Nacido en Pocahontas, Iowa. Aunque se trasladó a un pequeño pueblo de Alaska a buscar suerte. Alli se convirtió en un consumado cazador... de animales. Tenía mujer e hijos, y para sus vecinos era un hombre totalmente normal.
Hansen, tenía un modus operandi muy claro. Poseía una avioneta y una caseta de caza alejada de la civilización, tengamos en cuenta que el tamaño de Alaska es inmenso.
Acudía a prostibulos y ofrecía suculentas cantidades de dinero a prostitutas para que subieran en su avioneta y fueran a su alejada casa de caza para goce de sus servicios.
Una vez alli, Hansen, no cumplia con lo pactado. Pedía a las prostitutas que accedieran a todo lo que les pidiera... gratuitamente claro. Si no accedían por las buenas, les decía amenazante, que se atuvieran a las consecuencias.
Las que se negaban a su petición, eran sometidas a un juego macabro. Él las dejaba escapar, si, podían irse si querían. Pero claro, las desnudaba y les pedía que volvieran al prostíbulo, a varios kilómetros de la caseta, atravesando el bosque y a temperaturas bajo cero. Y siendo perseguidas por él, armado.
Hansen, había dejado de cazar animales, para cazar mujeres... y darles una tormentosa muerte. Las perseguía y a veces, para su mayor diversión, cuando las capturaba volvía a darles otra oportunidad. Aunque ya exhaustas, poco podian hacer para huir de él.
Hansen, usó varias armas para sus cacerías, entre ellas arcos o rifles de alto calibre. Y estaba orgulloso, no sentía lo mismo cazando osos, por ejemplo. Marcó minuciosamente en un mapa, donde estaban enterradas todas sus víctimas, entre otras excentricidades.
Una pudo escapar y le delató a un agente de policía.
Sus vecinos no creyeron a la prostituta... Hansen era un buen hombre. Pero las pruebas cada vez pusieron más entre las cuerdas a este sanguinario cazador.
Aunque en un principio se declaró inocente, reconoció todo lo que había hecho.
Fue condenado por un total de 17 crimenes, pero se sospecha que no solo fueron prostitutas sus presas. Puso varios anuncios en el periódico, buscando compañia, pero no se pudieron probar más muertes.
Fue condenado a más de 400 años de prisión. Aún vive.
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