El triunfo de la muerte por Pieter Bruegel |
Thomas Lovell Beddoes (1803-1849) fue uno de los poetas más oscuros de la literatura gótica, y posiblemente, uno de sus exponentes más barrocos. Su obsesión por la muerte ha dejado algunas interesantes reflexiones en forma de verso, que si bien no son del todo originales, se destacan por lo particular de su estilo.
De todos sus poemas fúnebres, hemos seleccionado este, que nos parece el más bello y complejo de todos. Aquí, el narrador es asaltado por una serie de elucubraciones cuando su reloj da las doce de la noche; hecho del que se nos informa, curiosamente, sólo en el título del poema. La voracidad del Tiempo, con su infinita secuencia de momentos que surgen y mueren, sin permitir que nos aferremos a la felicidad (ni al infortunio), serán las musas que hostiguen a este oscuro y taciturno poeta.
Un Reloj
dando la Medianoche.
A clock striking midnight,
Thomas Lovell Beddoes
Escuchando el eco de los pasos del Tiempo,
Estos momentos se han hundido en el lento
Y desconocido sepulcro de los Años.
Tu nombre se ha desvanecido en el Olvido,
Hundido para siempre en las aguas del pasado,
Convertido en sagrada roca, adorado
por las custodias del valor, de la fuerza y del bien.
El futuro se pasea con jóvenes alas sobre el mar,
Naciendo detrás del vuelo, invisible para el siglo humano;
Con sus cien pasos indolentes,
Masticando el mundo desde el exterior,
Pasando suave sobre las almas mortales.
Así le canto al Tiempo, al coloso del universo,
Que con cada pie sumido en
Se
Nubes de muerte se abaten sobre nosotros,
Es en vano luchar contra la marea;
Todos debemos hundirnos desgarrando el aire.
Con frenético dolor nos enfrentaremos a
Podemo
De quien el Tiempo es esclavo,
Sometido y arrastrado por las sombrías
fronteras de la destrucción.
¿Serán estas palabras el eco de nuestro destino?
Tal vez nuestros temblorosos pensamientos
Jamás se perderán, escritos en las inmutables estrellas
Como orgullosas aves; como los reyes de antaño
En sus tronos de mármol,
Sonriendo con la luz del relámpago.
Buceando en aquel mar del espíritu,
De rebaños mortales; finalmente nos hundiremos.
Nuestro rostro será pintado de arcilla,
De nuevo en el vientre de la Madre Tierra,
Mientras nuestra alma, en peregrino vuelo,
Se estire hacia luces más brillantes.
Thomas
Lovell Beddoes.
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