mano ensangrentada quedó grabada en el auto. 



Un año después, otros seis cuerpos asesinados en forma similar fueron descubiertos. Todas las víctimas eran hombres de mediana edad que aparecieron muertos cerca de alguna ruta o camino. Todos habían sido robados y asesinados con una pistola calibre .22 y cerca siempre había preservativos. 



Aileen siempre llevaba a sus víctimas a un sitio despoblado, los amenazaba con un arma, los obligaba a hincarse frente a ella, los goleaba hasta que ellos terminaban llorando y suplicando por sus vidas, y después los asesinaba dándoles nueve tiros.



No pasó mucho tiempo antes que diversos testigos reconocieran en ellos a Tyria J. Moore, de 28 años de edad, y a Aileen Wuornos, de 34. Ambas vivían a la deriva en diversas localidades del estado de Florida y seguían siendo amantes. 



Mientras, para obtener algo de dinero, Aileen seguía vendiendo los objetos de valor que había robado a sus víctimas. Fue así como el 6 de diciembre vendió la cámara y el detector de radar de Richard Mallory en Daytona, y partió a Ormond Beach a vender una caja de herramientas que pertenecía a Spears.



Poco después de abandonar el coche en el condado de Marion, Tyria Moore dejó a Aileen para irse a vivir a Pennsylvania. El malhumor de Aileen aumentó, bebía más que nunca y rondaba sola por las autopistas. Sin embargo, aún no se había enterado de la última faena de su antigua amante ni sufrido su más amarga decepción. 



En enero de 1991, la policía buscó a Tyria y la acusó de robo de un coche. Asustada por este contacto con las autoridades, decidió entregar a su ex amante. Se desmoronó y dio a conocer una historia terrible a la policía. Declaró que Aileen Wuornos la había arrastrado al crimen, que había asesinado a varios hombres y los había despojado para comprarle a ella valiosos regalos con el botín. Mostró las alhajas que, afirmaba, Aileen había sustraído a sus víctimas y condujo a la policía al lugar que su ex amante usaba para guardar sus pertenencias, donde aparecieron más objetos propiedad de las personas asesinadas. 


La policía encontró a Aileen Wuornos en el exterior del bar “El último recurso”. Se había metido a dormir en un coche aparcado y estaba absolutamente ebria. Creyó que la detenían por un delito cometido cinco años atrás con un arma de fuego. Se la llevaron para interrogarla. 





“La Mujer Araña” parecía satisfecha de explicar a la policía su modus operandi. Les explicó que no quería separarse de Ty. Se hacían pasar por autoestopistas, entonces ella convencía a la víctima para que mantuvieran relaciones sexuales, indicándole que condujera hacia un lugar solitario. Allí lo mataba, le despojaba del dinero y las joyas y salía huyendo con el coche. 


En algunas ocasiones, Aileen disponía de un vehículo para buscar a su presa y en este caso simulaba haber sufrido una avería, encendiendo una luz para atraer a un conductor de paso. Y de nuevo usaba el sexo para hacerle caer en su trampa mortal. 



Aileen Wuornos no llegó a explicar el significado de los nueve balazos o de la envoltura del anticonceptivo que entregaba a cada víctima. Mientras estaba detenida en espera del juicio, el oficial que la arrestó, el capitán Steve Binegar, dio su propia versión sobre tal comportamiento: “Cuando acechaba a una víctima por aquellas carreteras solitarias, realmente buscaba a su padre. Cuando disparaba una bala tras otra sobre aquellos pobres hombres, estaba matando a su padre una y otra vez”. 



Antes de que terminase el juicio, ella y su abogado vendieron los derechos cinematográficos sobre su vida. La película resultante se estrenaría mucho tiempo después, protagonizada por Charlize Theron, bajo el título de Monster. La actriz obtendría el Óscar a la Mejor Actriz por ese papel. 

Charlize Theron





























Los amigos motoristas de su edad se quedaron atónitos al saber que “La Mujer Araña” era una asesina en serie. Uno de ellos, hablando en nombre de todos, dijo:

“Es espantoso, cualquiera de esos hombres pudo haber sido uno de nosotros y nunca nos habríamos imaginado quién era el culpable. Aunque yo creo que no habría ido a matar a un motorista. Nos consideraba sus camaradas o algo así. Es un alma perdida como casi todos nosotros”.

