La Oscuridad no se aproxima en los invernales llanos de Bélgica, sino que se derrama repentinamente, con la autoridad de un rey que reclama la pleitesía de sus súbditos. Sólo conozco la Flandes literaria, cuya substancia es posiblemente diferente de la Flandes material, de todos modos, creo que si algún día pudiese contemplar un verdadero crepúsculo en aquellas tierras, no me provocaría la misma opresión en el corazón que este poema de Emile Verhaeren.
Tenebrae.
La Luna, con su atento y glacial Ojo,
observa al crudo invierno entronizado,
vasto y pálido sobre la tierra yerma;
La Noche se agita en traslúcidos azules;
El Viento, con súbita presencia, nos apuñala.
A lo lejos, sobre el horizonte, danzan
los ondulantes senderos del hielo;
se los ve a la distancia, perforando el llano,
Y las Estrellas de Oro, suspendidas en el éter,
siempre más alto en la Oscuridad,
desgarran cruelmente el azul del cielo.
Los campesinos tiemblan en las planicies de Flandes,
cerca de los brezos, de los antiguos ríos,
y de los grandes Bosques;
entre dos lívidos infinitos, estremeciéndose de frío,
agrupándose junto a las viejas chimeneas,
removiendo las cansadas cenizas.
Emile Verhaeren.
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