Ted Bundy era un hombre inteligente y atractivo, un seductor irresistible. Cada mes recibía cientos de cartas de amor repletas de piropos, proposiciones indecentes y besos pintados con carmín sobre el papel. Ese envidiable correo le era remitido a la prisión de Starke, en Florida, donde permaneció recluido hasta que el 24 de enero de 1989 fue ejecutado en la silla eléctrica. Era su castigo por haber matado sádicamente a más de 30 bellas muchachas
Para cometer sus crímenes, Bundy apelaba a la bondad de sus víctimas. Paseaba por los campus universitarios con muletas o con el brazo en cabestrillo, y dejaba que sus libros se cayeran al suelo a la vista de alguna chica. Ellas no podían negarle ayuda a un sujeto que inspiraba confianza y ternura, y le acompañaban hasta su coche. Entonces Bundy las golpeaba con una palanca e iniciaba la pesadilla. Los expedientes de aquellos casos evidenciaban escabrosas violaciones, descuartizamientos y prácticas necrófilas.
Bundy se construyó una facha de político y estaba involucrado con figuras importantes del Partido Republicano; fue parte de la campaña para reelegir al gobernador de Washington y estuvo muy cerca de Rosalynn Carter, la primera dama y esposa del presidente Jimmy Carter. Como dato curioso, Rosalynn Carter también convivió con otros dos asesinos famosos, cercanos al Partido Republicano: John Wayne Gacy, “El Payaso Asesino” y el reverendo Jim Jones, responsable del suicidio colectivo en Jonestown, Guyana.
Más de una treintena de brutales crímenes
Cuando todavía vivía en Washington, Bundy se deshacía de los cadáveres en los frondosos bosques a las afueras de Seattle. Sin embargo, regresaba a la escena del crimen con frecuencia enfermiza. Bundy conservaba por algún tiempo en su casa los cadáveres de sus víctimas como trofeos y de que practicaba la necrofilia, pudo comprobarse que en ocasiones guardaba cabezas decapitadas para aplicarles maquillaje.
El ímpetu homicida de Bundy se cobraría víctimas no sólo en Washington, sino también en Oregón, Utah, Idaho, Colorado y Florida. Desafortunadamente, nadie era capaz de conectar los sucesos entre sí. Hasta que a Bundy le abandonó la suerte.
Detención y fuga
En el verano de 1975, la policía lo detuvo por conducción errática. Registraron su vehículo y se encontraron con una cámara de los horrores en el maletero: esposas, pasamontañas, barras de hierro… Y unas facturas de gasolina que lo situaban en los lugares y las fechas en que numerosas chicas habían desaparecido. Bundy fue encarcelado en Colorado en febrero de 1976. No obstante, dos meses más tarde logró escapar, saltando desde una altura de dos pisos a través de la biblioteca de la cárcel. Su huida duró seis días, pero en la víspera de Nochevieja volvió a fugarse, esta vez a través de los conductos del aire. Había adelgazado varios kilos para caber por el hueco.
Esa segundo evasión acarrearía consecuencias catastróficas. Bundy, presa prioritaria en la lista del FBI, cruzó el país hasta llegar a Florida, donde se dejó barba y cambió de nombre. Sólo dos semanas después de su fuga, entró en una residencia de estudiantes femenina y mató a dos jóvenes. Otras dos quedaron seriamente malheridas, y a menos de un kilómetro una quinta víctima fue atacada aquella noche. Sin embargo, el crimen que más conmocionó a la sociedad fue el de Kimberly Leach. La pequeña de 12 años fue brutalmente violada y asesinada.
Bundy riéndose en el juicio |
El Volkswagen que solía utilizar Bundy para secuestrar a sus víctimas |
Bundy durante el juicio.
Muchos Estados solicitaron su extradición, pero el primer juicio tendría lugar en Florida. Bundy había despedido a sus abogados y obtuvo permiso para defenderse a sí mismo y protagonizar ante el tribunal un lamentable espectáculo ‘made in America’. Él mismo interrogaba a los testigos pidiendo que recordaran lo sucedido, y paladeaba con regocijo cada detalle de la experiencia revivida.
Quedó tan claro como nunca que Bundy era un perturbado. Pero su presencia, hipnótica y morbosa, atraía a decenas de ‘groupies’. El esperpento judicial alcanzó su cima cuando Bundy, aprovechando una vieja ley que permitía contraer matrimonio estando bajo juramento, se casó en plena sesión del tribunal con una admiradora llamada Carole Ann Boone. El fruto de las visitas conyugales (frecuentes hasta su separación en 1986) fue una hija que permanece actualmente en el más estricto anonimato.
Bundy fue condenado a muerte en 1980, una sentencia que su madre lamentaba, Louise todavía confiaba en la inocencia de su hijo, que no le confesó la verdad hasta la noche antes de su ejecución. fue ejecutado en la silla eléctrica. Tuvieron que aplicar la corriente en dos ocasiones.
"Nosotros los asesinos seriales somos sus hijos, somos sus esposos, estamos en todas partes. Y habrá más de sus niños muertos mañana."
"He conocido a personas que irradian vulnerabilidad... Sus expresiones faciales dicen: Tengo miedo de ti. Estas personas invitan al abuso... Esperando ser lastimadas, ¿sutilmente lo fomentan"
musica dedicada a Bundy:
DOCUMENTAL
PARTE 1
PARTE 2
Índice de Maldad - Asesinos a Sangre Fría [Parte 2]
la pelicula
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