El 27 de enero de 1992, un jurado declaró a Aileen Wuornos culpable de homicidio en primer grado y recomendó la pena de muerte. El 30 de enero de 1992, fue sentenciada a morir ejecutada.

Su caso atrajo la atención de numerosos grupos de activistas contra la pena de muerte, que hasta el día de la ejecución se congregaron en los alrededores de la prisión estatal de Starke, al norte del estado de Florida. Ellos dijeron a los medios de prensa que Aileen Wournos no debía haber sido ejecutada porque "estaba loca". Según los activistas, una persona en ese estado mental debería ser internada en un establecimiento psiquiátrico de por vida, pero no ser sometida a la pena de muerte.

Sin embargo, en las postrimerías de su juicio Aileen declaró: "Me corre tanto odio por las venas que si me dejan viva, aunque sea cumpliendo cadena perpetua, mataré otra vez". Pidió al juez que "no malgastara el dinero de los contribuyentes".

Luego despidió a sus abogados y retiró todas las apelaciones de su condena. Los tres psiquiatras enviados por el gobernador Jeb Bush en vísperas de la ejecución determinaron que era "competente para ser ejecutada", que Wuornos entendía el por qué y el resultado.

La pena se cumplió el miércoles 9 de octubre de 2002, a la 9:47 de la mañana. Fue ejecutada en la Prisión Estatal de Florida. Su ejecución se llevó a cabo por medio de inyección letal, un cocktail que contenía pentotal sódico, bromuro y cloruro de potasio.

Wuornos se convertía así en la segunda mujer ejecutada en Florida desde que se restableció la pena de muerte en Estados Unidos en 1976. La primera fue Judy Buenano, en 1998, por envenenar a su marido.

El productor cinematográfico Nick Broomfield, quien realizó un documental sobre Wuornos en 1993 y que la entrevistó días antes de la ejecución se encontraba entre ellos y corroboró esos argumentos. "Mi conclusión, después de haber estado con ella el martes, es que se ha ejecutado a una persona que estaba completamente loca".



Aileen: La Vida Y La Muerte de una Asesina en Serie (2003) 




Monster (2003)



viernes, 28 de septiembre de 2012

Locusta la envenenadora



Locusta cuyo nombre significa "langosta", nació en la Galia durante el siglo I. Al vivir en el campo, desde niña aprendió a conocer las propiedades de las plantas, tanto las beneficiosas como aquellas más perjudiciales. En la antigua Roma, cerca del monte Aventino, en una zona habitada por la burguesía del Imperio, paso a vivir la discreta viuda, que si bien tenía algunas manías un tanto extrañas, era considerada por sus vecinos como una buena mujer. Todos los días acostumbraba salir por las mañanas a pasear sus perros, aunque tenía tantos, que un día sacaba a unos y otro día a otros. Además llevaba un tipo de vida muy reglamentado, ya que tenía su tiempo para cada cosa: a diario se acostaba exactamente a la misma hora, ni un minuto antes, ni un minuto después. Excepto dos días a la semana cuando recibía a su amante, entonces su horario variaba un poco. De ahí en demás todo parecía ser totalmente ordinario. Y he dicho “parecía”, porque esta mujer, no tenía absolutamente nada de ordinario. Muy pocos lo sabían, pero era una peligrosa envenenadora, que se había iniciado en tan singular oficio despachando al otro mundo a su borracho marido que la golpeaba sin cesar.




Se convirtió en esclava de Roma, pero no le fue mal. Logró hacer fortuna allí, puesto que sus conocimientos eran muy estimados. Su especialidad eran los llamados polvos de sucesión, a base de arsénico fundamentalmente, aunque también solía emplear setas venenosas, cicuta, beleño y otras plantas. Cuando había que deshacerse de un rival político o se deseaba cobrar una herencia, los romanos no tenían más que dirigirse a Locusta, porque, además, su trabajo era tan bueno que se conseguía que las muertes parecieran naturales. Se rumoreaba que la propia Mesalina había acudido a ella para librarse de Tito, el amante del que ya se había cansado. 


Cobraba fuertes sumas por sus malévolas pócimas a los ricos y poderosos, mientras que a los pobres les entregaba gratuitamente sus brebajes. Sus trabajos eran excelentes, ya que sabía preparar desde un veneno fulminante, hasta uno de efecto retardado que fuera haciendo que la víctima se consumiera lentamente, como si se tratase de una extraña enfermedad. Pero había quienes habían acumulado tanto odio, que solicitaban venenos extremos, que llevaran a la víctima por pasajes de intenso dolor y sufrimiento durante meses y meses, hasta que sucumbieran en una desesperante agonía. Locusta investigaba diariamente con sus extractos de plantas y polvos maléficos, hasta dar con lo que su cliente solicitaba. Todos quedaban encantados y la recomendaban ampliamente.


Muchos de los encargos provenían de las altas damas de la sociedad, mujeres celosas de la hermosura de sus rivales, quienes querían despejar el camino. Para ellas Locusta preparaba unos deliciosos bombones de gran atractivo que, al ser mordisqueados por la desafortunada dama, terminaban por deformárseles la mandíbula y dentadura, sin que ello les provocara la muerte. Esto era suficiente para cumplir con el propósito requerido.

Claudio Cesar 
Agripina, última esposa del emperador Claudio, decidió recurrir a Locusta para desembarazarse de su anciano esposo. La emperatriz se entrevistó en secreto con ella y expuso el problema como si fuera una amiga suya la que precisaba de sus servicios. Locusta había sido sentenciada por envenenadora, de modo que Agripina le ofreció librarla de su condena a muerte si aceptaba el encargo. La mujer, por supuesto, accedió: nada tenía ya que perder. Al día siguiente le entregaba a Agripina una cajita llena de polvo blanco. Le indicó que bastaría con poner una pequeña cantidad en la comida de la persona que se deseara eliminar, y que haría efecto en tan sólo medio día. Al saber que a la víctima le gustaban mucho las setas, le dio además a la emperatriz unas trufas similares en apariencia, pero mortales. De ese modo el emperador iba a ingerir veneno por partida doble. Por si aún fuera poco, Locusta le proporcionó coloquíntida para apresurar los efectos del veneno, e impregnó en el mismo la pluma con la que se hacía vomitar al emperador al introducirla por su garganta. 


NOTA: La cena romana se desenvolvía dentro de un escenario formado por tradiciones inmemoriales, como por ejemplo meditar sobre la muerte, presentar regalos y pequeñas sumas de dinero, libaciones a los dioses (Ceremonia religiosa de los antiguos paganos, que consistía en derramar vino u otro licor en honor de los dioses) lares, etc. A los postres se discutían temas filosóficos o literarios y se recitaban versos. Los invitados se perfumaban y coronaban de flores, y se cantaba. Esto es una muestra del culto que se realizaba a la comida exótica.



Ocurrio en octubre del 54 la vianda con hongos fue presentada por su catador, el eunuco Haloto, uno más de los cómplices del malévolo plan. Agripina tomó uno de los hongos y lo comió, para darle confianza al emperador. Y luego, tomó el hongo más grande y hermoso y lo ofreció con una hermosa sonrisa a su ingenuo esposo. Claudio lo comió. Dicen que de inmediato quedó sin habla y continuó toda la noche con dolorosos tormentos. Fingiendo Agripina una enorme apuración, mandó llamar al médico de cabecera para que le provocara un vómito, y el médico llegó presuroso e introdujo una pluma por la boca del emperador. Pero la pluma también estaba envenenada. El doctor era otro de los cómplices, siguió la terrible agonía, hasta entrar en coma por fallo hepático y fallecer poco después.. Locusta se convirtió en una poderosa arma, de a cuerdo a Tácito, en un “instrumento del Estado”


Agripina coronando con una corona de laurel a Nerón,
como símbolo de la ascensión al poder de éste.


Segunda misión: Exterminar a Britanico. Era el sucesor natural de Claudio, así que Nerón, por su condición de hijo adoptivo, orquestó su asesinato con el propósito de evitar aspiraciones al trono en un futuro próximo, claro está, fueron requeridos los servicios de Locusta.



sardonia
Según a las investigaciones en esta ocasión Locusta utilizó sardonia (apio sardónico, hierba de fuego, revientabuey) Los síntomas son similares a un ataque de tétanos, el signa característico es la contracción de los músculos faciales, dando lugar a la famosa "risa sardonica", generando una parálisis facial, del cuello, brazos y piernas, para terminar con una muerte por asfixia debido a la parálisis del sistema respiratorio.


La ocasión se presenta, es hora de otro majestuoso banquete ofrecido por Neron, a Britanico se le sirve un suculento caldo, probado previamente por un catador, pero excesivamente caliente, por lo que se solicita refrescarlo con agua situación que se aprovecha para añadir el veneno, el hermanastro muere entre espasmos y contracciones de los músculos faciales, pareciera que se rie de su propia desgracia. Los convidados dirigen sus miradas hacia Neron, este sin dar mayor importancia a los hechos, declara que su hermano ha sufrido uno más de sus ataques de epilepsia. Así que ordena a los sirvientes que lo retiren del salón para seguir con el festejo.



Neron asegura su corona sin amenazas, es dueño del imperio. Colma de privilegios a su envenenadora le regaló tierras de gran valor, le permitio ejercer sus "artes" e incluso instruir discípulos, que por lo general son mujeres. Los venenos se probaban allí sobre animales, y a veces sobre criminales convictos. Llegó a vivir en un barrio agradable cerca del Palatino, y eran muchos los ciudadanos poderosos que frecuentaban su hogar en busca de algún remedio. Sus costumbres eran bastante rutinarias. Se acostaba temprano “a menos que la visitara algún amante anónimo”, y paseaba a sus perros, que cambiaba con frecuencia porque experimentaba sus venenos con ellos y con los esclavos que a nadie importaban. Tácito dice que el emperador hacía tanto aprecio de ella que, por temor a perderla, tenía varios hombres destinados únicamente a vigilarla. 

Una mujer que llego a ser muy poderosa, un arma letal, el brazo derecho de la traición y la muerte... pero el fin llegó. Tras la caida del imperio de Neron todo se derrumbó, sin el apoyo imperial y con el sucesor en el trono, Galba la condeno a morir tras ser acusada como resposable de la muerte de cerca de 400 personas por envenenamiento. Lucio Apuleyo escritor romano de la epoca  relata el horrible castigo de Locusta:



"Fue tan atroz como ejemplar: Galba mando que Locusta fuera públicamente amarrada y violada por una jirafa amaestrada y posteriormente descuartizada por una jauría de leones"




martes, 25 de septiembre de 2012

Marcelo Costa de Andrade, El Vampiro de Rio de Janeiro



Es un psicopata religioso, de apariencia inofensiva, que se convertiria en el asesino brasileño mas infame. Hijo de una familia de inmigrantes del noreste de Brasil, Marcelo vivia en el barrio de Rocinha, cerca de Rio de Janeiro. En este sitio no había servicios basicos, durante su infancia su abuelo, su madre y su padrastro lo golpeaban con regularidad. Cuando tenia 10 años fue abusado sexualmente, lo que lo marcaría de por vida.

A los 14 años comenzo a prostituirse para ganar algo de dinero y poder vivir. Fue llevado por esto a un reformatorio de donde escapo. A los 16 comenzo una relacion homosexual con un hombre mayor, a los 17 Marcelo intento violar a su hermano menor (10).

Cuando cumplio 23 termino su relacion con el hombre mayor, por lo que tuvo que regresar a vivir al lado de su madre y sus hermanos quienes ahora vivian en Itaborai, un barrio cercano a Guanabara Bay. Ahi comenzo a trabajar distribuyendo volantes de una tienda de Copacabana. Ingreso a la Iglesia Universal del Reino de Dios a la que asistia 4 veces a la semana, a pesar de que desvariaba y se reia sin motivo, su vida parecia normal.






En Abril de 1991, a la edad de 24 años, comenzo a matar. Durante un periodo de 9 meses Marcelo asesino a mas de 14 niños de entre 6 y 13 años. Llevaba a sus victimas con engaños a sitios apartados, donde los violaba y estrangulaba. Practicaba necrofilia con los cuerpos, decapito a uno de ellos, destrozo la cabeza de otro y en al menos 2 ocasiones bebio la sangre de sus victimas. Despues confesaria que la sangre lo mantenia "Bello y joven". En Rio de Janeiro la violencia contra menores es frecuente, por lo que la policia no sospechaba que habia un asesino en serie libre.

En Diciembre de 1991 Marcelo estrangulo a Ivan de Abreu (6), a quien recogio junto a su hermano Altair (10), en una terminal de autobuses, mientras violaba y mataba a Ivan, Altair comenzo a llorar, Marcelo lo miro y le dijo que lo amaba, y le pidio que viviera con el. Altair llorando se fue con el asesino de su hermano, pero a la mañana siguiente logro escapar, aviso a su madre y comenzo la busqueda del asesino.





Marcelo Andrade fue arrestado en la tienda donde trabajaba, confeso 14 asesinatos y llevo a la policia a los lugares donde habia dejado los cadaveres.

Marcelo declararía despues "Yo prefiero a los niños jovenes por que se ven mejor y su piel es mas suave, ademas el padre dice que los niños que mueren antes de los trece años se van al cielo automaticamente, por eso yo les hago el favor de enviarlos al cielo".

Marcelo Costa de Andrade fue recluido en un Hospital Psiquiatrico.



martes, 18 de septiembre de 2012

Felícitas Sánchez, la Descuartizadora de la Colonia Roma

 

Felícitas Sánchez Aguillón Conocida como "la Ogresa de la Colonia Roma", "la Trituradora de ángelitos","la Descuartizadora de la Colonia Roma" o "la Espanta-cigüeñas". nació en Cerro Azul, Veracruz (México). Algunas fuentes citan que su segundo apellido era Neyra. Estudió Enfermería y se dedicó a partera. Se casó con Carlos Conde en su pueblo natal; al poco tiempo, Felícitas dio a luz a unas gemelas. Como no deseaba cuidarlas, Felícitas convenció a su esposo de que vendieran a las niñas; así obtendrían algo de dinero. Al principio él no quería, pero ella insistió hasta que él cedió. Cuando él se arrepintió, ella se negó a decirle a quién se las había vendido. Ese hecho destrozó el matrimonio. Se separaron y ella se marchó a vivir a la Ciudad de México. Allí se dedicó a traficar con niños: las madres solteras le daban a sus bebés y ella se los vendía a parejas que no podían tener descendencia. Fue un pingüe negocio durante muchos años. Felícitas se mudó entonces a la Colonia Roma, una de las zonas más elegantes de la Ciudad de México desde los tiempos del Porfiriato. La policía la arrestó en una ocasión por la venta de un bebé, pero Felícitas pagó una fianza y salió libre nuevamente. Regresó a su departamento en la Colonia Roma. 


Allí inició una nueva clase de negocio: un día, una mujer casada le pidió que le practicara un aborto; se había embarazado de su amante. Ella lo hizo. Como no sabía qué hacer con el feto, lo tiró a la basura en una de las calles cercanas. La joven le pagó bien y la recomendó con sus amigas. Pronto, Felícitas se halló atendiendo a las mujeres que deseaban abortar, solteras o casadas, muchas de ellas parte de las familias más ricas de la Ciudad de México. En ocasiones hacía visitas a domicilio. Luego expandió su negocio; algunas veces, no encontraba a nadie que quisiera comprar a los bebés recién nacidos. Los tenía con ella una semana y, si no conseguía venderlos, entonces los mataba. 


A algunos los estrangulaba; a otros les daba un destino más cruel. Poseía un enorme calentador de agua: allí los arrojaba bañados en gasolina, como si fueran pedazos de leña, para que se quemaran vivos. Las paredes de su departamento eran muy gruesas y los gritos de dolor de los bebés no se escuchaban. Cuando terminaban de quemarse, tomaba los huesos calcinados y los tiraba a la basura. Al terminar, se duchaba largamente con el agua que había calentado con los bebés quemados vivos. 

Victimas (IMAGENES FUERTES)



Felícitas se hizo dueña de una tienda en la calle de Guadalajara nº 69, llamada “La Quebrada”. Luego emprendió otro pingüe negocio: había madres solteras que, agobiadas por las deudas y el señalamiento social, ya no querían tener con ellas a sus hijos pequeños. Las edades variaban entre uno y tres años de edad. Ofrecía sus servicios como supuesta partera en los anuncios clasificados de los periódicos. Felícitas les cobraba a las mujeres una buena cantidad de dinero, bajo la promesa de que les conseguiría un nuevo hogar. Los conservaba unos días, alimentándolos con atole y comida descompuesta. Gozaba golpeándolos. 

A los fetos los llevaba a su cocina y, con un cuchillo, los descuartizaba para luego arrojarlos por el inodoro. Si tampoco lograba venderlos, llevaba a los niños a la cocina, les hundía el enorme cuchillo en la nuca y luego los descuartizaba. Tiraba los pedazos en los basureros o en el inodoro. Cuando se tapaba, llamaba a un plomero cuyo silencio tenía comprado. 


A medida que iba matando a más y más niños, comenzó a volverse más cruel: ahora prefería amordazar a los niños y destazarlos vivos con sus cuchillos de cocina. Les cortaba primero las piernas, después los brazos, y finalmente los decapitaba; todo mientras los niños estaban vivos. Luego los descarnaba, extraía los ojos, los órganos internos y las vísceras para dárselos a su perro, pelaba los huesos y los quebraba, para finalmente envolverlos en papel periódico y llevárselos en costales a tirar en alguno de los lotes baldíos en las calles de la Colonia Roma. La ropa la donaba a orfanatos. 


En 1940, la policía detectó los restos de fetos, recién nacidos y niños pequeños en los basureros de las calles de la Colonia Roma. La situación se prolongó hasta el año siguiente. El 8 de abril de 1941: una llamada telefónica al reportero de policía del periódico La Prensa lo puso sobre aviso: en la cerrada de Salamanca número 9, en el departamento 3, le dijo su interlocutor, acaban de ser encontradas en un caño “unas piernitas de niños”. La dirección correspondía a un estanquillo llamado “La Imperial”. El dueño era un joven llamado Francisco Páez. 


Le contó que se habían tapado los caños del drenaje y, al mandar destaparlos, aparecieron huesos y trozos de carne descompuesta. Primero, el tendero había supuesto que se trataba de restos de un perro o de un gato, pero también había trozos de algodón lleno de sangre y luego apareció un pequeño cráneo. Cuando el drenaje volvió a taparse, llamó a unos albañiles; ellos se encontraron con trozos de cadáveres de niños, entre ellos dos piernas putrefactas pertenecientes a distintos cuerpos. 



El reportero avisó a la policía. Acudieron al departamento y entraron para registrar las habitaciones. En un buró hallaron una calavera humana. Había también velas, agujas, retratos de niños pequeños, ropa de bebé. 














La policía se trasladó a la tienda “La Quebrada”. En la tienda sólo estaba la dependienta, María González. Dijo que Felícitas había salido desde las 06:00 horas, pero varios clientes aseguraron haberla visto quince minutos antes. La policía admitió que la mujer había escapado. 



El 11 de abril de 1941, la policía detuvo al plomero Salvador Martínez Nieves. Ante el agente del Ministerio Público declaró que era llamado frecuentemente por Felícitas para destapar las cañerías. La primera vez que vio los trozos de cadáveres infantiles, se negó a seguir trabajando. Pero “La Ogresa de la Colonia Roma” lo amenazó con implicarlo como cómplice y lo mejor: le ofreció una buena paga. Ese mismo día, Felícitas Sánchez Aguillón fue detenida en la calle Bélgica, de la Colonia Buenos Aires, a bordo de un automóvil. La acompañaba su amante, Roberto Sánchez Salazar, quien pensaba trasladarla a Veracruz. 


Felícitas fue recluida en una celda. Pasó parte de la noche llorando, totalmente vestida de negro, con señales de gran agotamiento físico, en un estado cercano a la inconsciencia. Se le vio temblar, saltar, luchar con seres imaginarios, rodar agotada en el lecho. Los médicos de la Inspección prefirieron sedarla. Pasó varios días casi sin comer. Sólo quería dormir. 



“Jamás el Dante soñó escribir páginas tan negras como las de esta embaucadora, ‘La Ogresa de la Colonia Roma’”, clamaba el periódico La Prensa el 12 de abril de 1941. El detective José Acosta Suárez, que un año más tarde descubriría la identidad de Gregorio “Goyo” Cárdenas, “El Estrangulador de Tacuba”, se hizo cargo de la investigación. Felícitas había torturado y matado a casi un centenar de bebés y niños pequeños, además de los innumerables abortos practicados. Un chico que la conocía dijo que ella llevaba mucho tiempo “ejerciendo como trituradora de angelitos”.








Mientras, los periódicos publicaron una nota que causó revuelo: “'La Ogresa de la Colonia Roma' denunciará a todas las señoras que fueron a solicitarla”. Felícitas ingresó en prisión el 26 de abril de 1941 por los delitos de asociación delictuosa, aborto, violación a las leyes de inhumación y responsabilidad clínica y médica. 




En el juicio

En el expediente aparece un trozo de hoja papel bond, escrito a mano con tinta sepia, y fechado el 26 de abril, en el que sólo alcanza a leerse: “Puede quedarse la niña de la reclusa Felícitas Sánchez para remitirla al kínder el lunes próximo”. En un oficio fechado el 1º de mayo de 1941, se asienta, sorprendentemente, que el Juez Tercero de la Primera Sala Penal se declara incompetente para seguir llevando el proceso. En el documento siguiente, fechado el 10 de mayo, el juez octavo determina dejar a la partera en libertad bajo fianza, mediante el pago de $600.00 pesos. “¡La descuartizadora saldrá en libertad!”, clamaron los medios al conocer la resolución.


Los abogados de Felícitas se habían aprovechado de vacíos legales “para exigir que se comprobara el cuerpo de sus delitos”. Pero el cuerpo de sus delitos no estaba en ningún lado: habían desaparecido “las piernitas de niños”, no había acusaciones, todo se fundaba en dichos. Y efectivamente, fue dejada en libertad.


La policía acababa de capturar a una célula de espías alemanes nazis, que operaba con un radiotransmisor también en la Colonia Roma, lo que robó la atención de la opinión pública. Los rumores afirmaban que las familias de las mujeres implicadas con Felícitas habían pagado sobornos para que el Juez cerrara el caso: grandes reputaciones, se decía, procuraban impedir que se dieran a conocer los nombres de las distinguidas clientas de “La Ogresa de la Colonia Roma”.

Ella sabía que todo había terminado, aunque no pudieran volverla a enjuiciar ya no podría seguir con su estilo de vida (de hecho ya no podría siquiera vivir en el país) Dejó tres cartas postumas: una dirigida a su ex-abogado, otra a su actual abogado y una última a su pareja. En ellas no había ninguna expresión sentimental (sin culpa, sin dolor, sin tristeza y sin lazos afectivos de ningún tipo, en ningún momento menciona a su hija). Al final de cuentas parecía haberse cosificado a sí misma, su propia muerte no pareció producirle ningún sentimiento.

El 16 de junio de 1941, Felícitas se levantó de su cama a la medianoche. Llevaba días sin poder dormir. Su amante le preguntó a dónde iba. “Voy a escribir unas cartas a la cocina”, respondió. “¿Por qué a la cocina?”, preguntó él. Felícitas ya no le contestó. Él volvió a dormirse. Cuando despertó, ya había amanecido. Felícitas no estaba en la cama. Fue a buscarla a la cocina y la encontró tirada en el suelo: se había tomado un frasco completo de Nembutal. Estaba muerta. Sobre la mesa había tres cartas postumas escritas a lápiz.

La primera, para su abogado, el licenciado Enríquez: “Yo nunca le he firmado ningún traspaso, pues usted sabe de sobra que no son propiedades mías. Por mi parte, hasta aquí fui su víctima”. La segunda, para el abogado Martín Silva: “En sus manos todo va bien y le tengo confianza. No lo hago por cobardía o duda de que me salvará. Ya me cansé de luchar. Ya no puedo. Don Carlos me ha ganado. Pero no tanto porque si usted puede hacer la denuncia penal, por lo menos me habré vengado”. La tercera, un recado para su amante: “Beto: dirás al licenciado que el traspaso no se efectuó y el que verdaderamente va a traspasar se llama Ponce, que el dueño de la casa ya le había hecho contrato porque a él lo engañaron diciendo que yo decía. Adiós, Beto”. Sus notas de despedida eran indicaciones sobre propiedades y asuntos legales; En ellas no había ninguna expresión sentimental (sin culpa, sin dolor, sin tristeza y sin lazos afectivos de ningún tipo, en ningún momento menciona a su hija). Al final de cuentas parecía haberse cosificado a sí misma, su propia muerte no pareció producirle ningún sentimiento. Un distanciamiento total hacia la muerte, la suya incluida. Un reportero del periódico La Prensa escribió: “La esperaban los angelitos a los que no dejó nacer. La habían rodeado alegres, visiblemente alegres…”


Su hija pasó a la tutela del Estado, fue llevada a un hosipicio, creció hasta convertirse, (hasta donde se sabe), en un miembro "funcional" de la sociedad.

lunes, 10 de septiembre de 2012

PEDRO RODRIGUES FILHO "PEDRINHO EL MATADOR"




Pedro Rodrigues Filho (n. 1954, conocido como Pedrinho Matador, fue un asesino en serie brasileño que fue condenado en 2003 a 128 años de prisión por el asesinato de 71 personas.  

Dentro de las penitenciarias por las cuales pasó, llegó a matar alrededor de 47 presidiarios, pero, aún no responde por todos los crímenes. Entre sus víctimas está su propio padre que lo destazo a machetazos.

Pedrinho comenzó su carrera homicida a los 14 años, la víctima fue el vice-presidente de Alfenas, que había acusado a su padre de robo; luego mató a quien se cree fue el verdadero ladrón.

Después se dedicó a robar y asesinar traficantes, luego a vender droga y a eliminar a la competencia y así sucesivamente hasta convertirse en uno de los criminales más temidos de su país.

Pedrinho fue acusado por Minerva Regordete, su vecina, al haber cometido el homicidio de 34 personas de las cuales 12 fueron envenenadas, 15 fueron descurtizadas y el resto fueron incineradas.

Pedro secuestró a la mitad de sus víctimas, que todas eran mujeres mayores de 50 años, estaban solas, sin familia, Pedro las enamoraba a todas y a todas las mató. Minerva Regordete vio en el patio de su vecino 5 cadáveres cubiertos por una capa y en una bodega vio sangre y armas. Tres meses después vio a 7 mujeres carbonizadas y fue cuando hizo la denuncia.

Los cadáveres los exhumaron y encontraron en la casa de Pedrinho armas y cosas con las que estaban sus huellas digitales. Fue comprobado: él asesinó a las 34 mujeres, incluída su madre descuartizada.

Lo arrestaron en 1973 y en 2003 concluía su sentencia, sin embargo, debido a que incluso encerrado su número de asesinatos no se detuvo (terminó con la vida de más de 80 policías, quien murieron carbonizados, decapitados y fusilados), se le añadió una sentencia en la que se le condenó la mayor condena de América Latina de 890 años de cárcel.








Los motivos de sus asesinatos eran múltiples y bastante simples y, para ahorrarse explicaciones, se tatuó en uno de sus brazos la leyenda “Mato por Placer” que resume su trabajo. En la cárcel siguió matando gente, 15 en total, a lo que la condena máxima de América le aumentó a una pena mayor de la que se esperaba: 945 años en prisión.

Pedro no respetaba a nadie incluso decapitó a uno de “sus amigos” y compañero de celda en una prisión de Araraquara tras enterarse que este último había asesinado a su propia hermana, a lo cual el homicida dijo:

“Él era mi amigo pero simplemente lo tenía que matar estoy justificado”

Para el 24 de Abril de 2007 Rodríguez Filho estaba nuevamente en las calles debido a que la justicia brasileña no permite que una persona pase más de 30 años en la cárcel y el homicida llevaba ya 34 años preso.


Se tatuó en uno de sus brazos la leyenda “Mato por Placer”

Dos años más tarde, cuando tenía 52 años, decidieron dejar su condena en cadena perpetua, podrá recibir su libertad condicional (si sobrevive) en el año 2254